Sierra, zerra. Serrucho

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La sierra, zerra en euskera, es una lámina de acero dentada en uno de sus bordes y dotada en un extremo de un asidero de madera por donde se sujetaba con la mano para manejarla. En Sara (L) la sierra manejada por un solo individuo recibe el nombre de puda-zerra (de puda, podar). De forma similar, si bien más estrecha, es la llamada ohoin-zerra (sierra de ladrones) que tiene un extremo bastante más estrecho del opuesto, con asidero de madera en este último.

Otras sierras de mano van montadas en un bastidor cuadrangular de madera, en el cual se mantiene tensa la hoja de la sierra mediante un dispositivo de palancas y cuerda. Su nombre es pilota-zerra porque se emplea mucho en aserrar leños apilados por esteras, pilota, con destino al fogón u horno.

Se han utilizado también sierras de dos mangos, uno a cada extremo, para ser manejadas por dos personas. Su nombre es arpana. Sirven para cortar troncos gruesos.

En Beasain (G) se ha llamado zerrotea a la sierra de mano utilizada en los caseríos para cualquier operación.

En Moreda (A) el serrucho se emplea para cortar brazos de cepas que por su grosor no se pueden quitar con las tijeras de podar; también para serrar brazos y ramas de olivos. Se aguza en la herrería del pueblo. El herrero acostumbra a darle traba triscando los dientes del serrucho, es decir, tuerce alternativamente a uno y otro lado los dientes. A esta operación se llama terciar en Carranza (B) y al instrumento utilizado para ello terciador. Iñauk-zerra en Telleriarte (G) era la sierra utilizada para podar.

En San Martín de Unx (N) denominan serrón a la sierra grande y serrucho a la pequeña. Este último sirve para podar los olivos. También en Viana (N) se sirven del serrucho curvo para podar.

El filo de la sierra se denomina en euskera entrama, y a su puesta en buen punto torciendo alternativamente los dientes entramea atera (Zeanuri-B).

Serrando tablones. Legazpi (G), 1975. Fuente: La Salleko Euskal Idazleen Elkartea. Euskal Herria, I, colección de diapositivas. Bilbao: 1985, p. 313.

Tronzador, trontza(-zerra)

El tronzador es una sierra grande compuesta por una hoja alargada que en su borde superior es recta y en la inferior describe una ligera curvatura que está recorrida por una hilera continua de dientes. En los extremos tiene acoplados dos cortos cilindros dispuestos de tal modo que puedan insertarse sendas pinas de madera que quedan dispuestas en el mismo plano de la hoja (Valle de Carranza-B).

Esta sierra era utilizada para talar árboles y para serrar ramas gruesas y maderos empleados para el fuego.

Para su uso se requería la colaboración de dos personas dispuestas a cada lado del tronzador y asiendo con ambas manos la manilla correspondiente.

Los tronzadores tenían diferentes longitudes. Los más largos servían para echar abajo árboles de grandes dimensiones como los gruesos castaños que crecían en tiempos pasados. También había tronzadores cuya hilera de dientes describía una curva más acusada; estos eran por lo general más cortos.

En Beasain (G) a la sierra de mano para troncear troncos entre dos personas le llaman trontza-zerra. Este instrumento ha sido desterrado en los últimos años por la motosierra, usándose casi exclusivamente en competiciones deportivas.

También en Bedarona (B) le denominan trontzerrie; en Urduliz, Zeanuri (B) y en Zerain (G) trontzea; en Abadiño (B) trontzie; en Berganzo (A) tronzadera y en San Martín de Unx (N) tronzador.

Tala de árboles con tronzador

En el Valle de Carranza (B) se describe de esta manera la tala de un árbol con el tronzador. Las dos personas que se ocupaban de la labor lo solían hacer arrodillados cada uno sobre un saco doblado. El primer corte lo realizaban del lado del tronco hacia el que iba a caer el árbol. Este corte era plano, es decir, perpendicular al eje del tronco y se realizaba hasta una cierta profundidad. Por encima de él se realizaba otro corte inclinado de tal modo que terminase confluyendo con el anterior. De ese modo se podía extraer el trozo de la madera serrada que por su forma recordaba al gajo de una fruta.

Una vez realizados ambos cortes y abierta esta especie de cuña, lo que facilitaba que el árbol se fuese inclinando hacia ese lado, pasaban a realizar el corte definitivo por el lado opuesto. Para llevar a cabo este trabajo el tronzador debía estar muy bien afilado y ninguno de los dos debía presionar en exceso la herramienta contra la madera cuando su compañero tiraba de ella para su lado, porque eso le suponía realizar un sobreesfuerzo.

A medida que el tronzador iba profundizando en el tronco este tendía a apretarse, es decir, ambos extremos cortados presionaban sobre la hoja dificultando su avance. Para evitar este problema contaban con varias cuñas de hierro, de ángulo más o menos agudo. Se introducía una cuña fina por detrás del tronzador y se golpeaba para que penetrase en el corte y separase las dos partes serradas. Esta cuña no debía alcanzar el borde liso del tronzador porque esto impediría su avance al reanudar el trabajo.

A medida que se seguía serrando se podían introducir otras dos cuñas por ambos lados; de este modo además de facilitar el recorrido del tronzador se conseguía dirigir el árbol hacia donde se deseaba que cayese. Dado que se consiguiese elevar tres o cuatro centímetros el tronco a la altura de las cuñas, se traducía en un recorrido de la copa tanto mayor cuanta mayor altura tuviese el árbol. Al final se solía contar con una cuña de madera para dirigir la caída del mismo.

Cuando el árbol comenzaba a desplomarse, los dos operarios se alejaban del tronco ya que a veces el culo del mismo podía dar un golpe que resultara sumamente peligroso.

Una vez talado el árbol el tronco se serraba a las longitudes que fuese necesario; por ejemplo para preparar los componentes estructurales de una casa.

Dado que el árbol estaba tumbado en el suelo, los cortes se realizaban en horizontal; aquí se planteaba el problema de que al serrar el tronco este comprimiese la hoja del tronzador. Para obviar este problema se debían colocar calces bajo el mismo. Lo más conveniente era efectuar el primer corte por arriba y cuando “se empezaba a apretar el tronzador” se sacaba rápidamente y se continuaba serrando de abajo hacia arriba; pero esto solo era posible si había hueco suficiente entre el tronco y la tierra.

Cuando la hoja quedaba trabada había que elevar hacia arriba las dos secciones del tronco que se estaban serrando. Para ello se utilizaban palancas de madera a las que se les labraba el extremo hasta formar una boca similar a la del hacha.

Los tronzadores debían mantenerse bien afilados para que el trabajo realizado con los mismos no resultase costoso. Para proceder a su afilado se colocaban dos listones largos a ambos lados de la hoja de modo que los dientes quedasen hacia arriba. Todo ello se disponía en el torno del banco de carpintero para sujetarlo adecuadamente. El afilado se llevaba a cabo con una lima plana y se le daba una cierta inclinación de modo que el corte de cada diente quedase a bisel. Si en la parte más alejada del torno la hoja vibraba al tratar de afilar los dientes, se aflojaba la prensa y se corría horizontalmente para sujetarla mejor. Cuando se terminaba de un lado se giraban 180º hoja y listones y se afilaba del otro.

El tronzador tenía una cierta separación entre los dientes que servía para “desahogar el serrín”.

Arpana. Sierra para serrar la madera

Zerraundia, arpanzerra o arpana, se llama en otras localidades a la sierra que va montada en medio de un cuadro o rectángulo enmarcado con gruesos listones y provisto de manijas en ambos lados. Antes de introducirse la sierra eléctrica era empleada para aserrar longitudinalmente los troncos y obtener gruesos tablones. Era generalmente manejada por tres individuos. El grueso tronco de haya o de roble era colocado en posición inclinada, valiéndose para ello de un desnivel natural o de caballetes, astoak, que permitieran esta posición. Uno de los operarios se situaba en la parte superior del tronco y levantaba la sierra, alternando con sus dos compañeros que, situados en la parte baja, tiraban de ella hacia su lado (Beasain, Telleriarte-G, Zeanuri-B). En Donazaharre (BN) se ha recogido la denominación trunko-sega o arpana.

En el Valle de Carranza (B) se ha descrito de esta manera la sierra “para serrar la madera” y su función:

Era una sierra de grandes dimensiones, de la altura de un hombre, empleada en la labor de serrar troncos para convertirlos en tabla o bien en los diferentes componentes estructurales de una casa.

La hoja era más ancha por la parte superior que por la inferior, de tal modo que describía una especie de triángulo rectángulo muy alargado e invertido, con el extremo inferior truncado y los dientes a lo largo de lo que vendría a ser la hipotenusa. En la parte superior contaba con una prolongación metálica de unos 40 cm de longitud en la que iba inserto un mango de madera que quedaba dispuesto perpendicularmente a la hoja y que permitía al operario que se situaba sobre el tronco asirlo con ambas manos. Esta pieza se unía más cerca del borde liso que del dentado lo que permitía serrar con el extremo mismo de la hoja cuando se realizaba el movimiento de descenso.

El asidero de la parte inferior, el que sujetaba el operario situado bajo el tronco que se serraba, era movible. Estaba formado por una pieza metálica alargada con una hendidura central que permitía introducir la hoja de la sierra a través de ella. Un extremo de esta pieza se encajaba entre los dientes de la sierra, el otro extremo contaba con una prolongación en la que se insertaba perpendicularmente un mango de madera, que era el que asía con ambas manos el trabajador. En su parte central esta pieza contaba con una especie de tornillo que movido mediante una palomilla se hacía girar hasta que oprimía la hoja de la sierra. Se apretaba bien contra ella y de este modo esta manilla quedaba perfectamente anclada.

Para poder utilizar esta sierra era necesario acondicionar un serrader o serradero. Se aprovechaba un terreno cerca de donde estuviese el arbolado que contase con un tarrero o desnivel acusado. Se cavaba la pendiente hasta dejarla a plomo, vertical. Después se trincaban en el suelo, bien enterrados, cuatro maderos de buenas dimensiones, dispuestos verticalmente y que contasen con horcas en su parte superior. Se colocaban dos a dos de modo que sobre ellos se pudiesen apoyar otros dos maderos horizontalmente, perpendiculares al frente del talud y encajados en las horcas de los verticales, lo que permitía que sobre los mismos se pudiesen colocar otros dos maderos (estos por lo tanto paralelos al talud) que eran sobre los que apoyaba el tronco que se iba a serrar.

Cuando el tronco que se deseaba cortar para tabla tenía un diámetro reducido se descortezaba previamente y se canteaba en la medida de lo posible para que así quedase mejor sentado, más estable, al disponerlo en el serradero; también resultaba más cómodo al que subido en él serraba sujetando la parte superior de la sierra.

Antes de serrarlo era necesario marcarlo, es decir, trazar una serie de líneas que sirviesen de guía para quienes manejaban la sierra. Estas líneas debían ser perfectamente rectas.

Para ello se utilizaba una cuerda de elaboración casera ya que se obtenía hilando lana de oveja con la rueca. Tres hilos de los obtenidos se torcían hasta conseguir un cordel de buen grosor. Antes de usarlo se afinaba deslizándolo entre los dedos para que no tuviese pelusa. Se quemaba un manojo de hierba seca, que tiene la particularidad de proporcionar un hollín oscuro, y al final de su combustión se le iba rociando con unas gotas de agua hasta humedecerlo y conseguir que quedase completamente negro. Se tomaba la cuerda y se introducía en un recipiente con agua, después se apretaba con las manos para escurrirla, se depositaba sobre el montón de ceniza y se removía para que se impregnase bien con la misma.

Después se extendía a lo largo del tronco por el lugar más conveniente, siendo sujetada por sus extremos por dos personas de tal modo que la mantuviesen tensa. Una tercera se colocaba en el centro de la misma y tiraba de ella hacia arriba, después la soltaba de modo que cayese a plomo; al estrellarse contra la madera se desprendía el hollín que trazaba una raya oscura sobre la madera blanca recién descortezada.

Con un metro se calculaba la anchura a la que debía realizarse la siguiente raya, por ejemplo si era para tabla solía ser a 3 cm y si era para chilla o lata del tejado algo menos. Este sistema se utilizaba también cuando se marcaba para serrar tirantes, vigas o cabrios (Se empleaba igualmente para marcar tirantes y postes que se labraban con el hacha de dos bocas).

El proceso de marcado de la madera se hacía por los dos lados opuestos del tronco para que sirviese de guía a ambos operarios, tanto el situado sobre el madero como al que serraba desde debajo del mismo.

Cuando el tronco era de grandes dimensiones el proceso de preparación era diferente. Se trazaban una o dos líneas a cada costado del tronco. Se serraban los hilos y de ese modo ambos costados quedaban planos, después se giraba el madero 90º hacia uno de los lados y así quedaba bien sentado sobre la estructura de apoyo del serradero. En esa posición se procedía a marcar el tronco sobre la superficie plana recién serrada utilizando la cuerda como se indicó antes, seguido se giraba el madero otros 180º y se marcaba por el lado opuesto. De ese modo quedaba listo para ser convertido en tablas.

Para serrar la madera, una vez dispuesto el tronco sobre el andamio y marcado convenientemente, uno de los que serraban se colocaba sobre el mismo asiendo la sierra por la parte superior y el otro se ubicaba bajo la estructura del serrader sujetando la sierra por el asidero inferior. En esta posición serraban verticalmente siguiendo cada uno su correspondiente línea trazada.

El serrado del tronco se iniciaba siempre por el extremo que tuviese menor sección, la punta más delgada, de este modo la labor resultaba menos costosa que si se comenzaba por la parte más gruesa. Se actuaba así porque se tenía en cuenta la forma de crecer los árboles, en que las hebras o fibras de la madera se extienden ligeramente oblicuas siguiendo el progresivo estrechamiento del tronco hacia la copa. Al serrar del extremo más delgado al más grueso se conseguía serrar las hebras a contrapelo, resultando más fácil la labor (Esta precaución sigue siendo igualmente válida hoy en día cuando se utiliza la motosierra para serrar al hilo).

Pero hay que tener en cuenta que al serrar el tronco este se hallaba apoyado en otros dos dispuestos transversalmente al mismo, así que había que salvar esta complicación. El madero de apoyo más alejado del talud se colocaba lo más retranqueado posible, cuanto más alejado del extremo libre donde se iba a empezar a serrar para que los primeros cortes fuesen lo más largos que se pudiese, pero siempre teniendo la precaución de que no se desvolviese, volvase, al apoyarse en él el operario subido al mismo.

Cuando con un corte se alcanzaba el madero transversal se iniciaba otro y así hasta completar todos los trazados. Se sacaba la sierra y con palancas de madera se levantaba el extremo libre del tronco recién serrado y se colocaba otro madero transversalmente que lo sujetase pero por la zona ya serrada. A continuación se retiraba el madero de sujeción inicial y el situado en el extremo opuesto se movía hasta el talud, de modo que el extremo del tronco a serrar quedase apoyado sobre él pero sin sobresalir. Con esta nueva disposición todos los cortes que había que realizar quedaban comprendidos entre los dos maderos de apoyo y sin que hubiese ningún obstáculo entre medio.

Se retiraba la manilla inferior a la sierra y desde arriba se pasaba la hoja a través del primer corte. Se volvía a colocar la manilla y se apretaba con el mecanismo de sujeción con que contaba. Se reanudaba la labor de serrado y cuando se llegaba al madero de apoyo del final, el operario de arriba iba inclinando progresivamente la sierra consiguiendo así prolongar el corte oblicuamente por encima de dicho madero. Se soltaba la manilla de nuevo y tras insertarla en la siguiente línea de corte se volvía a fijar y se reiniciaba el proceso. Así hasta completar todos los cortes. Como lo único que quedaba de serrar en cada tabla era una pequeña porción, la situada sobre el madero de apoyo cercano al talud, era muy fácil completar la labor.

Para asegurar el tronco y evitar que se moviese se utilizaban unos ganchos metálicos que consistían en una pieza recta con un pincho en ángulo recto en un extremo y otro en el opuesto que además estaba girado 90º respecto al anterior. Uno de estos pinchos se clavaba en el tronco que se iba a serrar y el otro en el madero que lo soportaba. Utilizando un par de ellos o más se conseguía inmovilizar el tronco.

Burro, astoa

El burro era un entramado compuesto por dos aspas de madera cada una de las cuales contaba con dos maderos alargados que se cruzaban de modo que el punto donde se encontraban se situaba por encima de la mitad de cada uno de ellos. Como resultado los dos extremos superiores de cada aspa eran más cortos y se denominaban en el Valle de Carranza (B) orejas del burro y las dos inferiores patas. Estas dos aspas estaban unidas por largueros que le conferían estabilidad al burro. En euskera este caballete recibe el nombre de astoa (Bedarona, Urduliz, Zeanuri-B; Sara-L). Es una armadura de madera que sirve de asiento a los troncos de árbol u otros maderos que deban ser aserrados. Generalmente era de fabricación doméstica.

Haciendo leña. Obanos (N), 2005. Fuente: M.ª Amor Beguiristain, Grupos Etniker Euskalerria.