Soportes de las luces

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Sobre el paño o los paños de la sepultura se colocaban, entre otros objetos, las luces, que iban soportadas o sujetas a unos artilugios que reciben distintas denominaciones. Hemos recogido los nombres castellanos de candelero, hachero, velero y fuesa. En euskera, la denominación más extendida es argizaiola. En Legutiano (A) se le conoce además con el nombre de txirristolien ola. En Baranbio-Amurrio (A) le llamaban argizola. En Zeanuri (B), la cera se enroscaba en una tablilla de madera, argizei-subile. En Bermeo (B), el conjunto de la madera y la velilla recibía el nombre de argizaije. En Llodio (A), antes de la guerra (1936), la cerilla se enrollaba en una tabla de madera llamada bularrekoa.

Cera enrollada. Orozko (B). Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa: José Ignacio García Muñoz.

Hachero

Es un soporte de madera con unos orificios donde se encajan varias hachas. Lo normal era que se intercalaran hachas y velas. Solía estar pintado de negro y podía tener forma rectangular (Moreda-A) o triangular (Mendiola-A) y a veces disponía de varios anaqueles escalonados para colocar las luces. Iba colocado en la cabecera de la sepultura y podían ser individuales o colectivos.

En Ataun (G), al hachero se le denominaba aboa, en Lemoiz (B) atxeru. En San Martín de Unx y en las Améscoas (N) «añal», nombre que le viene dado porque se usaba durante un año contado desde la defunción hasta el aniversario y en Artziniega (A), además de hachero, también le llamaban «cerillero» y «mechero». En Gamboa (A), al hachero le denominaban igualmente «velero» y «sepulturero». En Mélida (N), al pequeño artilugio donde se disponían las luces se le denominaba «las ceras». En Galarreta (A) se le llamaba «atril».

En Zerain (G), los hacheros eran de color negro, de distinto tamaño según la categoría del funeral. En los entierros de dos panes se utilizaba el de 1,76 m. de largo x 1,25 m. de alto; en los de un pan, uno más pequeño, de 1,5 m. x 1,10. Ambos tenían una cruz en el centro y a los lados orificios para introducir las candelas. Si el entierro era de medio pan se utilizaba uno menor, de 1 m. x 0,72 m. que carecía de cruz. Para el funeral de niño había un hachero de color verde oscuro, con una cruz en el centro y cuyas medidas eran de 1,45 m. x 1,10 m.

En Zeanuri (B), anteriormente a 1922, en la cabecera de la sepultura se colocaba un bastidor de madera sin pintar donde se colocaban las candelas.

En Lemoiz (B), el hachero, atxeru, colocado en el lugar denominado arkade, tenía forma rectangular y se apoyaba en dos patas pequeñas. Contaba con una cruz en el centro donde se sujetaba un hacha y en cada costado se ponía una vela.

En Getaria (G) utilizaban un pequeño hachero triangular denominado argizaiola. Consistía en una tabla de madera en forma de «A» con la candelilla, pildumena, en el vértice y tres velas en la base.

Hachero. Amezketa (G), 1986. Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.

En San Martín de Unx (N), el hachero o «añal» consistía en un banco de madera de unos 45 cm. de alto y 46 cm. de largo. Contaba con dos anaqueles de madera, el inferior para dar estabilidad a las dos patas y el superior con los extremos recortados en forma geométrica. Las dos repisas disponían de tres orificios cilíndricos, de 6 cm. de diámetro en la superior y de 1,3 cm. en la inferior aproximadamente para encajar sendas «hachas» de 96 cm. de altura y 6 cm. de diámetro. Estas eran de madera, con una capa externa de cera y sobre ellas se colocaban las «candelicas». Las hachas tenían en la parte superior una chapa circular de estaño, de diámetro un poco mayor, para recoger la cera derretida.

Únicamente las familias pudientes disponían de hachero, los demás vecinos usaban para la misma finalidad la canastilla o incluso una palmatoria. En ocasiones, se prestaban los hacheros unos a otros ya que sólo se necesitaban durante un año a partir de que se produjera la defunción, aunque había familias que, excepcionalmente, le hicieran durar un mes más y levantaran el añal a los trece meses. Por esta razón se les llamaba «añales». Se empleaban además los días 1 y 2 de noviembre, festividad de Todos los Santos y de Animas respectivamente.

En las Améscoas (N) utilizaban el añal, consistente en un estante de madera donde se colocaban las velas y hachas de cera que habían de arder en la sepultura[1].

En Berganzo (A), los hacheros más comunes estaban dotados de un gran orificio central para un hacha y cuatro más pequeños a los lados para velas. Algunos modelos disponían además de un orificio en cada extremo donde ubicar sendas hachas.

En Gamboa (A), el hachero constaba de dos tablas verticales que hacían de patas de sujeción que sostenían otras dos horizontales con agujeros para colocar hachas o velas gruesas. A veces se adornaban con relieves silueteados y tallas y se remataban con un triángulo o en cruces.

En Ribera Alta (A), el hachero llevaba dos velones o cirios grandes a ambos lados y entre ellos se encendían velas. Era propiedad de la iglesia y, en ocasiones, se colocaba en la sepultura doméstica que tuviera algún familiar difunto reciente.

En Aramaio (A) los hacheros podían ser propios o prestados. Cada uno constaba de 4 ó 6 agujeros para colocar otras tantas velas.

El «velero» es similar al hachero pero, como su nombre da a entender, sirve de soporte preferentemente para velas. Se ha recogido su uso en Amézaga de Zuya (A) y Lezaun (N). A veces se alternaban orificios pequeños y grandes donde se colocaban velas y hachas (Amézaga de Zuya A).

Añal y canastillo de sepultura (planta y alzado). San Martín de Unx (N). Fuente: Francisco Javier y José Ángel Zubiaur, Grupos Etniker Euskalerria.

Sepultura. Fuesa

En Berastegi (G) le denominan sepultura a un mueble de tipo rústico, especie de cajonera de tres lados, de 60 cm. de altura por 27 cm. de fondo, donde se depositaban las cerillas, eskubilduak, y las velas normales. Para sujeción de las velas la sepultura disponía de cuatro orificios, dos a cada lado.

Bajo idéntica denominación se ha recogido la utilización, en Goizueta (N), de una arquita en la sepultura. Se describe así: zurkutxa bereziari, jarlekuan jartzen zenari, «sepultura» esaten zitzaion. Sepulturan jartzen ziren argiak. (A la arquita especial de madera que se colocaba en la sepultura de la iglesia se le llamaba asimismo «sepultura» y en ella se colocaban las luces).

En algunas localidades de Navarra se le denomina «fuesa» a una especie de capillita de madera construida con tres tablas sobre una base, igualmente de madera. En ella se colocaba un cestillo de mimbre cuya tapa tenía unas perforaciones que servían tanto para introducir como para sostener las velas que allí se dispusieran. Con esta misma finalidad, la base de la fuesa, o el pequeño estante que algunas personas llevaban, estaba también horadada. En ciertas ocasiones, además de las velas sobre la tabla de la fuesa, sobre el cestillo o dentro de él, saliendo el cabo recto por un orificio, se ponía una cerilla larga, de cera blanca o roja. En Baztan (N), al soporte de madera donde se apoyaba el cestillo le denominaban zareko ola[2].

También en Azparren-Artzibar (N) utilizaban para el soporte de las velas una capillita de madera tallada con una cruz; en su interior se colocaba un canastillo con dos velas y un rollo de cera[3]. En Romanzado y Urraul Bajo (N), en las iglesias de Iso y Grez, se ha constatado igualmente el uso de las fuesas[4].

“Sepultura”. Berastegi (G). Fuente: Iñaki Linazasoro, Grupos Etniker Euskalerria.

Argizaiola

Entre los objetos usuales en los ritos y ceremonias fúnebres hasta tiempos recientes está la argizaiola o tablilla en que se arrollaba la cerilla que ardía en la sepultura familiar de la iglesia. Según D. José Miguel de Barandiarán, las tablas de velilla arrollada que ocupan las laudas de los templos, llamadas argizaiolak, y las sepulturas simbólicas o jarlekuak tomaron auge a raíz de la generalización de los enterramientos dentro de la iglesia en la Edad Media, lo que hizo que cayeran en desuso las estelas sepulcrales en gran parte del país[5].

Estas tablas, en ocasiones antropomorfas y talladas, eran propiedad de cada familia y se colocaban sobre el paño blanco o negro que cubría la sepultura. Las tallas, generalmente, consistían en rosetones, círculos y espirales. Estos motivos ornamentales, según el citado autor, tienen una tradición antiquísima puesto que se ven en monumentos de la Edad Media. Discos radiados son frecuentes en piedras sepulcrales medievales (Nanclares de Gamboa-A, Ziortza, San-timamiñe de Kortezubi-B)[6].

Peña Santiago publicó en el año 1964 un importante catálogo de argizaiolak con numerosos datos sobre creencias, ritos y costumbres relacionados con ellas, recogidos por él entre los años 1961 y 1964, referidos a Gipuzkoa[7].

Se ha constatado su uso, aunque se le conociera bajo distintas denominaciones, en Apodaca, Baranbio, Bernedo, Legutiano, Llodio, Salvatierra, San Román de San Millán (A); Bermeo, Orozko, Zeanuri (B); Ataun, Beasain, Berastegi, Deba, Alzola-Elgoibar, Elosua, Ezkio, Getaria, Telleriarte-Legazpia, Zerain (G); las Améscoas, Aria, Garde (N); Armendaritze, Heleta y Iholdi (BN).

Argizai-subila. Zeanuri (B). Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

En Ataun (G), en la década de los años veinte se utilizaba la argizai-kajea, que era candelilla arrollada en una tablita de madera cuadrada, que se apoyaba sobre cuatro patas, nombre que le proviene de que antes solía ser verdadera caja hueca de madera, sustentada también por cuatro patitas. Anteriormente se usaron las argizaiolak[8].

En Zerain (G) se han utilizado desde las tablas sencillas a las ricamente labradas, macizas o huecas. Abundaban las de forma de caja con guijarros dentro. Las más antiguas conservadas datan del siglo XVIII.

En Elosua (G), la argizaiola más antigua consistía en una tabla de madera, sin adornos, de 10 cm. de ancho por 17 de largo que con los asideros alcanzaba los 37 cm. aproximadamente. Posteriores en el tiempo son la de madera maciza y la hueca, ambas con cuatro patas de 2,5 cm. La hueca llevaba dentro unas piedrecitas que hacían que al sacudir la caja, sonase.

En Telleriarte-Legazpia (G) tenía 40 cm. de largo por 15 de ancho, con tallas del sol y figuras de arte popular vasco. Se conocía un modelo más corto, de 20 cm. de largo que contaba con cuatro patitas. Había argizaiolak también de otros modelos y tamaños.

En Orozko (B), la cerilla se arrollaba a un carrete de madera cuyo eje, un cilindro de 30 cm. de longitud y 12 cm. de diámetro, tenía encajadas sus bases en dos cuadrados de 20 cm. de lado, con molduras escalonadas. No presenta mango ni adornos de talla. Según señala un informante, se le llamaba argimutile, portaluz.

Argizai-subila. Zeanuri (B). Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

En Salvatierra (A) se le denominaba «tabla de cerilla». Era cuadrada, de unos 15 a 20 cm. de lado y 5 cm. de grosor, con las aristas redondeadas. Las más delgadas eran macizas, generalmente de madera de haya, mientras que otras estaban hechas con tablillas delgadas que se montaban a modo de caja cerrada donde se introducían uno o varios granos de maíz. Tenían cuatro patas de 3 cm., torneadas, y sin aristas. La cerilla se enrollaba por capas en ambos sentidos.

En Bernedo (A) recuerdan el uso de una tabla lisa con mango, sin ningún tipo de adorno, donde se enrollaba la cerilla. En Deba (G) consistía en una tabla con más o menos adornos, también con asa o mango en un extremo donde se arrollaba la cerilla, pillimuna. En San Román de San Millán (A) colocaban en la sepultura un taco rectangular de madera al que rodeaba la candela. De igual forma en Apodaca (A) arrollaban la cera sobre una tabla cuadrada. En Garde (N) llamaban «las ceras» a unas tablas de madera de 10 x 5 cm. sobre las que se enroscaba un hilo cubierto de cera que, para poder moldearlo bien, previamente se introducía en un barreño con agua caliente. En las Améscoas (N) se utilizaban unas cerillas delgadas y muy largas enroscadas en una tablita cuadrada[9].

En Artziniega (A) llaman hachero a la tablilla con cuatro patas en la que se enrosca un cordón de cera.

En Heleta (BN), la cerilla de tipo cuadrado se enrollaba en los dos sentidos a una placa de madera no tallada de 20 cm. por 35 de largo y de 1 a 2 cm. de espesor. En Armendaritze y Iholdi (BN) la cerilla grande, ezko handia, se enrollaba sobre una tablilla cuadrada de madera, sin pintura ni decoración alguna, de unos 15 a 20 cm. de lado.

Argizaiolak. Zerain (G). Fuente: Karmele Goñi, Grupos Etniker Euskalerria.
Argizaiola. Amezketa (G). Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.

Candelero

En algunas sepulturas las velas se colocaban en candeleros o candelabros de plata, bronce o latón. Esta tradición se ha recogido en Salvatierra, San Román de San Millán (A), Carranza, Durango, Zeanuri (B); Elosua, Urnieta (G) y Lezaun (N). En Goizueta (N), a la vela sobre candelero se le denomina zutargia. En Amezketa (G), el hachón o kandela se ponía en su portavela, kandelatoki.

Hay que señalar que en muchas localidades se empezaron a poner candeleros con velas, dos o cuatro generalmente, en las sepulturas cuando dejaron de usarse las tablillas con cerilla o las ceras que sustituyeron a éstas.

El número de velas dependía de cada familia. Así, en Salvatierra (A) encendían seis u ocho y la cerilla. En Urnieta (G) un candelero con cuatro velas; en Eugi (N) ocho velas, pero más comúnmente dos o cuatro. En Bermeo (B) cuatro candelabros pequeños, kandelabro txikijek, con velas; en Plentzia (B) un hachero y cuatro candelabros y en Abadiano (B) dos velas y las familias adineradas, cuatro. En Durango (B) era la serora la que en la manta (sepultura colectiva) colocaba cuatro candeleros con velas encendidas en los funerales de 1.a y dos más pequeños y más corrientes en los de segunda y tercera.


 
  1. Luciano LAPUENTE. “Estudio etnográfico de Améscoa” in CEEN, VII (1971) p. 82.
  2. P. DONOSTIA. “Cires et paravents d'Eglises de Baztan” in Bulletin du Musée Basque, XII (1930) p. 59.
  3. Mikel ARANBURU. “Folklore festivo del Valle de Arce” in CEEN, XXI (1989) p. 374.
  4. José de CRUCHAGA. “Un estudio etnográfico de Romanzado y Urraul Bajo” in CEEN, V (1970) p. 217.
  5. José Miguel de BARANDIARAN. Estelas funerarias del País Vasco. San Sebastián, 1970, p. 47.
  6. José Miguel de BARANDIARAN. “Algunos casos de arte rudimentario en la etnografía actual del pueblo Vasco” in Quinto Congreso de Estudios Vascos. Arte Pogular Vasco. San Sebastián, 1934, p. 47.
  7. Luis Pedro PEÑA SANTIAGO. La “Argizaiola” vasca. San Sebastián, 1964.
  8. AEF, III (1923) p. 123. En una asignación dotal del s. XVIII vienen ya mencionadas “tres tablas de ofrecer cera en la iglesia, la una dorada”. Vide Juan de ARIN DORRONSORO. “Ataun. Toponimia de carácter religioso” in AEF, IX (1929) p. 51.
  9. Luciano LAPUENTE. “Estudio etnográfico de Améscoa” in CEEN, VII (1971) p. 82.