Sortilegios y maldiciones. Creencia en su eficacia

En nuestra encuesta etnográfica llevada a cabo al final del siglo XX, se constata repetidamente que la gente “ya no cree en los sortilegios” (Amézaga de Zuya, Berganzo, Moreda, Ribera Alta, Valdegovía-A; Abadiano, Amorebieta-Etxano, Durango, Gorozika-B; Astigarraga, Beasain, Berastegi, Bidegoian, Oñati, Zerain-G; Aoiz, Arraioz, Eugi, Izurdiaga, Lekunberri, Lezaun, Murchante, Obanos, San Martín de Unx, Tiebas-N).

Esto mismo cabe decir de las maldiciones: “Aquí de eso nada, la maldición no mata al lobo” (Améscoa-N); “Maldición de gitano no mata cabra” (Mendiola-A); “Las maldiciones son como las procesiones, por donde salen entran” (Valdegovía-A). “Las maldiciones echadas a una persona se vuelven bendiciones” (Allo-N).

En San Martín de Unx (N), a la pregunta sobre la eficacia de los sortilegios o maldiciones los informantes responden: “¡Aquí no ha habido nada de eso!”, “¡De eso existe en la Montaña!” refiriéndose a la parte pirenaica de Navarra.

En Allo (N) la mayoría de los encuestados niegan la eficacia de los sortilegios y de las maldiciones y manifiestan que tales prácticas no son compatibles con las creencias cristianas.

Tampoco en Astigarraga (G) se cree por lo general en las maldiciones, maldizioak, ni en el poder de éstas; sin embargo algunos sostienen que una enfermedad puede ser causada por voluntad de alguna persona “que tiene rabia o manía a alguien” y que cualquier persona “puede echarle a otra la maldición”. Los informantes de Amézaga de Zuya (A) no creen en sortilegios ni en brujas pero hacen alusión a los “malos y buenos espíritus”. En Durango (B) y Lezaun (N) dicen no creer en estas cosas; no obstante anotan que las maldiciones de gitanos o mendigos, causaban cierta inquietud.

En Améscoa (N) una informante negó dar crédito alguno a maleficios y sortilegios; pero cuando ella misma preguntó a su abuela sobre el significado de una pata de tejón que guardaba como amuleto en el armario, ésta le contestó enérgica: “Estas cosas las chicas las dejan quietas y se callan”. “Estas contestaciones –comenta el encuestador Luciano Lapuente– me han hecho sospechar si aquello de creer en agüeros y uso de hechicerías que condenaba el viejo catecismo de Astete, no habría calado en la conciencia de nuestras gentes hasta el punto de tener por pecado el mero relato sobre genios y espíritus. Ésta puede ser la causa de que no se encuentre en Améscoa ni rastro de las leyendas que tanto abundan en el país vasco”[1].


 
  1. Luciano LAPUENTE. Las Améscoas (Estudio Histórico-Etnográfico). [S.l.]: 1990, p. 192.