Trashumancia menor y transterminancia

En el caso de la trashumancia menor y transterminancia, los propios pastores consideran este ciclo como un período de trabajo duro, pues el ordeño y la elaboración del queso conllevan largas horas de trabajo. Sin embargo, para algunos es también un momento de tranquilidad, donde pueden disfrutar de su profesión alejados del agobiante ritmo de trabajo del valle.

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Montes de Álava y Bizkaia

En Toloño (A), los pastores de la vertiente N, de Berganzo y Pipaón, suben el ganado a la sierra y lo dejan allí durante la noche, mientras ellos bajan a pernoctar al pueblo. Existen refugios que se usan cuando hace mal tiempo. Similar procedimiento siguen los pastores de la vertiente S. En Lanciego, el rebaño se queda toda la temporada de verano en la sierra y por la noche queda encerrado en los corrales y majadas al aire libre. Los pastores pasan la noche en casa. Únicamente bajan a comer con el rebaño al pueblo el fin de semana que coincide con las fiestas patronales de la localidad.

En Ribera Alta (A) los pastores foráneos, procedentes del N del territorio alavés y de Bizkaia sólo permanecen en la comarca durante la jornada laboral, pues todos los días van y vienen en coche a sus localidades de origen, dejando su rebaño en un lugar seguro del monte. Se les reconoce fácilmente por el acompañamiento del vehículo.

En Urkiola (B) los rebaños del mismo caserío ocupan en las campas los mismos rediles, eskortak, donde pastan en régimen de semilibertad. Cada dos días o incluso a diario se sube desde el valle a visitar el ganado y se vuelve a casa a dormir. Su trabajo principal es cuidar que cada grupo no salga de su zona de pasto y evitar que se pierdan o dispersen.

En Oiz (B), en otras épocas, durante las fechas del aprovechamiento estival de sus campas por los rebaños de las localidades aledañas, los pastores permanecían en casa la mayor parte del tiempo, ya que, al no tener esta actividad como única dedicación, precisaban atender las labores del campo. Los ganados se hallaban en el monte en régimen de semilibertad dentro de las zonas que cada cual tenía adjudicadas, pues no había problemas con los depredadores. Si se mezclaban, con la simple presencia del pastor bastaba para que se separaran. Se subía a diario muy temprano, excepto si hacía mal tiempo, con objeto de mover los animales para que no estuvieran demasiado tiempo al sol, lo cual podía provocarles una insolación. Esta labor la realizaban en ocasiones los hijos pequeños de la casa.

En las sierras vascas interiores, como norma general, la estancia se realizaba en las chabolas, que eran individuales. En Gorbea (A y B) los pastores sólo eran usufructuarios de las mismas. Si se deseaba conservar este derecho, debían pasar al menos un día durante el verano con sus ovejas o un carnero[1].

Pastando en Gorbea. Zeanuri (B), 1988. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

Sierra de Aralar

En Aralar la jornada diaria del pastor comienza temprano, hacia las seis de la mañana, para recoger las ovejas que se han dispersado durante la noche. A continuación se ordeñan y se hace el queso, al menos durante los dos primeros meses en que los animales tienen leche. Cada rebaño permanece en la zona que tiene asignada su parcela de sesteo, sin irse a la de otro pastor.

Las condiciones de habitabilidad han mejorado mucho. Las autoridades han emprendido renovaciones de las infraestructuras y así hoy en día la mayoría de las chabolas tienen ya agua corriente y se han instalado paneles solares que les dotan de iluminación. Estas chabolas, que son propiedad de la Mancomunidad de Aralar, se disfrutan en régimen de concesión por periodos de 10 años prorrogables.

Los pastores se reúnen a menudo en cualquiera de las chabolas para comer y charlar. La comida se la preparan ellos mismos, excepto el día en que sube alguna mujer del valle y entonces hay ración especial. Los víveres se acarrean una vez a la semana y para dicha finalidad bajan en busca de provisiones con caballos y mulas, pues los vehículos no pueden llegar a todas las chabolas, y menos tras la declaración de Parque Natural.

Un día por semana descienden al valle a caballo o en coche para acarrear los quesos que han elaborado. Cuando las ovejas dejan de dar leche, el trabajo de la sierra no les retiene tanto y las bajadas se hacen más frecuentes. Por otra parte, avanzado el verano, cuando llega la temporada de segar y secar la hierba de cara al invierno, algunos pastores deben hacer viajes a casa casi a diario.

En Larraun (N) se ha recogido el dato de que los rebaños de ovejas y yeguas pastan en la zona del Aralar navarro libremente a su antojo y, dada la cercanía de la localidad con la sierra, los pastores sólo suben de vez en cuando a vigilarlos, controlando su localización y bienestar.

Sierras de Urbasa y Andia

En las sierras navarras de Urbasa y Andia, los pastores transterminantes de los pueblos limítrofes llevan un régimen de vida y trabajo distintos al de los trashumantes, que tiene su razón de ser en la distinta raza de las ovejas (lachas preferentemente) y la circunstancia de la proximidad a su lugar de origen. Dedican la mayor parte del tiempo a hacer quesos a la manera tradicional y a atender a las ovejas (ordeñar, apacentar, etc.). Además tienen que salir a vender los quesos a las ferias de los pueblos cercanos, o no tanto, como Ordizia. Dedican también mucho tiempo a buscar ovejas perdidas.

Los pastores solían permanecer toda la semana en la sierra y bajaban al pueblo a cumplir el precepto dominical de la misa, circunstancia que era esperada con ilusión por sus seres queridos. Otro momento en que los pastores y sus familias disponían de algún tiempo libre era con ocasión de las grandes festividades religiosas: Santiago y la Virgen de Agosto, época en que el ordeño cesa. Lo mismo ocurría con motivo de las romerías a las ermitas de la sierra. Tenían como ayudantes a criados o zagales adolescentes foráneos, quienes trascurridos tres o cuatro años en el oficio debían ser renovados porque generalmente regresaban a su tierra.

Ahora las condiciones de vida de los pastores han mejorado sensiblemente. Las chabolas están bien acondicionadas, pues tienen butano, generadores de luz, transistores, televisión, etc. Está también el coche que les permite volver a dormir a diario a los pueblos. Además, aunque los rebaños son mayores y cuesta más manejarlos, la mayoría de los pastores han dejado de hacer queso y se dedican a la venta directa de la leche a las grandes centrales lecheras, que suben con camiones a recogerla a la sierra.

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Hoy en día se ha introducido un factor nuevo de cambio, la declaración de determinadas zonas de montaña como Parques Naturales, cuyas consecuencias quedan todavía por determinar. También es cierto que la Administración se ha hecho consciente de la problemática del pastoreo y han surgido iniciativas destinadas a revitalizarlo: arreglo de chabolas y caminos en Aizkorri (G), creación de una escuela de pastoreo en Oñati (G), cursillos a los pastores de Aizkorri para el perfeccionamiento en la fabricación de quesos, etc.


 
  1. Idem, «Albergues veraniegos, trashumancia intrapirenaica», op. cit., pp. 396-397.