Tratamiento de la herida

Habitualmente la primera operación consistía y consiste en lavar bien la herida.

En Lemoiz (B) limpiarla con agua de sal. En Abadiano (B) lavarla con agua hervida y aplicar yodo. En Izal (N) limpiarla con vino de la bota. En Izurdiaga (N) aplicar vinagre y sal. En Pipaón (A) lavar bien con agua oxigenada o con agua solimada. En Bernedo (A) con agua hervida y jabón y después aplicar alguna pomada; también con agua oxigenada y yodo. En el Valle de Erro (N) con alcohol y si no se disponía de éste con zotal.

En Apodaca (A) si la mordedura era profunda se hacía sangrar bien. Este remedio se ha puesto en práctica con cierta frecuencia siempre que se ha producido una herida o un pinchazo profundos, para desinfectarlos y evitar que se produzca infección.

En cuanto a la aplicación de líquidos muy calientes con el objeto de desinfectar la herida, en Amézaga de Zuya (A) consideran fundamental limpiarla con agua hervida o aceite muy caliente. A continuación aplican cerato. Como desinfectante también emplean agua oxigenada.

En Muskiz (B) por miedo a la rabia, cuando se producía una mordedura de perro o de rata se obraba del mismo modo a como se hacía cuando se pinchaban con un clavo, se vertía aceite hirviendo gota a gota.

En Beasain (G) se limpiaba bien con agua muy caliente y se trataba como a otra lesión cualquiera.

En Bidegoian (G) se hacía una mezcla de aceite y vino a partes iguales, se calentaba y se aplicaba sobre la herida.

En Zerain (G) después de limpiarla con agua caliente, aplicaban una cataplasma de hojas de murajes, pasmo-belarra, y miel que se mezclaba al calor. En esta misma población consideraban que lo mejor para limpiar las mordeduras de perro era hacer una mezcla a partes iguales de aceite y vino, que se calentaba y se aplicaba muy caliente, para quemar la herida, a la temperatura que lo pudiese soportar el afectado sin que le quemase. Después se le aplicaba una cataplasma que se hacía con aceite y vino en la misma cantidad, tres hierbas, iru pasmo-belar, en concreto Anagallis arvensis de flor blanca y de flor roja y Glehoma hederacea, además de un poco de cera virgen. Se mezclaba todo y se aplicaba sobre la lesión. Había que cambiarlo todos los días.

En Arraioz (N) se calentaba aceite con ajo y cuando estaba bien caliente se aplicaba sobre la herida. En Lekunberri (N) también se desinfectaba la zona mordida con aceite frito con ajo.

Más drástico aún era el remedio aplicado en Améscoa (N). Aquí se quemaba la herida con un hierro rusiente por miedo a la rabia. También se le aplicaba la estampa de Santa Quiteria, abogada contra esta enfermedad.

Muy antiguo debe ser el remedio descrito a continuación teniendo en cuenta el elemento mágico que en él se constata.

Perro rabioso, txakur amorratua. Fuente: Dioscórides. Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos: edición de 1566. Madrid: Fundación de Ciencias de la Salud, 1999.

En Zerain (G) para curar la mordedura de perro o de burro, primero se limpiaba la herida con agua caliente y luego se cortaba un mechón del pelo del animal, se ponía sobre la lesión y se ataba. A los nueve días se soltaba lo atado y se comprobaba que ya estaba curado.

En Bidegoian (G) antaño para curar la mordedura de un perro se obraba de igual modo: se limpiaba la herida y luego se cortaba un mechón del pelo del animal que la había causado y se colocaba sobre la misma. Se mantenía así varios días hasta que se curase.

En Liginaga (Z) y Uharte-Hiri (BN) las mordeduras se curaban cubriéndolas con el pelo de la cola del mismo perro que había mordido[1].

En Telleriarte (G), en tiempos pasados, se le hacía lamer al perro la herida ya que se consideraba que su lengua “era lo más limpio”, txakurraren mingaiña garbiena dalako.

También estuvo difundido en tiempos pasados el uso de remedios con plantas tal y como se recoge en las siguientes descripciones. Ya se ha citado anteriormente algún caso.

En Astigarraga (G) sobre la mordedura se solía poner un emplasto de verbena para “limpiar la sangre sucia” y luego pomada casera. Otras veces se aplicaba arnica o iodo-belarra machacada. En Telleriarte (G) se colocaban unos trapos humedecidos en yodo y agua de mermen-belarra.

En Elosua (G) se machacaba un diente de ajo hasta que desprendía un líquido con el que se quemaba la herida; después se cubría con un trapo. Algunos también aplicaban en la mordedura una telaraña.

En Bermeo (B) se aconsejaba frotar la zona lesionada con ajos o bien cortar éstos en rodajas y ponerlas sobre la mordedura cubriéndola a continuación con una venda.

En Vasconia continental para calmar el dolor y prevenir la infección se aplicaba a la herida un ungüento compuesto por ajos fritos en grasa sin sal, que se daba tantas veces como fuese necesario[2].

En Muskiz (B) a estas heridas y a otras se les aplicaba la savia de la celidonia. En Bidegoian (G) también se quemaban con la savia de la hierba yodo. En Gorozika (B) se ponía sobre las mismas epai-bedarra.

En Bedarona (B) se aplastaban ortigas, se les echaba un poco de sal y la masa se colocaba encima de la lesión, cubriéndola con una tela. Se cambiaba cada noche.

En Mendiola (A) se desinfecta la mordedura como cualquier otra herida, con agua oxigenada o yodo, y se acude al médico para su tratamiento. Antaño era común recurrir a una pomada que se elaboraba batiendo aceite, manteca, leche y hollín, que facilitaba su cicatrización.

En Sangüesa (N) se untaba la herida con grasa de caballo.

En la actualidad lo corriente es lavar la herida y desinfectarla con los productos que se pueden adquirir en el mercado. También acudir al médico para recibir un tratamiento adecuado.

En Moreda (A) la lavan con agua oxigenada y la desinfectan con alcohol. Acuden al médico, se ponen la vacuna antitetánica y toman antibióticos.

En Valdegovía (A) dicen que si el perro está vacunado no ocurre nada pero que de no estarlo se debe vacunar a la persona mordida y observar al animal por si tiene rabia o no.

En tiempos pasados también se obraba así pero sobre todo si el perro había causado una herida importante o se sospechaba que pudiese estar rabioso.

En Carranza (B) si la mordedura revestía seriedad se acudía al médico y en caso de juzgarse necesario se mantenía en observación al perro y se sometía al afectado a un tratamiento consistente en la aplicación de una serie de vacunas de las que todos los informantes recalcan su dureza. Si la herida no era tan grave se curaba en casa y el tratamiento al que se sometía era similar al realizado con otras lesiones, si bien en este caso se llevaba a cabo con mayor escrupulosidad.

En Berganzo (A) cuando se producía una mordedura se desinfectaba y se comprobaba si el animal estaba rabiado. Si había rasgado la piel se iba al médico y si no, se curaba con alcohol, yodo o agua oxigenada.

En Berastegi (G) se limpiaba la herida con agua o con agua oxigenada y se ponía alguna pomada. Después se indagaba si el perro tenía rabia para acudir al médico en caso afirmativo.

En Ribera Alta (A) consideraban que la mordedura de un perro era un asunto serio. Lo primero que hacían era desinfectarla con agua hervida y yodo y después asegurarse de que el perro no tuviera la rabia.


 
  1. Black recogió esta práctica de curar la herida causada por la mordedura de un perro con pelo del propio animal como ejemplo de magia simpática. Vide William G. BLACK. Medicina popular. Barcelona: Alta Fulla, 1982, pp. 68-70.
  2. DIEUDONNÉ. “Medécine populaire au Pays Basque” in Gure Herria. Tomo XXVI. Bayonne: 1954, p. 196.