Tributo al novio forastero

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En varias poblaciones del ámbito rural o en localidades de mediana dimensión hay constancia de que los muchachos que llegaban de fuera y establecían relaciones de noviazgo con chicas del pueblo padecían el acoso de los mozos del mismo.

En Elgoibar (G) estaba mal visto que los forasteros bailaran con las chicas del barrio y por este motivo había infinidad de peleas, ya que a los del pueblo no les gustaba que viniesen de otros a llevarse las muchachas. En Artziniega (A) siempre existieron peleas de los mozos del pueblo con los de los alrededores por considerar igualmente que los de fuera venían a llevarse a las mozas. Tampoco en Oñati (G) ni en Obanos (N) eran bien vistos los chicos de fuera que viniesen a quitarles las chicas. En Bidegoian (G) el novio foráneo a veces era visto con algún recelo y había casos en los que se decía: "Neri orrek, kanpotik etorri eta, neska kendu zidak" (Ese ha venido de fuera y me ha quitado la novia). A Nabarniz (B) llegaban jóvenes de las localidades circundantes lo que causaba disgusto a los chicos del pueblo hasta el punto de que a veces la emprendían a pedradas con ellos. A Ajuria (Muxika-B) también llegaban jóvenes de los barrios o localidades próximas con motivo de las fiestas patronales. Las chicas celebraban con júbilo la presencia de muchachos foráneos pero no ocurría lo mismo con los chicos que los consideraban intrusos y acababan arrojándoles piedras o trozos de tejas. En Gorozika (B), Ezkio (G) y Goizueta (N) también hay constancia de que se recibía al novio forastero a pedradas.

En San Martín de Unx (N) antaño los mozos del pueblo hacían el vacío al forastero que mantenía relaciones con una chica de la localidad "porque quitaba a los demás una moza". Para contrarrestar la situación estos muchachos procuraban hacer amistades en el pueblo rápidamente.

En Valcarlos (N) no era bien visto por los mozos que un muchacho de fuera entablara relaciones con una valcarlina. Como consecuencia se oía la expresión: "Urdía! Zertaa jiten da hunas? Guk etxiuguaunak guaundako sobera..." (iPuerco! ¿a qué viene aquí? No son demasiadas para nosotros...)[1].

En Artajona (N) en las primeras visitas del novio forastero existía cierto recelo por parte de los mozos. Estos afirmaban: "De fuera vendrán y nos las quitarán" y para consolarse y por desquite hacia las cualidades que la chica había visto en su novio solían añadir: "No somos buenos, pero los que vienen de fuera no son mejores".

En Amikuze (BN) los muchachos consideraban que los gascones y bearneses acudían a sus pueblos para llevarse a las chicas, lo que ocasionaba problemas con ellos.

El chico forastero se hallaba en una situación más crítica cuando su novia era pretendida por un mozo de la localidad.

En Artziniega (A) a veces ocurría que uno del pueblo estaba enamorado de la pretendida por el foráneo, lo que daba lugar a que se juntaran varios chicos y le hiciesen correr. También en Telleriarte (G) se apedreaba a los muchachos de otros pueblos que venían a cortejar a una chica que era pretendida por uno de la localidad. En Carranza (B) si algún chico del barrio había tratado de hacerse novio de la muchacha que salía con el forastero, éste padecía apedreos más intensos que de costumbre; en estos casos, cuando acompañaba a la novia a su casa optaba por no acercarse al pueblo.

El procedimiento más extendido para agredir al novio foráneo fue precisamente apedrearlo.

En Abadiano (B) y en Lekunberri (N) cuentan que si el chico que llegaba no era del agrado de los de la localidad le recibían a pedradas. Un informante de Markina (B) que tuvo novia en Murelaga, decía que los chicos de esta localidad le tiraban piedras cuando acudía a ver a la novia. Otra informante, refiriéndose a Markina, recuerda que sacaban a los pretendientes forasteros a pedradas, arrika. En Muskiz (B) cuando dejaban a las novias y se iban hacia sus casas también les apedreaban.

En Carranza (B) si un mozo se hacía novio de una chica residente en otro barrio del Valle le ocurría a veces que cuando de noche acompañaba a la muchacha hasta su casa, al regresar hacia la suya los demás muchachos del pueblo le aguardaban apostados en los márgenes del camino para apedrearle y colocarle obstáculos. Los chicos obraban así "porque no les gustaba que fuesen a llevarles las mozas". Había ocasiones en que se tenía manía a un chico al que se le apedreaba sistemáticamente. A veces hasta las mismas chicas intervenían y así se cuenta algún que otro caso en que incluso la supuesta novia era cómplice y colaboradora en el apedreo.

En Elgoibar (G) después del baile del domingo si un chico había estado bailando con una casera y la acompañaba hasta las cercanías de su caserío, el muchacho debía andar con mucho cuidado ya que los chicos del barrio podían estar aguardándole escondidos para apedrearle.

En Lezaun (N) los novios que venían a la localidad a cortejar, esto es, a ver a la novia, estaban muy mal considerados. Cuando dejaban a la chica era muy corriente que les aguardasen en el camino de vuelta a sus pueblos y les tiraran alguna piedra, pero esto se hacía más por seguir una tradición que con la pretensión de hacerles daño.

En algunas localidades empleaban además de los apedreos otras formas de agresión contra los muchachos foráneos.

En Pipaón (A) no solía ser del agrado de los del pueblo que un joven de otra localidad llegara con intención de casarse con una chica del lugar. Hasta que formalizaban sus relaciones le solían arrojar piedras cuando por la noche se marchaba del pueblo y también le ponían tachuelas en la carretera para que pinchara las ruedas de la bicicleta o de la moto. En alguna ocasión se llegó a las manos, pero fue poca cosa.

En Berganzo (A) si el novio forastero no era del agrado de los mozos del pueblo, durante el baile mandaban a un muchacho que le orinase la gabardina por detrás. También le tiraban piedras, le pinchaban las ruedas de la bicicleta o se la escondían.

En Apodaca (A) a los muchachos que acompañaban a sus novias a otras poblaciones cuando volvían los apedreaban en las esquinas. Los informantes de Apodaca dicen que en esta localidad nunca se hizo esto y añaden que tras el asentamiento de la escuela concentrada desaparecieron las rivalidades entre los pueblos ya que todos se conocían desde pequeños.

En Moreda (A) les ponían piedras en las carreteras de acceso a la villa con el fin de que se cayeran de la bicicleta o de la motocicleta. A su vez cuando los de Moreda iban a otros pueblos les ocurría algo parecido. Un informante recuerda cómo en una ocasión en que fueron a Aras, los de este pueblo les cruzaron en la carretera una enfardadora con las varas atravesadas. A los muchachos de fuera les "echaban disparates y juramentos" y en algunas ocasiones les llevaban a las bodegas como si fueran los mejores amigos pero con la intención de "ponerles chispos", esto es, emborracharlos, y que de este modo las chicas de la localidad les aborrecieran. También era costumbre bautizar al forastero que viniera a casarse a Moreda con algún mote. En Obanos (N) a los novios que venían de fuera enseguida se les ponía mote y eran objeto de crítica por parte de las chicas. En Lekunberri (BN) se les recibía a pedradas o a bastonazos.

En Urduliz (B) aunque normalmente al novio forastero no se le ponía ninguna traba y era aceptado como uno más por el resto de los muchachos, también había algunos a los que no les gustaba que las chicas del pueblo se emparejaran con mozos de fuera y les hacían alguna trastada cuando volvían de acompañar a la chica a su casa. Esto ocurría en los años treinta y cuarenta. En los cincuenta y sesenta el único caso en que los chicos se sentían molestos era cuando con motivo de las fiestas llegaba al pueblo un grupo de mozos de otra localidad. Hoy en día los jóvenes tienen mucha más movilidad y esto facilita que puedan conocer gente de distintos pueblos.

En algunas localidades se han constatado casos en que se llegó a propinar una paliza al forastero.

En Subijana (A) los mozos del pueblo se juntaban al anochecer y aguardaban a que el muchacho saliese del mismo para propinarle una paliza, de modo que éste nunca llegaba a saber quiénes habían sido sus agresores porque lo hacían amparándose en la oscuridad.

En Beasain (G) no se recuerda que los jóvenes de la localidad impusieran tributo al novio forastero, pero algunos de la comarca sí lo pagaron en propia piel por ocurrírseles salir con alguna chica de Zegama. Y no fue sólo un caso aislado que un chico que regresara por la noche a pie o en bicicleta a su pueblo se encontrase con una cuadrilla de jóvenes zegamarras que le aguardasen en la carretera para propinarle una buena paliza.

En algunos casos las ofensas se mantenían incluso una vez que la pareja había contraído matrimonio. En el Valle de Elorz (N) un vecino relató que él, a principios de siglo, siendo vecino de Otano desposó a una mujer natural y vecina de Elorz. A algunos mozos no les gustó que un forastero se casase con una muchacha del pueblo, pese a que el novio iba a ser, a partir de entonces, vecino del mismo. Y en los anocheceres durante una temporada, los nuevos contrayentes tuvieron que soportar canciones poco gratas, alguna que otra pedrada a las ventanas del domicilio conyugal y otras lindezas[2].

En Allo (N) se ha constatado la situación inversa a la descrita hasta aquí. No era bien visto entre las muchachas que algún chico del pueblo cortejara a una moza forastera ya que se decía que en Allo las tenían "muchas y mucho majas". En el caso contrario las relaciones del novio forastero con los demás vecinos eran más bien escasas, algunos incluso le negaban el saludo.

En otras poblaciones las agredidas eran las muchachas. La razón puede ser la aducida por los informantes de Artziniega (A), según éstos cuando una joven empezaba a salir con uno de fuera se tomaba como un desprecio por su parte, como si en el pueblo no hubiera chicos. Los jóvenes de Burunda (N) a mediados de este siglo todavía apedreaban por el camino a las mozas que volvían a sus casas con chicos de los pueblos vecinos[3].

En Gatzaga (G) cuando el pretendiente no era natural del pueblo, los jóvenes se preparaban a defender sus derechos, incluso a pedradas, persiguiendo y amenazando a la pareja[4].

Para evitar que le siguiesen agrediendo, el chico venido de fuera debía ofrecer a los mozos del pueblo alguna compensación.

En Carranza (B) para evitar los apedreos o si ya había ocurrido alguno para que no se repitieran, el chico foráneo debía pagar "la entrada al pueblo" a los mozos del barrio de la novia. Consistía en invitarles a tomar una ronda de vino cuando se encontrasen en algún bar. En Izurdiaga (N) también tenían que invitarles a una ronda. En Muskiz (B) hace muchos años el novio forastero tenía que pagar una cuartilla de vino. En Oñati (G) una ronda de consumiciones para poder entrar en el grupo del barrio.

Un informante de Ezkio (G) recuerda que en un barrio de Azpeitia el chico que acompañara a alguna chica del pueblo debía invitar a una botella de vino en la taberna del barrio para que la bebiesen todos; si el acompañante era foráneo, en vez de una botella debía invitarles a dos. Esta costumbre se conocía como txikil-ardue.

En Berganzo (A) si el novio forastero era un poco chulo los solteros de la localidad le hacían pagar una cierta cantidad de dinero para luego hacer una merienda.

Los malos tratos recibidos por los muchachos forasteros fueron la causa en algunos casos de la ruptura del noviazgo. En Ribera Alta (A) hubo chicos que llegaron a cortar su relación con alguna muchacha del pueblo después de haber recibido una de estas palizas. En Carranza (B) si los apedreos se daban al principio del noviazgo algunas relaciones se rompían.

En algunas poblaciones, principalmente de Vasconia continental y la Montaña Navarra, se constató una costumbre diferente a la reseñada hasta aquí referida al tributo que debía pagar el novio forastero o su padrino el día en que se celebraba la boda. Este rito aparecerá descrito con detalle en un capítulo posterior sobre la ceremonia de matrimonio.


 
  1. José Mª SATRUSTEGUI. “Estudio del grupo doméstico de Valcarlos” in CEEN, I (1969) pp. 197-198.
  2. Javier LARRAYOZ. “Encuesta etnográfica del Valle de Elorz (2ª parte)” in CEEN, VI (1974) p. 78.
  3. José Mª SATRUSTEGUI. Comportamiento sexual de los vascos. San Sebastián, 1981, p. 204.
  4. Pedro Mª ARANEGUI. Gatzaga: una aproximación a la vida de Salinas de Léniz a comienzos del siglo XX. San Sebastián, 1986, p. 130.