Vacas

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Celo y cubrición

En Carranza (B) se dice que la edad a la que las novillas pueden quedar preñadas depende de la alimentación que reciban durante su crianza, ya que cuanto más abundante y completa sea antes alcanzan la madurez sexual. Suele acaecer ésta hacia los ocho o nueve meses; sin embargo, no es hasta los catorce o quince meses cuando se cubren por primera vez. Se espera hasta esta edad porque, si se les echa el toro o cubre demasiado jóvenes y no se las sobrealimenta, no acaban de completar su desarrollo corporal y se quedan muy pequeñas.

El estado de celo viene a durar en las novillas día o día y medio y en las vacas, algo menos. A entrar en este periodo se le llama salir al toro y durante el tiempo que se prolonga se dice que el animal anda al toro. Se asegura que a las vacas mayores les dura menos porque al ordeñarlas «se les quita el calor». Cuando una vaca sale al toro es frecuente que debido a la calentura dé en el primer ordeño mucha menos leche de lo habitual; sin embargo, en la segunda saca suele proporcionar la cantidad normal, lo que le hace perder el calor.

En Urduliz (B) cuando las vacas están en celo, se dice que están susera, beia suseratu egiten da, susera da, edo susera dago. La vaca puede entrar en celo a lo largo de todo el año, cada tres semanas, iru asterik iru astera. En la comarca de Gernika (B) a este periodo se le denomina susera y umeskea y a estar en celo, suseratu eginda o umeske da. A las vacas de leche les dura este estado doce horas y a las de carne poco más de cinco o seis. Normalmente tardan en manifestar el celo otros 21 días, no obstante las hay que lo vuelven a tener a los 18 ó 19 días.

En Orozko (B) también dicen susera. Cuentan aquí que les dura de dos a tres jornadas, siendo el día óptimo para cruzarlas el segundo. Si no quedan preñadas se repite cada veintiuno. Para decir que la vaca está en celo se utiliza urteinda dago.

En Anboto (B) utilizan la voz susaraldia para referirse a este estado.

En Beasain (G) llaman al celo susaldia; en esta población se dice que dura un día y que lo manifiestan cada dos.

En Urkabustaiz (A) llaman alta al celo de la vaca.

En Allo (N) se dice que está movida, salida, que busca el macho o que está en celo.

En Roncal (N) que está toridera o está torera. Aunque hoy en día pueden manifestar el celo durante todo el año debido a que se les alimenta muy bien mientras permanecen en la cuadra durante el invierno, antaño sólo lo presentaban en verano ya que en invierno apenas tenían pastos y hasta que no volvían al monte en primavera no se recuperaban. Les dura un día y suele manifestarse a los 18 ó 23 si no se han cubierto. En Izal (N) también que está torera y en Apodaca (A) que anda torera.

Según se recoge en Carranza, se sabe que una novilla o vaca está en celo por el comportamiento anormal que muestra. El animal se mueve intranquilo, brama a menudo y si está en el prado tiende a montarse sobre las demás vacas igual que lo haría un toro. Éstas, que corren cuando la otra trata de montarlas, se suben a su vez sobre la que está en celo, que por el contrario permanece inmóvil. Se dice entonces que «se está quieta», señal inequívoca de que se halla en celo.

Algunas vacas apenas muestran síntomas en estos días, de ellas se dice que salen sordas. Este problema, que en otros tiempos se manifestaba sobre todo con las vacas suizas, ocasiona al ganadero un serio inconveniente ya que le resulta difícil determinar cuál es el momento favorable para cubrirlas.

En Apodaca el momento propicio para saber si una vaca estaba en celo era cuando al mediodía se sacaban a que abrevaran. Si saltaba encima de las otras o la seguían los bueyes era señal inequívoca de que lo estaba. Las primerizas solían dar quebraderos de cabeza ya que parecía que se hallaban en celo pero al llevarlas al toro «a mostrar» se comprobaba que no era así y las tenían que dejar unos días más, saliendo el coste mayor ya que tenían que abonar la estancia.

Cuando en Carranza una vaca anda al toro no se suelta al prado porque al tratar de montarse sobre las otras no les deja pacer y como consecuencia ese día producen poca leche; además siempre se corre el riesgo, aunque sea pequeño, de que al montarse se despique, esto es, se disloque una extremidad anterior.

“Echando el toro” a una vaca. Carranza (B), 1999. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker  Euskalerria.

Durante las décadas pasadas a la generalización de la inseminación artificial cada casa solía tener un toro para cubrir sus vacas. Si en una época determinada se carecía de él, entonces se recurría al de un vecino al que tarde o temprano se devolvía el favor por el mismo procedimiento. Dar el toro o echar el toro son las expresiones utilizadas para designar la cubrición de la vaca por parte del toro, y al acto mismo de fecundarla se le conoce como coger. Algunos dicen que si una vaca orina seguido de echarle el toro, es que parirá una becerra.

En Roncal (N) la cubrición se denomina con este mismo término y también se dice que ya ha agarrado. En Orozko (B) kubridu jok y también zekorrak bete dau beia; en esta población señalan que se sabe que una vaca ha quedado preñada después de la cópula cuando queda encogida.

En Carranza si se está en época de paciones, la vaca se deja en casa tras ser cubierta y no se suelta al prado hasta el día siguiente ya que se piensa que al seguirse montando sobre las demás, expulsa el semen con los esfuerzos y no queda preñada.

Tras un parto se espera a que transcurran dos o tres meses hasta una nueva cubrición. Se respeta este periodo para que la vaca limpie, esto es, hasta tener la certeza de que no padece ninguna infección.

Cuando tras el parto la vaca muestra por primera vez síntomas de hallarse en celo, no se le da el toro de inmediato sino que se aguarda hasta la siguiente ocasión para ver si «sale bien con la luna» o, como también se suele decir, «si guarda el contuero». Esto significa que entre dos estados de celo deben mediar 21 días. Si la vaca sale al cabo de los mismos, es que está limpia o libre de infecciones y se le puede echar el toro. También se da por bueno que lo haga a los 19 o a los 23, aunque se estima que la probabilidad de que se quede preñada desciende respecto de si sale a los 21. Lo que se considera malo es que manifieste el estro al cabo de un número de días par, es decir, transcurridos 20 o 22.

Si muestra el celo a destiempo es que está sucia. Entonces se hace necesario lavarla y así tratar de que guarde el contuero ya que de otro modo no se le puede echar el toro.

Se debe tener en cuenta que si a una vaca sucia se le da el toro, éste también se ensucia, pudiendo contagiar después a todas las que coja. Este problema ha levantado de siempre suspicacias a la hora de echarle el toro a la vaca de un vecino, ya que éste debe ser lo suficientemente honrado como para llevar el animal en debidas condiciones.

Gravidez

El estado de gravidez dura en las vacas nueve meses. Según se recoge en Carranza (B), ésta es una de las razones por las que se estima que, de todos los animales domésticos, las vacas son las más parecidas a las personas. El día en que sale de cuentas se dice que cumple. Se afirma que la vaca que pare antes de cumplir expulsa las parias con más dificultad que la que lo hace después. En Roncal (N) de la vaca que ha salido de cuentas también se dice que está cumplida.

En Orozko (B) dicen que la luna ejerce gran influencia de modo que el parto sucede a partir de los nueve meses más los días que transcurran hasta el cambio de luna.

En Carranza la lactación se prolonga por lo general hasta pasar el séptimo mes de gravidez. A partir de entonces la producción lechera decrece paulatinamente hasta que la vaca se seca por completo. Para ello se comienza a ordeñar primero una sola vez al día, después en días alternos, más tarde cada tres, y así hasta que deja de dar leche.

Si la vaca es buena lechera, resulta difícil secarla a tiempo por lo que se le sustituye la hierba verde por seca y se le quita o reduce el pienso durante un tiempo para que produzca menos leche y se acabe secando.

Algunas vacas aparentemente salen al toro al cabo de unos meses de estar preñadas. Cuando ocurre esto se dice que es debido a que «la cría está echando el pelo», esto es, que le está saliendo el pelo al feto.

En Ataun (G) cuando una vaca tenía dificultades para quedar preñada, umetan ezingeratua, le daban de beber el agua resultante de la cocción de aizgaroa; también agua de alholva o hacerle tragar una cerda de su propia cola, para lo cual se metía en una mazorca de maíz; después de haber sido cubierta por el toro darle de beber un litro de agua resultante de cocer hormigas o meter la vaca en el embalse del molino[1].

Parto

En Carranza (B) consideran que el primer síntoma que anuncia la proximidad del parto es lo que se conoce como desmarcarse la vaca. Se dice que la vaca se está desmarcando o que ya está desmarcada cuando aumenta la separación entre los huesos de los cuartos traseros. El animal comienza entonces a mostrarse intranquilo y parece que no encuentra postura para tumbarse. Poco antes de parir rompe aguas o, como se dice, rompe la vejiga.

Para atender el parto es necesario que la vaca esté tumbada. Si se halla de pie se debe esperar a que se eche. Después se aguarda a que asomen las patas, es decir, a que comiencen a salir las pezuñas de las extremidades anteriores de la cría.

Ocurre a veces que la vaca se asusta y se vuelve a levantar. Entonces las personas que intervienen en el parto se retiran, procuran no hacer ruido y si es de noche, lo que es habitual, se apagan las luces. Todo ello en espera de que se vuelva a tumbar, ya que resulta más complicado sacar la cría estando el animal de pie.

Una vez tumbada la vaca y ya con las patas fuera, el que va a partearla se le aproxima con sigilo e introduciendo una mano por la nación o vulva comprueba que la cría viene bien y no de culo, es decir, que las pezuñas que asoman son las de las manos. También se asegura de que entre las mismas venga el morro y por lo tanto que la cabeza no está girada hacia atrás. Se aguarda entonces a que la vaca empuje, haga pujos, y se vaya dilatando, a lo cual le ayuda quien la partea tirando de los bordes de la nación. Cuando asoman bien las pezuñas se las ata con un ramal que se suele tener preparado para este menester. Toma los dos cabos de éste y ata primero una de las patas con un nudo corredizo y acto seguido anuda la otra. Los cabos deben quedar sujetos por detrás de los muñones para que no se deslicen ni se suelten.

En este momento intervienen las restantes personas; toman la cuerda y comienzan a tensarla suavemente. A la acción de tirar de las extremidades anteriores de la cría mediante un ramal se le denomina tirar de la pata. Como la vaca está tumbada, quienes tiran deben hacerlo agachados para que la cuerda quede lo más paralela al suelo. Por su disposición a lo largo del ramal y por la postura que adoptan, hacen recordar a los participantes de una competición de soka-tira.

Todos los que intervienen actúan siguiendo las órdenes del parteador. Una vez ha atado la primera mano, como antes se ha descrito, les manda que tensen esa parte del ramal, y cuando anuda el cabo libre a la otra extremidad, unen las dos partes de la cuerda y tiran simultáneamente de ambas.

Se empieza con intensidad constante y sin hacer demasiada fuerza ya que se debe esperar a que la vaca ayude. Cuando ésta inicia los pujos se tira con más energía según lo vaya indicando quien la partea, que a su vez sigue ayudando a la vaca a dilatarse. Éste es el momento de mayor esfuerzo ya que debe salir la cabeza. Una vez está fuera, el parteador se une a los demás y tiran todos con apremio y energía para acabar de sacar la cría. En esta situación, cuando el ternero tiene medio cuerpo fuera, si no se actúa rápidamente puede quedar encajonado y morir asfixiado en pocos minutos.

El ternero, una vez se ha sacado, pasa unos momentos críticos hasta que rompe a respirar. Para ayudarle a conseguirlo se le hace un masaje consistente en doblar y estirar repetidamente sus extremidades anteriores. Después se le abre la boca y se sopla con fuerza en su interior. Todas estas operaciones las suele realizar la misma persona que se encarga del parto. Mientras tanto, alguien de los que han tirado de la pata sube a la cocina y regresa con un puñado de sal. Se le vuelve a abrir la boca y se le vierte un poco de la misma. Se dice que así el animal paladea, lo que facilita el inicio de la respiración.

Una vez se está seguro de que la cría respira sin dificultad, se comprueba que no sangre en exceso por el miano u ombligo. Si se da esta situación, es necesario atárselo con una cinta o cuerda para que no «se vaya en sangre» y muera. Ocurre esto cuando el cordón umbilical se rompe excesivamente corto. Si sangra habiéndole quedado largo, se le corta la hemorragia anudándoselo.

A continuación, levantándole una de las extremidades posteriores, se determina el sexo. En el caso de ser una hembra se cuenta además el número de tetas, para saber si en un futuro será necesario cortarle alguna.

Por último, se le esparce por la superficie del cuerpo el resto de la sal y se arrastra hasta acercarlo a la madre para que lo lamba. Mientras lo hace se debe cuidar de que no le arranque el miano. En Anboto (B) en ocasiones suelen frotar al ternero con vino para que la madre lo lama.

Lamiendo la cría tras el parto. Lasa (BN), 2000. Fuente: Peio Goïty, Grupos Etniker Euskalerria.

En Apodaca (A) cuando la vaca se muestra inquieta y se tumba y levanta repetidamente se sabe que ha llegado el momento del parto. Lo primero que se hace es limpiar bien la cuadra y poner una cama nueva de paja. Cuando va a parir se amarra bien y se procura que permanezca de pie. Tienen que estar presentes dos o tres personas por lo que se avisa a algunos vecinos. También se tiene preparada una soga por si la cría sale del revés ya que entonces hay que atarle las patas con la soga y tirar con mucho cuidado para no lastimar a la madre. Cuando ha salido la mitad de la cría se coge entre dos personas para que no se caiga y se le corta el cordón umbilical. Después limpian y frotan a la cría y si el tiempo es frío la ponen junto a su madre para que la lama.

Según cuentan en Urduliz (B) las dificultades en el parto se presentan si el ternero viene en mala postura o es demasiado grande. Esto último ocurre con mayor frecuencia cuando se recurre a la inseminación artificial ya que se les cruza con animales de otras razas. Cuando el ganadero percibe que la vaca está a punto de parir, beia sentiduta dagoanean, avisa a un par de vecinos para que le ayuden. Se consideran indicios de que el parto es inminente la inflamación de la vagina, que los huesos de la parte trasera se «abran», romper aguas, naturea anditu egiten dako, atzeko azurrak zabaldu, ta denporea kunpliduta dagoanean urak botaten dituz, que el animal se ponga nervioso, se mueva constantemente y no se tumbe. Antes de que nazca el ternero, a la vaca se le da una friega en el lomo con un cepillo mojado en vino, fregaziñoa emon. Después se le da a beber vino directamente de la botella o en una palangana o balde para que se anime. Cuando aparecen las patas se les ata una cuerda y entre todos tiran de ella hasta que salga el ternero. Después de que la madre lo lama, se seca con un trapo y se prepara un lugar en la cuadra cerrado con unos fardos para que no se haga daño al intentar ponerse de pie. Hoy en día se recurre a un aparato mediante el cual un único hombre puede partear una vaca. Aun así es habitual que haya alguien más por si surge algún imprevisto.

En Lezaun (N) recuerdan que antaño las vacas parían sin problemas en el monte, aunque siempre se procuraba vigilarlas. Actualmente el parto suele ser más complicado. Esto es debido a la selección genética que se ha efectuado gracias a la introducción de la inseminación artificial. En tiempos pasados se cubrían con toricos normales que permanecían en el monte por lo que parían animales de menor tamaño que los que nacen ahora. Hoy en día es habitual tener que atar a las patas del ternero que está naciendo una soga de la que tiran varios hombres para sacarlo. Hay que tener cuidado de que al extraerlo no quede aprisionado antes de que saque las caderas, ya que en ese caso se asfixia en poco tiempo. Desde hace unos años hay máquinas para ayudar en los partos. Se ata una cuerda a las pezuñas de los terneros y por medio de las mismas se hace la fuerza suficiente para extraerlos. Sustituyen a los hombres y siempre se consigue sacar la cría aunque a veces se pierda la vaca. En la actualidad es también frecuente que se realicen cesáreas.

En Orozko (B) señalan que los partos de machos son más dificultosos que los de hembras.

Cuidados de la vaca parida

En Carranza (B) inmediatamente después de parir, se hace levantar a la vaca. Si permanece tumbada se corre el riesgo de que expulse la madre o madrejona (matriz) ya que continúa haciendo pujos. Algunos le dan a tomar vino en un balde para que permanezca caliente.

En Roncal (N) también advierten que conviene estar atentos a que no saque las madres ya que de ocurrir este percance se debe actuar rápidamente para que la vaca no muera.

En Beasain (G) nada más parir también se le da a beber una botella entera de vino para animarla; otros dan además media botella al ternerillo recién nacido. En Berastegi (G) se la reanimaba de igual modo con vino caliente. En Treviño (A) se le administra esta bebida cuando está débil. En Orozko (B) para que no tengan fiebres.

En la comarca de Gernika (B) consideran que es bueno proporcionarle un poco de café negro porque entre otras virtudes se dice que le ayuda a expulsar las parias, umetokia. Tras el parto es también conveniente darle friegas con agua fría en las nalgas porque así se evita que se inflame esa zona.

Al parto le sigue la expulsión de las parias o secundinas. Éstas se conocen en Carranza con el nombre de escusas y al proceso de expulsarlas se le denomina escusar. En Roncal, paria y al acto de expulsarla, echar la paria; en Orozko, pareak o kabriskinak. En Apodaca (A) malas o erradas.

Antaño en Carranza no se dejaba mamar a la cría hasta después de que la vaca escusase. Se creía que al mamarla, la vaca perdía calor y por ende no las echaba. Por la misma razón, si era invierno se le daba una frotación de vinagre con sal y huevo y seguido se enmantaba. Se pensaba que así entraba en calor y escusaba antes. El animal también recibía durante el sobreparto un cuidado más esmerado que en la actualidad, siempre encaminado a facilitar la expulsión de las secundinas y a evitar las posibles complicaciones propias de su estado. Por ejemplo, hasta transcurrir ocho días o más del parto no se le dejaba beber agua fría. Se le daba templada y se le añadía un puñado de harina para que la tomase mejor. Tampoco se le proporcionaban comidas consideradas frías, como los nabos.

Actualmente se presta menos atención a las vacas paridas. Debe tenerse en cuenta que en tiempos pasados, al no disponer de antibióticos, si una vaca no escusaba y sufría una infección grave podía morir víctima de ella. Hoy, en cambio, se pueden administrar preparados farmacéuticos que remedian las complicaciones relacionadas con el sobreparto.

Cuando una vaca está echando las parias se debe permanecer atento para evitar que las coma. Se asegura que si las ingiere se le corta la leche, es decir, deja de segregarla. De ocurrir esto, al cabo de una temporada vuelve a dar leche, pero ya nunca logra alcanzar los niveles óptimos de producción. También se debe tener cuidado de que no expulse la matriz tras las secundinas.

Para facilitar la eliminación de las últimas se han practicado varios tratamientos, unos inmediatamente tras el parto y otros, en el caso de que la vaca tuviese dificultad para escusar, al cabo de varios días. Tanto los unos como los otros han sufrido modificaciones sustanciales con el tiempo. Los remedios que a continuación se describen son los tradicionales ya que hoy en día, cuando una vaca tarda en escusar, se le administran medicamentos.

Todos ellos iban encaminados a que el animal conservase el calor y no se enfriase, de este modo se pensaba que escusaba mejor. Además de la frotación, el enmantado y la administración de vino, citados con anterioridad, algunos ganaderos le daban a beber un par de botellas de café caliente con coñac y otros, sus propios calostros.

Cuando habían salido parte de las secundinas pero no acababa de expulsarlas completamente, algunos le ataban una zapatuña o zapato viejo para que con el peso fueran saliendo. Nunca se tiraba de ellas para extraerlas.

Si aun así tardaba demasiado, entonces se recurría a la administración de preparados obtenidos de la decocción de plantas. Una de éstas era la ruda. Se recolectaban varios tallos y se cocían en agua. El líquido resultante se le daba a beber. Lo mismo se hacía con el almuérzago o muérdago. Se recogía, se hervía en agua y se le hacía tomar. También se usó para el mismo fin el llamado corrontrillo[2].

Otro procedimiento practicado por algunos consistía en hacer caminar a la vaca nada más parir. Cuando no acababa de escusar, también los había que le administraban agua salada. Llenaban una botella con agua y le añadían un puñado de sal, la agitaban bien y se la daban a tomar «a la boca abajo». La vaca respondía haciendo pujos, lo que facilitaba la expulsión de las parias.

En Ataun (G) a raíz del parto y para que limpiara era costumbre antigua darle de comer trigo cocido durante ocho o más días por las mañanas y por las noches a razón de una buena taza cada vez; también proporcionarle el agua resultante de cocer mirubelarra. Para expulsar las secundinas, karena eginaraziteko, es beneficioso suministrarle el agua de cocer muérdago, siendo preferido el de avellano; darle un litro de agua de cocción de aunzgaroa, helecho que crece en castaños viejos; u ordeñar la vaca y proporcionarle su calostro. Tras parir darle un litro de vino y privarla de todo alimento verde hasta que expulse las secundinas.

En Elgoibar (G) antes de que expulse la placenta se le suele dar café y algunos le administran luego vino. Los hay que le dan café y berza y también los que acostumbran a acompañar el café con un poco de coñac y media docena de aspirinas. Si aun así no consigue expulsarla recogen un par de huevos frescos y se los rompen sobre las paletas de las patas delanteras, frotándolos bien. Según dicen, este método le proporciona las calorías que necesita para expulsarla.

En Astigarraga (G) tras el parto y para evitar que padezca infecciones se le da a tomar una infusión de la hierba llamada pasmo-belarra, pero la variedad más fuerte de hojas acorazonadas, no la de hojas rojas indicada para las personas.

En Treviño (A) en caso de que no puedan echar las malas o herraderas, antaño se cocían ginastras, que son el fruto de los ginebros o enebros. Hoy en día se les pone una inyección.

En Apodaca (A) a las vacas paridas que no arrojaban las malas o erradas les daban agua de malvas, manzanilla de burro y romero. También les proporcionan vino o agua caliente con un poco de remoyuelo. Durante unos días se tiene cuidado de que no «cojan pelo a la leche», esto es, que no les dé una mamitis.

En Urduliz (B) para que expulse las secundinas se le dan unos polvos disueltos en el vino y después, durante un par de días, mezclados con el pienso.


 
  1. Los datos referentes a esta localidad han sido tomados de Juan de ARIN DORRONSORO. «Notas acerca del pastoreo tradicional de Ataun. II parte» in AEF, XVI (1956) pp. 96, 118.
  2. Por la descripción que la informante realiza de esta especie y el hábitat donde la recogía, seguramente se trata del helecho denominado culantrillo menor (Asplenium trichomanes). Ambos nombres muestran además cierta semejanza.