Versiones de Aoiz y San Martín de Unx

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En algunas modalidades de juego el lanzador de la pieza corta y quien la devuelve al punto de partida efectúan un número indeterminado de lanzamientos hasta que el segundo logra introducirla en el recinto defendido por el primero.

En Aoiz (N) era un juego exclusivo de niños y típico del barrio alto del pueblo, donde vivía la gente más humilde. Se practicó hasta finales de los treinta. Los espacios de juego eran los sumideros de agua que había en las calles del pueblo. El sumidero era una pieza de piedra en cuyo centro se abría una rejilla.

El número de participantes era indeterminado pero jugaban de dos en dos. Primero se procedía al sorteo para determinar cuál de ellos ocupaba el espacio del sumidero, que para el juego recibía el nombre de chulo.

El jugador que se colocaba junto a éste, que a partir de ahora llamaremos A, portaba un palo de 60 cm. en una mano. Su misión era evitar que el contrincante introdujese la churra en el chulo.

El juego comenzaba cuando A, con el palo en una mano y la churra en la otra, golpeaba ésta intentando alejarla cuanto podía. Cuando caía al suelo, B la recogía y, sin moverse del sitio, la lanzaba en dirección al chulo tratando de introducirla dentro de este espacio. A tenía entonces que procurar evitarlo.

Una vez arrojada la churra, B aguardaba. Si no había entrado en el chulo, entonces A salía de este recinto y se aproximaba a la misma. Con el palo golpeaba uno de sus extremos para que saltara y cuando estaba en el aire la atizaba a fin de mandarla lo más lejos posible. Podía ocurrir que al intentar pegarla fallara, quedando esta vez más cerca del chulo. Seguidamente el jugador B volvía a intentar meterla en el área. Y así proseguía el juego hasta que este competidor lo conseguía. Entonces pasaba a ocupar la posición de A, que quedaba eliminado y era

sustituido por el siguiente niño en el turno, volviendo a empezar el juego.

Podía ocurrir que el jugador B recogiese en el aire la churra lanzada por A, esto le permitía desplazarla del chulo inmediatamente.

En San Martín de Unx (N) podían participar hasta cuatro chicos sucesivamente, no más porque si no debían aguardar demasiado para tomar parte en el juego, ya que sólo jugaba una pareja cada vez. Uno de ellos, situado en el interior de un círculo marcado en la tierra no mayor de un metro de diámetro y portando un palo en postura algo agachada, hacía de defensor. Su función era devolver de un golpe propinado con el palo el lirio arrojado por su contrincante y la intención de este último era meterlo en el círculo. El juego comenzaba del siguiente modo: El defensor echaba el lirio al aire y de un golpe asestado con el palo lo alejaba lo más posible. El adversario lo recogía y desde allí lo lanzaba tratando de introducirlo en el círculo. El defensor volvía a lanzarlo, el contrincante se lo devolvía y de este modo proseguía el juego. Ca- so de quedar el lirio sobre la raya que delimitaba el círculo, el defensor lo golpeaba con su palo en una de las puntas para hacerlo saltar y así, de un nuevo golpe, enviarlo lejos. Si conseguía introducirle el lirio en el círculo el defensor perdía, siendo sustituido por el lanzador y entrando a jugar un compañero.

J.M. Iribarren recoge la versión que se practicaba en Murillo el Fruto (N) bajo la voz lirio, nombre con el que también se conocía este juego en San Martín de Unx. Señala que en esta última localidad el jugador, antes de golpear con la pala el palito, decía: «Lirio, larico; vete a casa de mi tío Juan Boticario» [1].


 
  1. Ibidem, p. 319.