Versiones de Sangüesa, Apellániz, Ezkio y Tafalla

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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A continuación se describe una modalidad de la que es dificil asegurar que derive del juego hasta aquí descrito, si bien resulta claro que guarda coincidencias sustanciales con él. Parece tratarse de la misma versión de «El calderón» a la que le hubieran suprimido la primera parte en la que un participante se encarga del lanzamiento de la pieza corta, quedando sólo el final en el que debe evitar que sea devuelta a su situación inicial por los contrincantes.

En Sangüesa (N) se llamaba «El irulario» y cada jugador tenía un palito conocido precisamente como irulario. El que pagaba se situaba dentro de un círculo marcado en la tierra. Los demás participantes le iban arrojando su palito y éste procuraba golpearlos y arrojarlos fuera del círculo ya que si alguno caía dentro de él, perdía y debía pagar una canica o lo convenido. Desapareció hacia los cincuenta.

En esta misma localidad se practicaba un juego idéntico conocido como «Al chulo» en el que un jugador, el que la pagaba, se situaba en el centro de un círculo trazado en el suelo provisto de un palo. Los demás participantes le iban tirando sucesivamente sus respectivos palos y éste los tenía que golpear con el suyo para arrojarlos fuera del círculo. Si alguno caía dentro, perdía. Al igual que ocurrió con el anterior juego, éste desapareció en los años cincuenta.

En Apellániz (A) jugaban también a esta sencilla versión: Trazaban un círculo grande y el que pagaba se ponía en su mitad con el palo grande o manilla. Los otros jugadores le tiraban el palico pequeño, pilocho, hacia el círculo y él tenía que lanzarlo fuera pegándole con la manilla. Si no lo conseguía y le metían el palito en el corro, perdía el puesto.

En Ezkio (G) tomaban parte unos seis jugadores y se practicaba exclusivamente por Cuaresma. Además de ziria y makila necesitaban dos potes que disponían en el suelo separados entre sí un metro aproximadamente. Sobre ellos posaban un palo.

Los participantes se alejaban 30 ó 40 metros y lanzaban el ziri golpeándolo con la makila. Debía pasar por debajo del palo colocado sobre los potes. Si lo hacía por otro lado o derribaba dicho palo, se perdía la jugada.

De los dos grupos que tomaban parte en este juego, si el que estaba de turno conseguía detener en el aire el ziri lanzado por el equipo contrario, cuando les tocaba tirarlo a ellos lo hacían desde el punto en el que habían conseguido detenerlo.

J.M. Iribarren recoge el término churra para designar este juego. Bajo esta voz menciona a Teodoro Galarza quien en sus «Memorias Tafa Ilesas» inéditas lo describe así: «Hacíamos un círculo grande y el que paraba se ponía en mitad con un palo grande. Los jugadores, con un palico chiquito, se lo tirábamos dentro del círculo, y él tenía que lanzarlo fuera, dándole con el palo que tenía en la mano. Si no lo conseguía y le metíamos el palico en el círculo, perdía el puesto»[1].


 
  1. Jose M.ª IRIBARREN. Vocabulario Navarro. Pamplona, 1984, p. 196.