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Vigilia diurna

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En Murchante (N) se comienza a velar el cadáver en cuanto finaliza el amortajamiento. En la casa mortuoria se reciben continuamente visitas de parientes, amigos y vecinos; cuando quieren ver al difunto le quitan el paño que oculta su rostro y posteriormente lo vuelven a tapar. Cada visita reza su propia oración ante el cadáver.
En Sangüesa (N) , hasta la década de los años setenta, nunca se le dejaba sólo al cadáver. Era costumbre rezar el rosario en la cámara mortuoria, seguido de un padrenuestro a San José, patrono de la buena muerte y otro «por el primero que falte de la compañía». En cuanto terminaba un rosario llegaban nuevos visitantes que comenzaban otro. En esta sucesión de turnos se llegaban a rezar a lo largo del día hasta veinte rosarios ante el muerto. Eran muchos los vecinos que acudían a hacer estos rezos a las casas, pero hacia 1960, por la comodidad de las familias, se trasladaron a la parroquia durante nueve días después del fallecimiento.
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En los caseríos de Elgoibar y en Anzuola (G) durante el día acude la gente a la casa del difunto donde hay siempre un familiar encargado de recibir estas visitas. Cuando entran en la habitación donde yace el cadáver lo asperjan con la rama de laurel mojada en agua bendita; después rezan un Paternóster.
En Ribera Alta (A) , una vez amortajado el cadáver, los vecinos se turnaban para velarlo. Desde el momento en que se producía la muerte, la familia comenzaba a preparar el pan y el vino que se repartiría entre los parientes y vecinos que iban a llegar a la casa. Cada otana de pan se partía en cuatro cuartos y los depositaban sobre cribas para zarandar el trigo, llamados trigueros. Cuantos acudían a la casa tomaban un trozo de pan y un vaso de vino además de nueces y otros frutos secos.
Esta práctica de visitas diurnas al muerto y de rezos por grupos en la habitación mortuoria ha sido común en el área encuestada.
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