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Preambulo Ritos funerarios en vasconia/es

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Siguiendo los temas del cuestionario general que sirve de base para la elaboración de este Atlas Etnográfico, los ritos funerarios descritos en este volumen se encuadran dentro del apartado dedicado a los usos del grupo doméstico.
En la encuesta llevada a cabo se constata de modo general que para la población de Vasconia la muerte es el término de un modo de vida y el principio de otra. Subsiste por tanto la consideración de que la muerte es un pasaje, un tránsito y como tal está rodeada de precauciones particulares que se traducen en prácticas y ritos que han de observarse fielmente.
[[File:7.1_Le_Viatique_XV_Musee_Bonnat_Bayonne.png|framecenter|340px600px|''Le Viatique'', S. XV. Fuente: Musée Bonnat. Bayonne.]]
El estado físico que precede a la muerte por enfermedad es la agonía. Este proceso es atribuido generalmente a causas naturales. Sin embargo, marginalmente, se han registrado ciertas concepciones que atribuyen la enfermedad mortal a causas misteriosas como maldiciones o a actos mágicos enemistosos que ponen en acción al genio de la muerte denominado ''Herio o Balbea.''
El cadáver es vestido con sus mejores trajes como para «salir de casa», ''etxetik urten, ''como para «ir de viaje», o revestido con hábitos y símbolos religiosos para obtener más fácilmente la piedad de Dios.
[[File:7.3_Horma-irudia_Alaitza-ko_elizako_absidean_XI-XIII_mendea.png|framecenter|320px600px|Horma-irudia, Alaitza-ko (A) elizako absidean, XI-XIII mendea.]]
La antigua costumbre prescribía que el muerto no debía permanecer solo. Por ello es custodiado día y noche por sus familiares y vecinos durante un velatorio, que adquiere las características de un funeral doméstico. La casa mortuoria mantiene abiertas sus puertas y los que acuden a honrar al muerto guardan silencio; la estancia que acoge el cadáver se torna en un lugar de oración. Allí se habrá dispuesto un pequeño altar con Crucifijo y candelas encendidas así como agua bendecida el Sábado Santo y el ramo de laurel para que los visitantes asperjen piadosamente al difunto. Al anochecer se congregarán familiares y vecinos para rezar el largo rosario que evoca los misterios cristianos de la redención.
Por esta razón el sepelio que se llevaba a cabo en el cementerio tenía entonces una importancia menor en el conjunto de los ritos funerarios. La comitiva que acompañaba al féretro al camposanto estaba compuesta de un grupo más reducido de parientes y vecinos. En muchos casos durante la inhumación del cadáver las mujeres que conformaban el duelo familiar permanecían ante la sepultura simbólica en el interior de la iglesia.
[[File:7.2_Enterrement_Livres_d_heures_XV_Lyon.png|center|600px|340px| ''Enterrement'', Livres d'heures, S. XV. Lyon. Fuente: Aries, Philippe. ''Images de l'homme devant la mort''. Paris, Ed. du Seuil, 1983.]]
Tras las exequias el cortejo, o cuando menos el séquito de duelo, guardando el mismo orden que en el entierro, regresaba de la iglesia a la casa mortuoria. Ante sus puertas tenían lugar ciertos ritos de antiguo cuño como el refrigerio de caridad (Alava) o la plegaria por el difunto delante de un fuego simbólico (Baja Navarra).
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