La mayoría de los juegos infantiles se caracterizan por su movilidad, pero sólo en unos pocos, los que llamaremos de balanceo, el movimiento es repetitivo y oscilante. En los primeros, el desplazamiento espacial resulta imprescindible para su ejecución; en los segundos, en cambio, constituye el fin mismo del entretenimiento.
El movimiento en este caso es de dos tipos: pendular, esto es, oscilante respecto a la vertical y que se realiza en dirección horizontal; y de balanceo, es decir, de oscilación en relación a un plano horizontal y efectuado verticalmente.
El primero se consigue mediante el clásico columpio, mientras que el segundo se logra disponiendo un madero o una tabla por su mitad sobre un punto de apoyo. El juego que se realiza subiéndose un niño al varal del carro de bueyes y los restantes a la trasera del mismo, es en su fundamento el mismo que este último del balancín, en donde actúa de pivote el sistema formado por el eje y las ruedas.