Indumentaria antigua de duelo
En tiempos pasados fue común que en el cortejo fúnebre los hombres llevaran la capa y las mujeres, mantón. Al parecer, antiguamente, los portaban muchos de los asistentes, quedando posteriormente relegado a los representantes o a los que presidían el duelo familiar.
En el País Vasco continental la tradición de la gran capa declina en la mayoría de las localidades con la primera guerra mundial (1914-18), prolongándose a veces hasta la segunda (1945). En el País Vasco peninsular dejaron de utilizarse en muchas partes las capas y los mantones a finales del pasado siglo o en las primeras décadas del actual, manteniéndose en ciertos lugares hasta la guerra civil de 1936 o, a lo más, pocos años después de concluida ésta.
Como antecedentes históricos aportamos en primer lugar el testimonio del P. Larramendi[1]. En Gipuzkoa, en la primera mitad del s. XVIII parece que lo usual fue que los hombres asistieran a los funerales de luto. Vestidos de bayeta que era una tela de lana floja y poco tupida y por encima capas largas. El que presidía el duelo llevaba sombrero ancho y alicaído y sin espadín. Las mujeres asistían a los funerales también vestidas de luto y con mantos de anascote (tela delgada de lana, alargada por ambos lados) de particular hechura. La que presidía el duelo arrastraba la falda, llevaba un delantal muy blanco y el manto echado hasta la cintura. En 1767 la Junta General de Gipuzkoa ordenó el cumplimiento de la Pragmática de Lutos, impidiendo el uso de mantos largos, abundando en acuerdos anteriores que disponían evitar el lujo y otros excesos.
En Pasajes (G) se recogió una descripción similar. Los familiares del difunto, antiguamente, en señal de luto se quitaban el cordón del sombrero y la lechuguilla, embozándose con largas y negras capas de bayeta. Las mujeres familiares del difunto se ponían una mantelilla de paño negro en la cabeza, para la calle, y manto largo, que llegaba hasta el pecho, para la iglesia[2].
En Bergara (G), a finales del siglo pasado, los hombres vestían durante el duelo la ropa dominical y sobre ella la capa que se heredaba de padres a hijos. Las mujeres iban desprovistas del pañuelo rameado que llevaban en la cabeza anudado en forma de albanega, portando mantellina enlutada, a veces con franja de terciopelo. La mantellina era la versión reducida del manto anterior que «muestra algo de toca monjil y leve remedo de velo oriental»[3].
Zamácola nos ofreció algunos rasgos de la antigua indumentaria femenina en Bizkaia, señalando que en el duelo que seguía : a bastante distancia al féretro, las mujeres mayores iban cubiertas de velos blancos y las hijas tapándose el rostro con el cabello[4].
- ↑ Citado por Martín de ANGUIOZAR. “Los vascos en 1800. Entierro en Vergara” in Euskalerriaren Alde, XIX (1929) p. 121.
- ↑ Fermín ITURRIOZ. Pasajes. Resumen Histórico. San Sebastián, 1952, p. 189.
- ↑ Martín de ANGUIOZAR. “Los vascos en 1800. Entierro en Vergara” in Euskalerriaren Alde, XIX (1929) pp. 126-127. Vide también A. MORALES DE LOS RIOS. “Croquis Bascongados. El entierro de un casero” in Euskal-Erria, VII (1882) pp. 512-514.
- ↑ Juan Antonio de ZAMACOLA. Historia de las Naciones Bascas. Tomo III. Madrid, 1818, pp. 49-50.