Auge del coleccionismo
Como queda dicho, las colecciones han evidenciado una notable progresión en las últimas décadas. En la primera mitad de este siglo, los niños de Monreal (N), por ejemplo, no hacían acopio de ningún objeto. Después comenzaron paulatinamente a guardar cromos, chivas o canicas y algunas tarjetas. Fue a partir de mediados de los sesenta cuando adquirieron la costumbre de reunir cromos de todo tipo. Los informantes de esta localidad comentan que en estos últimos años los propios padres se ven obligados a restringir su compra a los hijos por el excesivo coste económico que supone.
En Aoiz y Lekunberri (N) entre las décadas de los veinte y los cincuenta las colecciones mostraban escasa variación. Solía tratarse de objetos de escaso valor y que en la mayoría de las ocasiones ni siquiera les suponían coste alguno. Fue costumbre que los niños reuniesen las bolitas de los tapones de gaseosa para luego utilizarlas a modo de canicas. Coleccionaban también los cromos que aparecían en las tabletas de chocolate y sellos usados, éstos con el fin de entregarlos en la escuela para el Domund[1]. Durante los años siguientes, a partir de 1960, aunque las colecciones no variaron mucho, se añadieron los cromos comprados en sobres y referidos a temas variados. Aparecieron todo tipo de álbunes: de ciclistas, futbolistas, animales, flores, cantantes y artistas en general, incluso cromos que recogían la vida de Cristo. También reunían otros muchos objetos que se irán mencionando más adelante. Actualmente las colecciones han variado sensiblemente. Las más frecuentes son las referidas a cromos de deportistas y personajes de seriales de televisión, series infantiles, etc.
En Allo (N), los informantes de más edad (entre 70 y 95 años) recuerdan haber reunido cartones, recortados de las cajetillas de fósforos, y corones o canicas. Esto entre los chicos, las niñas, en cambio, guardaban botones y alfileres de cabeza negra y blanca. La generación intermedia (entre 45 y 70 años) coleccionaba también cartones, alfileres, capones y además cositas. Estas eran unas figurillas metálicas, algunas policromadas, con forma de animales, frutas y otros objetos, que «salían» en los caramelos de la época y que los niños compraban con la paga del domingo. Las generaciones posteriores, además de alfileres con cabezas de todos los colores y capones de la más variada gama, han reunido entre otras cosas platillos o chapas de botellas y cromos.
En Artajona (N) estiman impropio hablar de coleccionismo antes de mediados de este siglo e incluso hasta la década de los años setenta. Lo que algunos niños y niñas hacían a lo sumo, era reunir temporalmente series de objetos diferenciados empleados en algunos juegos: canicas (de acero, de cristal con dibujos y tamaños diferentes), alfileres con cabezas de distintos colores y sobre todo, chapalancas o tapas de cajas de cerillas. En esta localidad consideran que el coleccionismo es práctica moderna, fomentada por álbumes de futbolistas, ciclistas o de películas seriadas exhibidas por televisión. En los últimos tiempos los escolares han cogido afición a la filatelia.
En Artziniega (A) las niñas se han dedicado a recopilar, sobre todo desde finales de los años cincuenta, los cromos con los que jugaban. Con anterioridad no se conoce ningún tipo de coleccionismo. A lo sumo reunían iturris de diferentes marcas, canicas, etc. Pero esta clase de acopios venía motivada por las propias reglas de los juegos ya que cada vez que se perdía había que desprenderse del iturri, canica o cromo. Fue a partir de la década de los setenta cuando proliferaron nuevos cromos, éstos no para jugar, sino para reunir en colecciones de distintos temas.
El atesoramiento e intercambio de tapones de gaseosa y cerveza fueron las primeras manifestaciones de coleccionismo que se apreciaron en Narvaja (A). Posteriormente adquirió un gran arraigo la costumbre de reunir cromos para coleccionarlos.
En San Martín de Unx (N) la acumulación de éstos comenzó a implantarse en la década de los setenta. Los otros cromos, los que no se emplean para pegar en un álbum sino para jugar, se empezaron a reunir hace unos cuarenta años.
- ↑ Estos sellos servían para obtener fondos en el mercado filatélico. Con idéntico fin se reunía el aluminio o “papel de plata” procedente de las tabletas de chocolate, envoltorios interiores de los paquetes de cigarrillos, etc. A medida que se obtenía se iba apelotonando en una bola, que luego se entregaba para las misiones católicas el día del Domund.