El coleccionismo infantil
La afición a coleccionar comienza en el niño de una forma rudimentaria e indiscriminada para ir tomando cada vez más cuerpo a medida que transcurre el tiempo, centrándose entonces en clases de objetos concretos. Al llegar a la adolescencia aparecen manifestaciones más sistemáticas, como la colección de sellos, monedas o postales.
A partir de los resultados de las encuestas se puede observar que la afición a formar colecciones por parte de los niños, se ha ido complicando progresivamente a lo largo del siglo, iniciándose una buena parte de ellas a mediados del mismo.
Se aprecia en este tema una evolución pareja a la experimentada por los juguetes ya que en un principio estaban compuestas por elementos sencillos, a veces extraídos de la propia naturaleza, y si se trataba de productos manufacturados apenas mostraban complejidad.
Los niños coleccionan prácticamente todo aquello que perteneciendo a una misma clase, presenta una cierta variabilidad.
Sin embargo es necesario diferenciar entre los objetos que simplemente se acumulan y los que se coleccionan. Los primeros suelen ser idénticos o muy similares entre sí y se emplean en juegos en los que el perdedor se ve a menudo desprovisto de ellos, por lo que debe hacer acopio de los mismos. Se trata de los iturris o chapas de botellas, las canicas, las agallas de roble, etc. Los segundos, en cambio, se suelen reunir sin más finalidad que su posesión.
Los objetos que se acumulan sirven como medida de cambio, por lo que resulta obligado tener una cierta cantidad de los mismos. Se empleaban para pagar a los compañeros cuando se perdía en el juego. Si se quería seguir participando era necesario disponer de ellos por lo que los chicos destinaban parte de su paga semanal a la compra de dichos objetos.
Se observa una cierta diferenciación sexual en el coleccionismo infantil. Niños y niñas no siempre reúnen los mismos tipos de objetos. En algunos casos, especialmente cuando los elementos acumulados sirven para determinados juegos, se notan algunas distinciones. Por ejemplo, los chavales prefieren las canicas o los iturris mientras que las chiquillas guardan recortables de muñecas o pequeños cromos de jugar.
Incluso en las colecciones de cromos se aprecia en cierta medida esta influencia. Los niños eligen los de futbolistas, ciclistas o similares, mientras que a sus amigas les atraen los de animales, trajes, motivos florales, etc.