Juegos varios
A continuación se ofrece una relación de juegos de muy diferente naturaleza. Las descripciones de los mismos van acompañadas en su mayoría del nombre de una única localidad, lo que no indica, como ocurre con todo lo recogido hasta aquí, que esa información sea exclusiva de dicha población, sino que es en ella donde se ha constatado su práctica. En este apartado, sin embargo, puede darse la circunstancia de que alguno de los juegos mencionados se practique exclusivamente en la localidad donde se ha citado y que incluso tenga un ámbito más reducido, bien un sólo barrio o una o varias familias.
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A la cerillita
En Bermeo (B) los jugadores se sentaban en el suelo formando un círculo. Uno de ellos encendía una cerilla y se la daba al que se hallaba a su derecha, el cual debía pasársela a su vez al siguiente en el turno y así sucesivamente hasta que se apagase. El jugador que tuviese en su mano la cerilla en el momento de consumirse era considerado el perdedor y por ello estaba obligado a pagar una prenda impuesta por sus compañeros.
En Sangüesa (N), al pasarse la cerilla decían:
- Si encendida te la doy
- apagada me la das
- prenda pagarás.
En Apellániz y Narvaja (A) cogían de la lumbre un leño con fuego en un extremo y se lo iban pasando unos a otros diciendo: «Cagó en Mendigaña, cagó en Morrullo» . Cuando se apagaba, al que lo sujetaba en ese momento le decían: «En ti cagó». En Apellániz denominaban a este juego «Chota», ascua.
A vamos
Uno de los niños participantes dice que van a jugar «A vamos». El resto puede establecer si se pone o no la ley de «sin hablar». Cualquiera de ellos inicia el juego diciendo: «Vamos». Los demás responden: «EA dónde?». El primer niño continúa «A donde cagó aquel hombre. Tiró tres politos: uno para Juan, otro para Pedro y otro para el que hable el primero». Si no se pone la ley de «sin hablar» este mismo niño añade: «Y yo como tengo las llaves del cielo hablo todo lo que quiero». A partir de este momento todos guardan silencio menos el que tiene permitido hablar. Este trata de conseguir que alguno de los otros lo haga, pierda y se «lleve el polito».
Si se hubiese convenido no hablar, este niño no puede añadir la última frase pues si lo hace pierde. En este caso todos y no sólo el que inicia el juego, tratan mediante gestos de conseguir que los demás hablen (Carranza-B).
A pedos calientes
Uno de los niños participantes en el juego, encargado de dirigirlo, dice sucesivamente y a su antojo frases como éstas: «Para el que enseñe los dientes pedos calientes» o «Para el que enseñe los dientes turrón» (o mantequilla, o cualquier otro alimento agradable). Si se trata de la primera frase, los demás deben apretar los labios. El conductor del juego intenta que alguno sonría o abra la boca y al vérsele los dientes pierda. Si la expresión es del tipo de la segunda todos han de enseñar los dientes lo más posible. El que no lo haga así es el que pierde (Carranza-B).
A no pisar la raya
El juego consiste en caminar evitando pisar la juntura entre dos tablas, raya, y el punto de confluencia de cuatro de ellas, cruz. Se dona para saber quién vigila. Los demás, uno tras otro y mirando hacia arriba caminan sobre las tablas que previamente se han elegido. Cada participante, al empezar a jugar, dice:
- El que pisa raya
- pisa medalla
- y el que pisa cruz
- pisa a Jesús.
Después pregunta insistentemente: «¿Piso?», y el que está cuidando le indica que «no»» mientras no lo haga, pero si falla le responde: «Pisaste medalla» o «Pisaste a Jesús», según corresponda. Este niño, al perder, pasa a controlar y el otro que hasta entonces había realizado esa función se incorpora a la fila. También se jugaba sobre las losas de los pórticos o se dibujaba con una teja algo parecido a una «H» muy alargada (Carranza-B).
En Durango (B) y Allo (N) se conocía como «Quien pisa raya» y se practicaba con mayor frecuencia entre chicas. Bastaba con que un grupo de ellas pasease por un enlosado y una dijera:
- Quien pisa raya
- pisa medalla.
- Quien pisa cruz
- pisa a Jesús.
Todas caminaban a la vez teniendo cuidado de no apoyar los pies en los bordes de las losas o baldosas. También en Allo se decía: «La que pise raya, pecáu».
Al padrejón
Este juego se practicaba en Galdames (B). Los participantes, niños y niñas, se sentaban formando una fila. Otro, de pie, iba preguntando uno por uno empezando por el primero: «¿Está tu padre?»; a lo que le contestaban: «El otro te lo dirá». Así hasta llegar al último, al cual interrogaba de este modo: «¡Padrejón!...¿,Qué quiere?». Este contestaba diciendo lo primero que se le ocurriese, por ejemplo: «Una ramita de perejil». Entonces todos los demás salían corriendo a buscarla y el primero que la trajese era quien hacía de padrejón la siguiente vez.
Al palo
Se hace un montón de tierra menuda o arena y en el centro se hinca un palo de unos veinte centímetros de altura. Tras un sorteo en el que se determina el orden de participación, el primero debe rellenar con la tierra amontonada un bote de hojalata, luego el siguiente y así todos los demás. Pierde el jugador al que al manipular la tierra se le cae el palo. Este entretenimiento desapareció hacia la década de los cuarenta (Viana-N).
En Lezaun (N) esta misma diversión se denominaba «A pido sal» y perduró hasta finales de los cincuenta. Se practicaba mientras se pacentaba. Se hacía un pequeño montículo de arena o tierra y en el centro se clavaba un palo. Los participantes se ponían en derredor y el que iniciaba el juego decía: «Pido sal» y empezaba a quitar tierra del montón hasta que decía «Me basta». A continuación hacían lo mismo los siguientes. Perdía a quien se le caía el palo.