La pitamora

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Se trata de un juego preferentemente de chicas, bastante extendido, que recibe distintos nombres y presenta pequeñas variantes aunque se trate del mismo juego.

En Lezaun (N) recibía el nombre de «Moritas»; en Allo e Izurdiaga (N) el de «Montas, moras»; en Izal (N) «Juego de moras»; en Obanos (N) «Carambolita mora»; en Salcedo (A) «A la pitamora»; en Navarrete «Las pititas moras»; en Moreda (A) «A las piedritas» y en Sangüesa (N) «A las piedricas».

A continuación se explica la forma en que se jugaba en Allo (N) aunque según señalan los informantes dejara de practicarse en la década de los sesenta. Las propias chicas preparaban seis trozos de pote (de algún plato de loza o cacharro roto) cuyas esquinas y picos redondeaban rozando y limando los trozos de cerámica contra una piedra. Tales pedacitos recibían el nombre de moritas y el morón era igual aunque algo mayor.

Comenzaba la primera chica diciendo:

Moritas moras,
al suelo caigan todas;
menos una
a mi manita.

Y lanzaba las seis moritas al aire, procurando que al caer quedase una en el dorso de su mano. Si no lo conseguía perdía el juego y pasaba el turno a otra.

Seguidamente se iban recogiendo las otras cinco, una por una, con los dedos índice y pulgar de la mano en la que se encontraba la morita, teniendo mucho cuidado de que ésta no cayese al suelo, para no perder el juego. Al tiempo de recogerlas se decía: «Monta una, / morita dos, / monta tres, / morita cuatro, / morita cinco, / y con la mía seis». En ese instante se lanzaba al aire la morita de la mano y se volvía a recoger, pero ahora con la palma.

Luego se ponía el morón en el dorso y se balanceaba la mano de atrás para adelante diciendo:

Periquito fue a la plaza
por un canto de calabaza
Periquito, ven aquí,
que este tantito será para mí.

Y al terminar también se lanzaba el morón al aire, para recogerlo en su caída con la palma de la mano.

Por último, la chica que había conseguido llegar hasta el final sin hacer mala, escondía las moritas, mientras que sus compañeras tenían que encontrarlas. Para ello, la primera les decía «¡caliente!» o «¡frío!», según estuvieran cerca o lejos del escondite.

En Moreda (A) se juega de otra forma pero similar a la de Allo. Cada jugadora juega con cinco piedritas que deberán ser lisas y planas. La que inicia el juego lanza una piedrita al aire que al caer deberá ser cogida con el dorso de la mano. Si lo consigue la vuelve a lanzar a lo alto y la recoge esta vez con la palma. Si falla, pasa el turno de juego a la siguiente chica, mas si consigue coger la piedrita con la mano en ambas posiciones, repite la jugada con dos piedras, para hacerlo a continuación con tres, cuatro y cinco piedritas.

Si no logra coger todas las piedras habrá de procurar coger con los dedos las caídas, no dejando que se le caigan las que mantiene en la palma. Las que vaya levantando las deposita en su mano izquierda. A continuación las lanza al aire y si consigue recogerlas resulta válida la jugada anteriormente fallida. Pasa después las piedras que tenga en la mano izquierda a la derecha, y cogiendo una más vuelve a lanzarlas a lo alto para recogerlas con la palma de la mano. Este proceso de jugadas se repetirá hasta que una jugadora logre realizar el juego con las cinco piedritas a la vez. La que lo consiga gana el juego.

En Artajona (N) se jugaba en parte igual que el de «Montas moras» descrito en Allo pero con algunas reglas del juego «Tres en raya». Para practicarlo dibujaban, normalmente en el suelo, una pequeña embarra (cuadrado con tres puntos en cada lado, unidos entre sí mediante rectas). Un jugador tomaba varias piedrecitas con la mano, las tiraba al aire y extendía el dorso de la mano, diciendo:

Moritas moras,
al suelo caigan todas,
menos una a mi manita.

Una de las piedrecillas debía caer sobre el dorso, y sosteniéndola, debía de colocar el resto en la embarra del suelo, en competencia con otro jugador, tratando de poner tres en línea recta.

En Obanos (N) recibía el nombre de «Carambolita mora». Se buscaban varias piedras pequeñas o trocitos de loza, cachules y la que empezaba el juego las tiraba a lo alto poniendo el dorso de la mano para cogerlas mientras decía: «Carambolita mora». Las compañeras de juego respondían: «Al suelo caigan todas». El juego consistía en recoger las que estaban caídas sin que cayeran las del dorso de la mano mientras se decía «Carambolita 1, carambolita 2, carambolita 3». Este juego se practicaba entre niñas de 6 y 7 años. En los años 50 apenas se jugaba ya.

Casi idéntico al juego practicado en Obanos eran los de Izal y Lezaun (N). En esta última localidad la fórmula empleada cambiaba un poco ya que decían en el momento de echar las montas al aire «Montas, moras» a lo que el resto de las participantes contestaba «Ojalá se te caigan todas». También se ha practicado en Aoiz (N) hasta la década de los setenta. En San Martín de Améscoa (N) se jugaba como en Obanos y al tiempo que se recogían las moritas se iba cantando «Monta una, monta dos, monta tres...»

En Viana (N) había que lanzar al aire y recoger diez pitas o piedrecillas planas. La tiradora echaba una pita con la mano derecha y tenía que recogerla en el dorso de la misma. Después la pasaba a la mano izquierda para guardarla en el puño. Si se le caía alguna piedra perdía. Fue juego que desapareció hacia la década de los sesenta. Se cantaba:

— Montas, moras.
— Al suelo caigan todas.
— Ha dicho la Madre de Dios,
que me caigan a la mano una o dos.

En Salcedo (A) agrupaban piedritas en un montón y se colocaba una sobre el dorso de la mano. Así, sin dejarla caer, había que ir cogiendo con esa misma mano las piedritas del montón a la vez que se decía: «Pitamoras una, / Pitamoras dos, / Pitamoras tres...» Y después de recogidas todas, se lanzaba al aire la piedra que se mantenía encima del dorso que había que coger sin que cayera al suelo.

En Navarrete (Bernedo-A) llaman a este juego, practicado por chicas «Las pititas moras». Para jugar se aprovechaban los platos y jarras rotos que tuvieran dibujos. Partiendo los pedazos se obtenían las pitas. Se daba el caso de destrozar alguna pieza de vajilla de casa para sacar pitas y poder jugar. Se recogían todas las pitas en la palma de la mano y se lanzaban al aire, a la vez que se decía: «Pititas moras, al suelo todas».

Cuando caían se ponía el dorso de la mano para coger alguna pita en ella. Si no se conseguía se perdía y pasaba la vez a otra. Pero si lo lograba con la misma mano en la que tuviera la pita o pitas encima, tenía que ir cogiendo las restantes mientras iba diciendo: «Pitita la una, / pitita la dos, / pitita la tres...»

Así hasta que las cogía todas. Si se le caían las que llevaba encima de la mano, perdía y debía dejar la vez a la siguiente. Había que actuar con cuidado porque las pitas del dorso se caían con facilidad. Después de coger las del suelo, se lanzaban al aire las de encima de la mano y se debían coger al vuelo. Así finalizaba el juego y la que completaba uno se cobraba una de las pitas, de forma que cuando se terminaban la que más había conseguido se proclamaba campeona. En Bernedo (A) al cobrarse la pita se decía:

Al gatito chiribito,
fue a comprar calabazas,
este gatito será pa'mi casa.

En Lagrán (A)[1] un juego similar se denomina «Gatitos». Toma un niño doce piedras en la mano y las echa a lo alto, diciendo «Tata» o «Mata». Antes de que caigan vuelve la mano de modo que la palma mire al suelo; mientras los demás contestan: «Chiquitos y grandes, todos al suelo». Si no queda ninguna piedra en el dorso de la mano, pierde el que las echó; si le quedan varias, los demás jugadores le quitan todas menos una, procurando que ésta sea la que ofrezca más peligro de caerse. Sostiene entonces en el dorso de la mano la única piedra que le queda mientras con esa misma mano recoge una tras otra todas las del suelo. A la vez dice: «Un gatito fue a la plaza a comprar zapatitos para Juan, para Pedro y para todos los de su casa».

Si las recoge todas aún tiene que rayar con la palma de la mano la tierra, diciendo: «Alisar, alisar»; a continuación hace lo mismo con las uñas, añadiendo: «Arrascar, arrascar», y después lanza a lo alto la piedra que tiene sobre la mano y antes de que baje la coge en la palma; entretanto exclama: «Este gatito que venga a mi casa», efectuando la misma operación con las demás piedras.

Si en alguna de estas fases pierde la piedra del dorso de la mano, pasa el turno a otro. Al terminar todos, tapan los ojos al que haya ganado menos gatitos con un pañuelo o con las manos; entre tanto los demás esconden todos los gatos debajo de una piedra o en el bolsillo de uno de los jugadores. El perdedor va en su busca y según se va acercando al sitio en que las piedras están ocultas, le dicen «Calor, calor»; cuando está muy cerca «Que te abrasas»; si se aparta «Frío, frío» y si está muy lejos «Frío como el agua del río».

En Aramaio (A), cuando se rompía algún plato en casa, los niños guardaban como objetos preciados los trozos que contenían dibujos para utilizarlos en un juego de cierto parecido con el anterior de Lagrán. Lo recuerdan los informantes de edad comprendida entre los sesenta y ochenta años.

Un niño cogía en la mano todas las piezas con dibujos y las tiraba al aire a la vez que decía algo que los encuestados han olvidado. Después, al caer, las intentaba coger con la mano, pero con la palma hacia abajo. Si no se hacía con ninguna perdía y pasaba a probar suerte el siguiente. Si atrapaba alguna podía intentarlo de nuevo. Cuando conseguía coger todas, las arrojaba una vez más y las tenía que coger en el aire.


 
  1. Gerardo LÓPEZ DE GUEREÑU. “La vida infantil·en Alava” in BSS, XXIV (1980) p. 504.