De codín, de codán
En Obanos (N) se ha recogido este juego, practicado de ordinario en casa, consistente en que la madre o la abuela hace de ama y un niño se coloca en posición encorvada escondiendo su cabeza en el regazo de aquélla. Los otros participantes, en número indefinido, se colocan alrededor. El ama da pequeñas palmadas en la espalda del niño diciendo:
- De codín, de codán
- de la vera vera van
- del palacio a la cocina
- ¿cuántos dedos hay encima?
Presiona los dedos sobre la espalda del niño para que averigüe el número. Si no acierta sigue golpeando más fuerte diciendo:
- Por haber dicho «cuatro»
- te haremos mucho mal
- de codín, de codán.
Y así sigue hasta que acierta. Cuando lo hace la madre grita: «Conejitos a esconder / que la liebre va a correr». Todos los niños echan a correr, y añade: «Prau, prau, ¿irá?».
El niño que hace de liebre trata de atrapar a uno y cuando lo consigue, con él cogido de la oreja se presenta ante el ama manteniendo ambos el siguiente diálogo:
- — ¿De dónde traes este saco?
- — Del molino.
- — ¿Quién te lo ha molido?
- — El molinero
El ama podía responder: «Muy bien molido». En este caso el atrapado pasaba a ser liebre y la pagaba. Si contestaba: «Muy mal molido», la liebre cogía al niño de la oreja, daba unas vueltas y se repetía el diálogo hasta que la respuesta fuera la adecuada.
Este juego aparentemente inocente se convertía, cuando los participantes eran chicos mayores en una barbaridad porque se daban «buenos churrazos» en la espalda.
En Goizueta (N) se ha recogido un juego similar. Un grupo de niñas se ponen en corro mientras otra va dando vueltas por fuera. En un momento determinado ésta pone sus dedos sobre la cabeza de una de las jugadoras diciendo:
- Dekodin dekodan,
- de la vía a laban
- del palacio a la cocina
- ¿cuántos dedos hay encima?
Si la señalada lo adivina no es castigada, pero si no acierta, la que se queda le contesta: «Si hubieras dicho X no llevarás tantos más» y entonces las restantes participantes comenzaban a pegarle.