Otros juguetes

De Atlas Etnográfico de Vasconia
Saltar a: navegación, buscar

Describimos seguidamente una relación de juguetes, algunos de ellos de uso muy localizado. Casi todos ellos tienen la peculiaridad de que constituyen juegos en sí mismos.

Máquina de fotos

En Muskiz (B) aprovechaban para crear este juguete los billetes de tren, que eran rectangulares, de cartón duro, con un orificio central y de diferentes colores según a qué clase de vagón correspondiesen. Necesitaban además una pequeña cuerda que anudaban en uno de sus extremos. El otro cabo se introducía por el orificio central de dos billetes, que se juntaban contra el nudo sosteniéndolos verticales con el pulgar y el índice de una mano.

En un billete de primera, de color blanco, se dibujaba una caricatura hiriente alusiva al niño que se quería fotografiar. A continuación se introducía entre los otros dos con el dibujo en dirección opuesta al fotógrafo para lo cual se desplazaba de arriba a abajo de forma que el canto inferior empujase la cuerda hacia la base de los otros billetes.

“Retratando” con una máquina hecha con billetes de tren. Muskiz (B). Fuente: Dibujo de Juan José Galdos, Grupos Etniker Euskalerria.

Cuando se juntaban con el crío en cuestión le decían que le iban a sacar una foto. Con el conjunto de billetes a la altura del ojo del fotógrafo y la cuerda dirigida hacia él, tiraba lentamente de ésta con lo que el situado en el centro ascendía poco a poco entre los otros dos, mostrando el dibujo al incauto modelo.

En Galdames (B) fabricaban las «máquinas de retratar» por un procedimiento bien distinto. Modelaban un pedazo de barro hasta darle la forma de una cámara fotográfica, dejando un hueco para ver a través de él, que a veces se tapaba con un cristal de botella. Después se guardaba en un lugar seco hasta que se endureciese, estando entonces en condiciones de jugar con ella.

Hacer calaveras

En Durango (B) era un entretenimiento mixto que se ponía en práctica en otoño, que era la época en que se empezaba a recoger la calabaza. Se vaciaba uno de estos frutos y se le practicaban unos cortes para simular los ojos, la nariz y la boca. Después se le colocaba dentro una vela encendida. En ocasiones la calavera así obtenida se dejaba delante de la puerta de entrada de una casa y se tocaba la aldaba, para después escapar corriendo. Otras veces se colocaban en los portales, sobre todo para asustar a las niñas.

En Galdames (B) se preparaban calaveras para la noche de «Todos los Santos», esto es, el primero de noviembre. En esta localidad tras vaciarlas y recortar los ojos, la boca y la nariz, colocaban cáscaras de cebolla en los huecos destinados a los ojos. Después las dejaban en los caminos de las barriadas, en sitios bien visibles y con la vela encendida en su interior. En Salvatierra (A) además de calabazas se empleaban remolachas de buen tamaño.

En Murchante (N) las calaveras, faroles de careta, se fabricaban con una cáscara de sandía, popularmente conocida como melón de agua. Para extraerles la carne le cortaban un trozo circular a la zona de la corteza donde sale el pedúnculo. Esta porción recibía el nombre de coroneta. A continuación los chicos más mañosos recortaban con una navaja los ojos, la nariz, la boca y las orejas. Unas veces la máscara tenía un aspecto jovial y risueño, pero en otras ocasiones el rostro logrado tenía caracteres trágicos, con acusados rasgos de dolor o de tristeza.

Para proporcionar mayor variedad y vistosidad a los desfiles que con ellas se realizaban, algunas de estas sandías se adornaban con figuras geométricas, con cuadritos y triángulos muy bien realizados.

En el fondo de las cáscaras se practicaba un orificio pequeño con diámetro suficiente para sostener la vela. Sujetando este farol con unas cuerdas, a modo de cadenillas de incensario, se recorrían las callejas más oscuras en procesión.

Los chicos más pequeños que deseaban participar en estos desfiles pero a quienes resultaba imposible sostener el peso de la calavera, solían llevar unos pimientos morrones de buen tamaño, ya desprovistos del rabo y de las semillas y en los que se habían abierto algunos agujeros, dotados igualmente de sus cuerdas y de su vela.

Cuando el desfile se hacía con quince y hasta veinte de estas luminarias, el vecindario se asomaba a las ventanas celebrando con elogiosos comentarios el paso de la cuadrilla procesional. La comitiva desfilaba despacio y en silencio. Se salía de una placeta y se proseguía por las callejas más escondidas y oscuras. Algunas noches bajaban los mocetes con sus calaveras por el paseo del Prado, bajo los árboles que hay junto a las orillas del Ebro, repitiendo sin cesar esta letra:

Desde los claustros
del monasterio
se ven las tumbas
del cementerio.
Tumba, retumba,
los muertos en la tumba
tumba,... (bis)
Con las tibias y los peronés
las calaveras
bailan claqué.
Tumba, retumba,
los muertos en la tumba
tumba,... (bis)
Con las tibias
y los omoplatos
las calaveras
friegan los platos.
Tumba, retumba,
los muertos en la tumba
tumba,... (bis)

Cuando se cansaban de ir y venir por callejas y plazuelas, sujetando bien las sandías por las cuerdas la emprendían los unos contra los otros a «sandiazo» limpio.

En Donibane Garazi (Ip) la calabaza preparada como se ha descrito con anterioridad se situaba sobre una cerca o un muro a la vera del camino e incluso colgada de un poste del portal de forma que sorprendiese a los que pasaban; mientras, los niños, escondidos no muy lejos de allí, imitaban los rugidos de una bestia encolerizada. Este rústico fantasma era llamado Basa Jauna por recordarles a dicho personaje de la mitología vasca.

Construcción de cabañas

En Ribera Alta (A) recuerdan que construían casetas en los árboles para lo cual necesitaban tablas, clavos y escaleras de mano para acceder a ellas. Previamente se debía buscar un árbol que ofreciese suficiente solidez para levantar la caseta entre sus ramas.

Los chicos de Portugalete (B) construían durante el verano chabolas o casetas con tablas inservibles, piedras, ramas, cartones, plásticos y otros materiales. Las levantaban apoyadas contra una pared o aisladas. Constituían el punto de reunión de la cuadrilla, sólo de chicos, y allí se charlaba, se fumaba a escondidas, etc.

En Zerain (G) se entretenían haciendo chabolas, txabolatan. Empleaban todo lo que podían: madera, ramas, clavos, y resultaba trabajo de varios días. Tomaban parte la mayoría de los chicos y a veces también chicas. Una vez concluida jugaban y merendaban en su interior.

Haurren txabola. Zerain (G), 1989. Fuente: Karmele Goñi, Grupos Etniker Euskalerria.

En Viana (N) las cuadrillas de niños hacían hasta los años setenta aproximadamente, cabañas en el monte cercano a la ciudad. Empleaban para ello ramas de pino y alguna tabla vieja. Se acercaban todos los días hasta la misma y allí permanecían algún rato, incluso merendaban. No se permitía el acceso a nadie que no fuese de la cuadrilla y se debía guardar secreto sobre su ubicación para que no la localizasen otros niños. A veces se construían de forma más laboriosa, excavando con azadillas en algún ribazo un espacio suficiente para entrar y permanecer allí unos cuantos chicos. La entrada la tapaban con ramas. En las orillas de los riachuelos, donde abundaban las cañas, hacían las chozas con éstas.

Los niños de Amézaga de Zuya (A) eran muy aficionados a hacer chabolas en las que se metían a charlar de sus secretos y a fabricar sus arcos y otros juguetes. Aprovechaban todas las tablas que encontraban en los alrededores así como trozos de lona, tela embreada, gutapercha y más tarde plástico. A veces las construían sobre las ramas de algún árbol corpulento, a unos dos metros del suelo.

En Busturia (B), cuando un grupo de amigos constituía una banda, construían una caseta, kasetak egin, para estar en ella, jugar, esconder cosas, etc. A menudo los integrantes de una banda intentaban romper la de sus contrarios.

En Apodaca (A) los chicos también solían hacer casitas, pero a diferencia de las descritas antes, éstas en miniatura. Junto a ellas levantaban puentes, caminos y otras construcciones. Para ello utilizaban piedras pequeñas, tejas rotas que partían como si fuesen ladrillos e incluso preparaban pequeños adobes con arcilla. El molde para estas últimas lo hacían de madera o con alguna lata pequeña.

Papiroflexia

Los niños dominan las técnicas básicas de esta afición y son capaces de realizar numerosas figuras doblando papeles. Las más sencillas son las de aviones y barcos. Con estos últimos se celebraban a veces competiciones sobre el agua, soplando cada niño su barco para que fuese el más rápido (Amézaga de Zuya-A).

En el caso de los aviones se trata de conseguir que vuelen el mayor tiempo posible; también de lanzarlos cuanto más lejos. Para conseguir que alcancen la mayor distancia posible hay un truco que consiste en echar el aliento sobre la punta del avión, así se dice que vuelan mejor (Portugalete-B).

También se fabrican sombreros, bien como entretenimiento o para protegerse del sol. Sólo los más habilidosos llegan a hacer pajaritas.

Tanque

En Portugalete (B) construían un peculiar juguete que llamaban tanque y que gracias a un primitivo sistema para darle cuerda, se podía conseguir que se desplazase solo por el suelo ascendiendo y bajando pendientes suaves.

Para ello se necesitaba un carrete de hilo de los de madera. A las dos ruedas laterales se les practicaba con la navaja unas muescas de manera que quedasen dentadas. Por el agujero central del carrete se introducía una goma que también se pasaba por el centro de un pedazo de vela que hacía de freno. Para conseguir esto último le extraían previamente el pabilo. Por el lado opuesto se pasaba un palito que servía para retorcer la goma sobre sí misma. Una vez se había torsionado al máximo, se colocaba el carrete en el suelo y al dejar libre el palito, la goma tendía a recuperar su estado natural lo que impulsaba al carrete (ver dibujo).

Tanque construido con carrete. Portugalete (B). MIRAR EN LA ENCUESTA DE JUANJO GALDOS DE JUEGOS INFANTILES – Portugalete

Teléfono

Recuerdan en Artajona (N) que hubo una época en que hizo furor jugar a hablar por teléfono. Para ello utilizaban dos potes o latas a modo de auriculares unidos mediante una cuerda pasada por un orificio abierto en el centro del hondón. De este modo llegaban a mantener conversaciones a una distancia de diez o quince metros.

En San Román de San Millán (A) los fabricaban con dos trozos de caña a los que se tapaba un extremo con papel. Después los centros de ambos papeles se unían mediante un hilo tenso. En Obanos (N) empleaban tubos de cartón del papel higiénico, papel fino e hilo.

Tiritimundis

Con este peculiar nombre se designaba en Eugi (N) un pequeño juguete que fabricaban las niñas de hace ya setenta años. Consistía en disponer bajo un cristal una estampita y después taparla con papel. Cada niña confeccionaba varios tiritimundis y cuando veía a una amiga le enseñaba alguno si a cambio le prometía un regalo. Quitaba el papel y se lo mostraba, la amiga entonces le daba un alfiler o lo que le hubiera ofrecido. En Aramaio (A) las niñas jugaban de igual manera y la que tenía un tutulumendi solía cantar a sus compañeras: «¿Quién quiere ver / un tutulumendi / por un alfiler?». En el Valle del Roncal (N) este juguete recibía el nombre de txuntxulumuntxulo. Consistía en una combinación de hilos de colores que a veces se colocaban sobre una estampa, alrededor de la figura, formando un cuadrito que cubrían con un vidrio y éste, a su vez, se encerraba en una carpeta de papel provista de una puerta para poder ver el interior. A principios de siglo no introducían nunca estampas ni figuras, limitándose a una combinación de hilos de colores. Lo llevaban los niños con la puerta cerrada y sólo la abrían al que le entregaba a su dueño un alfiler[1].

Txuntxulumuntxulo. Valle del Roncal (N). Fuente: Archivo particular Bernardo Estornés Lasa.

Cometas

En Viana (N) las fabricaban con varias cañas entrecruzadas, bien con forma romboidal o exagonal, a las que unían tela de percalina o simplemente papel resistente. En este último caso se les pintaba a veces algún adorno. Se les añadía también una cola consistente en una cuerda de un metro de longitud que llevaba atados trocitos de papel o trapo de colores. De cuerda empleaban un ovillo de liza. Para izarla participaban dos chicos: Uno permanecía sobre alguna elevación sujetando la liza mientras que el otro bajaba con la cometa y la tiraba a lo alto todo lo que podía. Este juego de chicos desapareció hacia los años cuarenta.

En Artziniega (A) las hacían atando dos palos en forma de cruz a los que sujetaban un plástico o un trozo de tela.

Calidoscopio

Los chicos de Viana (N) cuando disponían de tres trozos alargados de espejo fabricaban un calidoscopio. Los introducían en un tubo de cartón y ponían al final otro trozo pequeño de espejo. Luego se ponían en el interior piedrecitas y cristalitos de colores y así se podían ver variadas y vistosas figuras. Su fabricación se perdió en torno a los años cincuenta.

Intxaur-metroa

En Abadiano (B) fabricaban un pequeño artilugio equiparable a una cinta métrica arrollable. Se separaban las dos mitades de una nuez y se vaciaban. Después se buscaba un palillo y en torno al mismo se enrollaba una cinta a la que se habían hecho marcas como a una cinta métrica. A continuación se hacían unos pequeños agujeros a los lados de la nuez para poder encajar el palillo y otro para extraer la cinta. Finalmente no había más que unir las dos mitades de la nuez. La cinta se enrollaba haciendo girar el palito.

Petaco

Los niños de Obanos (N) fabrican un juguete que denominan la petaco y que recuerda a un conocido tipo de máquinas electrónicas habituales en los bares. Consiste en un tablero de conglomerado en el que se pintan caras, armas, aviones y todo lo que se les ocurre. Con clavos e hilos marcan unos circuitos que tienen su inicio en uno de los lados cortos del tablero, donde sujetan unas pinzas de tender la ropa que pueden ser giradas para dar impulso a las canicas, las cuales deberán recorrer el circuito señalado.

Petaco. Obanos (N), 1989. Fuente: M.ª Amor Beguiristain, Grupos Etniker Euskalerria.

Molinillos

En Viana (N), al igual que en otras localidades, hacían molinillos de papel consistentes en una especie de hélice sujeta a un palo o caña por medio de un alfiler. Al correr se conseguía que girasen.

En San Martín de Unx (N) el denominado volador se hacía con una especie de hélice formada a partir de tres tiras de papel. En su vértice, por la parte interior, se colocaba la punta de un bolígrafo y al correr se hacía girar. Otras veces se lanzaba al aire para verle descender girando.

En Garde (N) fabrican un sencillo juguete con cuatro cañas de trigo llamado molinete. Mediante unos pequeños agujeros abiertos en el centro se consigue que queden las cuatro unidas en forma de aspa. Después se excava un pequeño hoyo en el río y se dejan los extremos de una caña apoyados en dos piedras. La corriente hace girar el artilugio como si fuesen las palas de un molino.

Jaulas para pájaros

En Valdegovía (A) recuerdan que con palos clavados entre ellos e incluso atados con cuerdas hacían jaulas para los pájaros. Su fabricación no resultaba dificil ya que habitualmente lo de menos era la estética. Lo más importante era que cumpliera bien la función de retener al pájaro.


 
  1. Bernardo ESTORNES. “De arte popular” in RIEV, XXI (1930) p. 209.