Derribo de monedas de un pedestal

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En esta ocasión los objetos apostados son generalmente monedas aunque también puede tratarse de santos, cajas de cerillas, etc. Se colocan sobre un pequeño pedestal y se intenta derribarlos arrojando otros objetos que igualmente pueden ser monedas pero que con más frecuencia son pequeñas piedras o chapas metálicas.

Esta versión recibía en Allo (N) el nombre de «Al tanganillo» y era propia de chicos. El tanganillo se hacía con dos cartuchos de caza vacíos metidos uno por la punta del otro. Se posaba en el suelo y cada jugador colocaba sobre él una moneda. Después, desde una distancia previamente señalada, tiraban uno por uno intentando derribarlo. Quien lo lograba se apropiaba de las monedas.

En Eugi (N), este juego se conocía como «Al chis» y fue practicado hasta el primer cuarto de este siglo en la calle y sobre todo en el atrio de la iglesia, por muchachos de catorce a veinte años. Para jugar se colocaba un carrete de hilo de los de madera verticalmente en el suelo y encima del mismo posaba cada participante una moneda o cuatrena. Los jugadores se situaban alejados unos dos metros y lanzaban otra moneda tratando de derribar el carrete. Cuando alguno lo conseguía y desperdigaba el dinero decía la expresión «chis» o «chas». Si terminados los lanzamientos ninguno había logrado derribarlo, el que se había acercado más se llevaba todas las cuatrenas.

En Moreda (A) se llamaba «A la tángana» y hoy en día ha desaparecido. Tángana era el nombre que recibía un palo de escoba recortado o un trozo pequeño de caña puesto en posición vertical. Encima se ponían monedas, una por cada participante que tomase parte en el juego; a veces también se jugaba con santillos. Los competidores lanzaban perras gordas de cobre o champlanes de plomo hacia la tángana con la intención de que cayesen las monedas. Si esto sucedía y las monedas quedaban más cerca de la perra gorda o champlón que del palo vertical, el lanzador se adueñaba de las mismas. Si no las derribaba o quedaban más cercanas a la tángana pasaba a probar suerte otro. A veces se jugaba por parejas, una contra otra.

Al chis. Aoiz (N). Fuente: Dibujo de Juan José Galdos, Grupos Etniker Euskalerria.

En Aoiz (N), al igual que en Eugi, se denominaba «Al chis». Se practicó hasta la guerra civil de 1936. Además de niños jugaban adultos; éstos apostaban dinero y los primeros cajas de cerillas vacías, cuentos de Calleja o cualquier otro objeto de escaso valor. Participaban cuatro o cinco niños y lo primero que hacían era establecer el turno de juego. Para ello se colocaba en el suelo el carrete de hilo con el que se jugaba y a unos cuatro metros de él se trazaba una raya. Desde donde se hallaba el carrete se lanzaban las monedas hacia la raya y aquél que colocara la suya más cerca de la misma era el primero en jugar. El orden de los siguientes se establecía en función de su grado de aproximación. A este lanzamiento para determinar el turno se le llamaba «al tino».

Se efectuaban las apuestas y los objetos apostados se posaban sobre el carrete. El primer niño lanzaba su moneda contra el chis y los que derribaba los ganaba o no en función de los mismos criterios expuestos antes para Moreda. Si las monedas u objetos depositados quedaban bastante esparcidos sólo se adueñaba de aquéllos que quedasen más próximos a la moneda lanzada que al chis. El siguiente jugador arrojaba después la suya, sin haber modificado la posición del carrete y de las monedas tras haber jugado el primero, e intentaba acercarla lo más posible a las otras. Así se continuaba hasta que no quedaban monedas. Cuando un jugador ganaba todo lo apostado, la jugada recibía el nombre de manga o regada y cuando la moneda quedaba inclinada y apoyada en el chis se denominaba tanga.

En Galdames (B) también era un juego de chicos, más bien mayores que muy pequeños, y se conocía como «Tuta». Se clavaba un palo redondo en el suelo sobre el que cada participante colocaba una moneda. Además cada cual disponía de una chapa o piedra plana para tirar denominada tango. Se lanzaba a dar a las perras. Si éstas quedaban al lado del tango eran para el tirador. Si quedaban separadas eran para aquél cuyo tango estuviera más cerca de ellas.

En Laguardia (A) llamaban «La hita» a uno de estos juegos, que tuvo mucha importancia durante toda la primera mitad de siglo y que fue practicado no sólo por niños sino también por adultos. Se trazaba un círculo en el suelo y en su interior, de forma similar a Allo, se ponía un cartucho sobre el que se depositaba una moneda. El lanzamiento se efectuaba con una piedra. El que conseguía sacar la moneda fuera del círculo se la quedaba.

En Salinas de Añana (A) se practicaba una versión de características similares a la anterior de Laguardia, conocida como «El aüta» o «La uta». Recibía este nombre una barra o un palo ensanchado en el centro y que tenía una plataforma plana en cada extremo, una servía de base y la otra para poner encima el dinero. Alrededor del aúta se marcaba un círculo. Normalmente se jugaba por parejas. El primero tiraba con un chanflón a pegar al aúta con el fin de sacarlo del círculo de modo que el dinero también cayese fuera, pues si se quedaba dentro era del corro. Luego tiraba el segundo e intentaba dejar su chanflón más cerca de las monedas que lo que estaba el aúta ya que cada uno se adueñaba de aquéllas que más cerca de su chanflón quedaran. También se jugaba a una modalidad individual.

En Altzai (Ip) este juego se llamaba «Patrakoa». Recibía su nombre del elemento de juego que era una moneda pequeña, patrako, procedente de la voz bearnesa patracou.