Juguetes que sirven para lanzar objetos
La energía necesaria que se debe transmitir al proyectil para conseguir que salga disparado se obtiene por distintos procedimientos. En unos se consigue sometiendo un material elástico a una tensión: es el caso de los tiragomas, arcos y pistolas de pinzas. En los tratados en segundo lugar se consigue por incremento de la presión del aire, bien soplando fuertemente: cerbatanas, o empleando un émbolo: tiratacos. Por último describimos como caso particular el de la honda.
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Tiragomas. Matxardea
Este conocido juguete se denomina tiragomas en Laguardia, Llodio, Moreda, Murguía, Salinas de Añana (A), Carranza, Durango, Lezama, Portugalete (B), Berastegi y Elgoibar (G), o tiragomak en Aramaio (A), Abadiano, Gorozika (B), Elosua y Zerain (G), entre otras poblaciones en las que se ha realizado la encuesta. Pero no es la única denominación que recibe. También suele llamarse tirabique en Amézaga de Zuya, Bernedo, Narvaja, Ribera Alta (A), Artajona, Eugi, Garde, Lezaun, Obanos y San Martín de Unx (N) o tirabike Bidegoian (G), Arraioz, Goizueta y Lekunberri (N); tirabeque en Gamboa y Salcedo (A) y tirabete en Allo y Sangüesa (N). En Artziniega y Mendiola (A) se conoce como tirachinas, al igual que en Monreal (N), donde también recibe el nombre de tirabique. En Vitoria (A) tirabeque o tirabique y en Aoiz (N) tirabique, tirachinas o tiragoma. En muchos lugares de Galdames (B) se le denominaba además de tiragomas, tirapiedras, aunque en la actualidad es casi exclusivo el nombre de tiragomas o tirachinas. En Murchante (N) recibe la denominación de perigallo, y en Viana (N) de blonda. En Aldude, Donibane Garazi y Ezterentzubi (Ip) se conoce como matxardia. En Oragarre (Ip) le llaman lancepierre.
La forma más tradicional de fabricar el tiragomas ha sido a partir de una rama, unas bandas de goma y un pedazo cuadrado o rectangular de cuero. Este artilugio debe tener forma de Y a fin de poder sujetar las gomas a los brazos y asirlo por el mango cuando éstas se tensan para lanzar el proyectil. Por tanto la primera actividad que requiere la fabricación del tiragomas consiste en localizar una rama del grosor adecuado que tenga una bifurcación cuyos brazos estén separados la distancia justa.
La madera utilizada debe ser dura y resistente. A este fin se ha destinado olmo (Mendiola, Salinas de Añana-A), fresno (Mendiola-A, Galdames-B, Lezaun-N, Aldude, Donibane Garazi, Ezterentzubi-Ip), avellano (Galdames-B, Berastegi-G, Garde, Lezaun-N), boj (Garde-N), haya (Berastegi-G) o roble (también Berastegi).
La horquilla obtenida recibía en Garde y Murchante (N) el nombre de forcacha[1], ingarte en Lezaun (N), xardangoa en Berastegi (G) y urkullu en Zeanuri (B). En Durango (B), una vez cortada, se descortezaba y se ponía a secar. También en Ribera Alta (A) y en Aoiz (N) se descortezaba.
Las tiras de goma se preparan a partir de un neumático viejo. No deben recortarse excesivamente anchas para que su elasticidad no se vea mermada ni tan estrechas que se partan al tensarlas. Antes de atarlas a los brazos del tiragomas se suele practicar una ranura en el extremo de cada uno para que una vez sujetas no se deslicen.
Uno de los extremos de las tiras se ata al brazo del tiragomas con la ayuda de un hilo resistente, por ejemplo un bramante, o con un alambre. En Durango (B) también con tiras de cuero. El otro extremo se sujeta al recorte de cuero, que para ello tiene un agujero, y ya está listo el tiragomas. Se debe tener especial cuidado en que la longitud de las tiras sea la misma para que la badana quede equilibrada.
En vez de un rectángulo de cuero, que suele ser lo más habitual, también se ha utilizado una gruesa goma ovalada en Lekunberri (N) o un pedazo de tela resistente en Gamboa (A). En Mendiola (A) aprovechaban para este uso las lengüetas de los zapatos.
A medida que la disponibilidad de otros materiales se hizo patente, la manilla de madera de estos primeros tiragomas se sustituyó en algunas localidades por hierro o alambre recio. En Galdames (B) recuerdan que se empezaron a hacer metálicas cuando la gente comenzó a trabajar en las fábricas.
Para lanzar una piedra con el tiragomas se sujeta la manilla con la mano izquierda, si se es diestro, y con la derecha la badana, en cuyo interior se ha dispuesto el proyectil. Las tiras de goma se estiran hacia atrás hasta conseguir distenderlas al máximo que permita su elasticidad y la fuerza del niño y, tras haber apuntado hacia el objetivo que se quiere golpear, se liberan bruscamente para que la piedra salga proyectada.
De todos los instrumentos que incluimos en este apartado bajo la consideración de armas, éste es sin duda el que más se ajusta a la realidad ya que además de servir para probar puntería por puro placer o para demostrar a los amigos las habilidades propias, en manos de un niño hábil se convierte en un eficaz utensilio para cazar pájaros.
En Gamboa (A) recuerdan que todos los niños tenían al menos un tirabeque ya que les eran imprescindibles en sus paseos por el monte. Siempre que abatían algún pajarillo lo llevaban a casa, donde no era despreciado como complemento de los pucheros de alubias y las cazuelas de carne.
Los informantes de Vitoria (A) recuerdan que de niños tiraban a todo lo que se ponía a su alcance: pájaros, lagartijas, botes de conserva, botellas, etc., pero sobre todo lo que más les atraía eran las jícaras de los tendidos eléctrico.y del teléfono.
En Moreda (A) disparaban contra pájaros, botellas, farolas, las campanas de la iglesia, los cristales de las casas o cualquier otro objeto que constituyese un buen blanco para probar puntería.
Además de para cazar pajarillos, en Allo (N) los más traviesos tomaban como diana el cristal de alguna ventana o una bombilla del alumbrado público; y en Artziniega (A) los empleaban para hacer guerras entre chavales e incluso para martirizar a las chicas.
También se ha empleado además del tiragomas un utensilio de forma similar, algo más elaborado en cuanto que la manilla era metálica, pero mucho más pequeño y débil. La manilla, en concreto, se fabricaba con alambre o se compraba y sus dimensiones solían ser inferiores a las de un tiragomas normal. Como esta estructura no resistiría la tensión de unas tiras de goma procedentes de neumáticos, se sustituían por una sencilla gomita. Se cortaba ésta y cada extremo se ataba a uno de los brazos de la manilla con un nudo.
Esta «arma» no necesitaba badana ya que los proyectiles que lanzaba no eran piedras o similares, sino tacos de papel. Para prepararlos se doblaba repetidas veces un trocito de papel hasta conseguir obtener con él algo parecido a un rectángulo alargado. Se doblaba por última vez de modo que se lograse una figura parecida a una uve mayúscula. Como este último doblez exigía un cierto esfuerzo debido al grosor que ya había adquirido el papel, lo normal era ayudarse de los dientes para conseguirlo. El taco así preparado se colocaba enganchado en la goma y tras tensarla, se liberaba para que saliese disparado.
Ha sido utilizada por los niños para dispararse unos a otros, pero los impactos de los tacos, que resultan demasiado dolorosos, y el peligro latente de resultar herido en un ojo, han sido las causas de que los adultos hayan tratado siempre de prohibir su uso. En Moreda (A) recibe el nombre de tirabique y en Galdames (B) tiratacos (ver dibujo).
Cuando no se dispone de manilla de alambre como la que se necesita para el anterior juguete se puede suplir su carencia con los dedos de la mano. Se doblan todos menos el pulgar y el índice, que se dejan estirados y dispuestos de forma que simulen los dos brazos de la horquilla del tiragomas. Se coloca en torno a ellos una gomita, sin cortar, de tal modo que sus dos curvas queden bordeando ambos dedos. Con el taco de papel, preparado como se ha descrito antes, se atrapa la banda de goma que queda más alejada respecto del niño, se tensa, y se libera el taco para que salga disparado. Es importante tirar de la banda más alejada y no de la más próxima para que la goma quede trabada a los dedos, evitando así que al efectuar el disparo salga también por los aires.
En Portugalete (B) para preparar este último artilugio, que denominaban tiratacos, se unían dos, tres o más gomas por medio de un ahorcamiento entre ellas. Para ajustarlas bien a las puntas de los dedos pulgar e índice se anudaban los extremos formando dos pequeños ojales.
En Elgoibar (G) recuerdan una variante peculiar de este tipo de juguetes que denominaban tiragarbanzos. Este era un lanzador muy efectivo que podía llegar a hacer mucho daño. Para su fabricación resultaba imprescindible una botella de plástico. Se le recortaba la boca y unos cuantos centímetros más y en ella se colocaba un globo que se recogía hasta su parte más ancha. Como proyectil se utilizaba un garbanzo, que se introducía por la parte exterior, se depositaba en el globo, se estiraba y, tras liberarlo, salía disparado.
En Zerain (G) llaman tirapontongoza a un artilugio igual que se sigue utilizando hoy en día. Se corta con unas tijeras el comienzo de un globo y el cuello de una botella de plástico. Se introduce el globo detrás del cuello de la botella y se ata bien con la ayuda de una cuerda fina. Para lanzar las piedras, se meten por el cuello de la botella y tras estirar el globo, se libera éste bruscamente.
En Artziniega (A) se llegó a utilizar también un globo al que se le cortaba la boca y se le ponía una anilla o arandela en la salida. Luego se introducía la piedra y para lanzarla simplemente había que tirar del globo.
En Monreal (N) recuerdan que en los años sesenta se hacían tirabiques o tirachinas de madera, como se describió antes; en los setenta la horquilla se pasó a fabricar de alambre, con una goma de caja de zapatos y utilizando como proyectiles tacos de papel y a veces de aluminio; por último, en los años ochenta se comenzó a utilizar un tapón abierto o un rulo de pelo en cuyo extremo se colocaba la boca de un globo sujeta con cinta aislante. El otro extremo quedaba libre y por él se introducía para ser lanzado un garbanzo o una alubia.
Arcos y flechas
El arco, arkua, y las flechas, geziak, han sido intrumentos muy conocidos por los niños, fáciles de fabricar e imprescindibles para jugar «A indios y vaqueros». En Lezaun (N) recuerdan que se difundieron a raíz de las diapositivas que el cura del lugar pasó a los niños con historias de misioneros en el continente africano.
Para su fabricación se han empleado varas verdes, rectas y flexibles de aproximadamente metro y medio de longitud. Las preferidas han sido las de avellano (Artziniega, Valdegovía-A, Galdames-B, Beasain, Zerain-G, Monreal-N); también se han empleado las de fresno (Moreda-A, Carranza-B, Beasain-G) y plátano de sombra (Amézaga de Zuya-A). En Moreda utilizaban además mimbre y durillo.
Tras recortar la vara a la medida adecuada se ata un cabo de la cuerda a una de sus puntas y tras flexionar la vara se unen el cabo libre y la otra punta, de este modo la cuerda queda tensa y la vara curvada. Pero en tal disposición las ataduras tienden a deslizarse. Para solucionar este problema en Portugalete (B) practicaban unas muescas en los dos extremos de la vara, mientras que en San Martín de Unx (N) abrían una hendidura en una de las puntas, por la que pasaban la cuerda enrollándola a continuación; después hacían lo propio en el otro extremo.
En esta última localidad navarra, después de preparado el arco lo decoraban levantándole tiras de corteza con la ayuda de una navaja.
Las flechas se fabrican con los mismos materiales que el arco. Para ello, se necesitan varas muy rectas a las que se les aguza uno de sus extremos. En Monreal (N) se les enroscaba un alambre en un extremo, a modo de punta, o bien se le fabricaba con chapas. En San Martín de Unx al igual que en otras localidades, llevaban una hendidura en la base para poderlas asentar en la cuerda del arco; en el extremo se le ataba un hilo de cobre para lastrarlas y hasta se les preparaba punta para conseguir clavarlas.
Algunos informantes de Carranza (B) recuerdan que a veces se fabricaban con varillas de paraguas rotos, pero resultaban muy peligrosas. Con este mismo material preparaban en Zerain (G) y en Sangüesa (N) el arco. En Salvatierra (A) con una varilla larga de paraguas y una liza atada a sus extremos se hacía el arco y con las varillas cortas las flechas. Algo parecido hacían en Gorozika (B).
En San Martín de Unx (N) recuerdan que incluso hacían un carcaj para transportar las flechas. Utilizaban para ello un bote de detergente pequeño de forma cilíndrica al que le quitaban la tapa. Para poderlo sujetar a la espalda le perforaban un agujero en la parte superior por el que se pasaba una cuerda, cuyo otro cabo se enrollaba en la base del bote.
La meta de este juego es ver quién lanza la flecha más lejos, atinar a una diana de cualquier naturaleza, o simplemente jugar sin más, o como hacían en Moreda (A), a ver quién hace ascender la flecha más alto.
En Galdames (B) además de arcos y flechas fabricaban ballestas. Este artilugio se hacía a partir de un listón de madera al que se le colocaba clavado en un extremo una vara de avellano domada como un arco. Las flechas se hacían también de madera o con varillas de paraguas. Una vez tensada la cuerda del arco la flecha se podía sujetar con la misma mano o bien con una pinza clavada «ex profeso» sobre el listón. El otro extremo del mismo se apoyaba en el hombro (ver dibujo).
Pistolas de pinzas
Los niños han empleado en sus juegos dos clases de pistolas elaboradas artesanalmente. Una de ellas se hacía aprovechando cualquier rama o palo cuya forma se asemejase a esta arma; las demás carencias que mostraba el juguete se suplían con la imaginación. El otro tipo de pistola, aun no mostrando gran parecido con las reales, sí en cambio permitía lanzar con relativa fuerza pequeños proyectiles.
Para hacer este segundo tipo de pistolas se necesitaban dos pinzas de madera. Una de ellas se desarmaba ya que uno de sus brazos se debía introducir entre los dos de la que se mantenía completa. El muelle se colocaba como se ve en el dibujo. Disponiendo un pequeño objeto esférico como se representa en el gráfico y tirando del muelle hacia atrás a modo de gatillo, se conseguía lanzar el proyectil a una distancia considerable (ver dibujo).
Una vez efectuado el disparo, para cargar nuevamente la pistola era necesario volver a empujar el muelle hacia atrás, para lo cual se utilizaba la punta de la otra media pinza que había quedado sin uso. Después no había más que poner otro grano y ya estaba dispuesta el arma.
Como proyectiles se han utilizado huesos de aceituna o de cereza, granos de maíz, alubias, garbanzos, pequeñas chinas e incluso el propio brazo suelto de la pinza que se utiliza para cargar el arma.
Cerbatanas y tiratacos. Bolokak
Incluimos en este apartado una serie de instrumentos que sirven para lanzar pequeños proyectiles mediante el impulso del aire. Para conseguir este propósito todos ellos se basan en el mismo fundamento. Se recurre a un cilindro hueco de escasa luz y de mayor o menor largura en cuyo interior se aloja el proyectil. Para conseguir que salga disparado se aumenta súbitamente la presión del aire contenido en el interior de este tubo. Este incremento de la presión se consigue soplando con fuerza o bien comprimiendo el aire mediante un émbolo que se introduce por uno de los extremos.
Sin duda, la cerbatana más sencilla en lo que a su fabricación se refiere, es la que se obtiene a partir de la envoltura plástica de determinados bolígrafos. Los más recurridos han sido los de la marca «bic». A éstos no había más que quitarles el tapón y extraerles la mina y ya estaban listos. Servían tan sólo para lanzar granos de arroz, pero resultaban muy eficaces si lo que se deseaba era incordiar a los compañeros. Se introducían unos cuantos granos de este cereal en la boca y se disponía uno de los extremos del bolígrafo entre los labios. Después, con la ayuda de la lengua, no había más que ir aproximando los granos a la entrada del tubo y soplar con fuerza. A veces se podían obtener descargas consecutivas a modo de ametralladora expulsando un grano tras otro, pero el canuto se atascaba con facilidad. También se disparaban pequeñas bolitas de papel.
Este tipo de cerbatanas, como se deduce del material con el que se fabrican, son relativamente recientes: se introdujeron a partir de la década de los cincuenta. En tiempos pasados se construían con madera siendo la más idónea y por ello la más empleada la de saúco ya que posee una médula blanda fácil de extraer con lo que se convierte una rama en un cilindro.
Así lo hacían en Monreal (N) a principios de siglo vaciando la médula de una rama de sabuco. Después preparaban con estopa unas bolitas que se introducían por un extremo y que al soplar por el otro salían disparadas.
En Galdames (B) se fabricaban cerbatanas con canutos de caña, utilizando como proyectiles pequeñas chinitas o arroz.
En Laguardia (A) se denominaban trabucos y se fabricaban igualmente con cañas, a las cuales se les abría un agujero con una punta larga. Luego, masticando estopa, se hacían bolas que servían para lanzárselas unos contra otros.
En Viana (N) a una caña hueca de unos diez centímetros de longitud se le ajustaba un corcho con pequeñas plumas hincadas. Soplando fuerte por el otro extremo salía el corcho y alcanzaba un blanco cercano. A veces este corcho llevaba en el centro un pequeño clavo para que se pudiese hincar en el blanco. Se jugó entre chicos antes de los años cuarenta.
En Beasain (G) también se hacían cerbatanas de caña con las que se tiraban pequeñas bolas de papel. Asimismo se fabricaba un trabuquillo denominado boldokie a partir de una rama de saúco hueca con el que se disparaban bolitas de estopa, amukoa.
Un artefacto muy extendido geográficamente era el que empleaba un émbolo de madera para expulsar los balines. A diferencia de los anteriores y como es obvio, se conseguía que la velocidad de los proyectiles y por tanto la distancia que recorrían, fuese mayor.
En Carranza (B) se denominaba cañuta y se elaboraba a partir de un trozo de rama de saúco de unos 20 cm de longitud. Con un hierro, mejor si estaba al rojo, se le vaciaba la médula obteniendo un cilindro hueco. Después se recortaban dos corchos a medida de la luz del hueco y se colocaban uno en cada extremo. Por último se elegía una vara de avellano de la longitud adecuada, se rebajaba por una parte hasta conseguir un diámetro adecuado que permitiese introducirla por el orificio del cilindro y después se metía unos centímetros por uno de los extremos empujando el corcho hacia el interior.
Para efectuar el disparo se tomaba el cilindro de saúco entre las manos y con la vara de avellano orientada hacia el estómago y apoyada a la altura del mismo. Con un movimiento brusco, similar a un hara-kiri, se empujaba la vara, que penetraba en el cilindro. Al comprimirse el aire contenido entre los dos corchos, el del extremo libre salía disparado.
El juego consistía en lanzar el corcho más lejos que los contrincantes para lo cual cada niño tenía su propia cañuta, que procuraba fuese más bonita que la de los demás.
Antes de colocar el tapón que efectuaba la presión, se introducía en la boca para humedecerlo a fin de que se deslizase mejor y además se escupía en el interior del cilindro para lubrificarlo.
Una vez efectuado el disparo, el corcho situado por delante del émbolo se debía seguir empujando con la vara de avellano hasta asomarlo al extremo libre. Esto exigía que dicha vara tuviese la longitud adecuada. Después se volvía a colocar el que se había disparado en el extremo por el que se introducía el émbolo y el arma quedaba nuevamente cargada.
En Salvatierra (A) recibía el nombre de tiratacos y se hacía de palos huecos y de madera de haya, fresno o cualquiera otra que fuese dura. La longitud del cilindro solía ser de unos 16 cm y el grosor de 25 mm. El orificio central tenía, tras ser taladrado, una luz de unos 11 mm. En esta localidad se introducía en un extremo un taco de estopa muy apretado y húmedo para que no permitiese el paso del aire. Al introducir por el extremo opuesto la espiga con la estopa también mojada para lograr el hermetismo perfecto y empujarla violentamente, se conseguía que el primer taco saliese disparado. Con práctica se conseguía hacer blanco en el punto deseado.
También en Ribera Alta (A) se denominaba tiratacos. En esta localidad utilizaban sabuco y bolitas de cerro o cáñamo. El disparo se efectuaba del mismo modo a como se ha descrito en las localidades anteriores. En Viana (N) se conocía como sabuquera e igualmente se empleaba saúco y balas de cáñamo. En Artieda (N) se llamaba trabuco y en Domeño (N) cañuta. Como materiales también recurrían al saúco y la estopa.
En Aldude, Donibane Garazi y Ezterentzubi (Ip) recibía el nombre de ttumpa. Se hacía también de saúco, cuyo interior se vaciaba con un alambre rígido. A veces también se utilizaba una cana. Por el interior del tubo se hacía deslizar una varilla que terminaba en una bola rellena de tela y que desempeñaba las veces de pistón. En la otra extremidad del canuto se encajaba un tapón que era expulsado fuertemente por el aire comprimido en el momento en que se empujaba bruscamente la varilla. En Sara (Ip) recibía la denominación de tupa, era de saúco y disparaba bolitas de estopa mojadas. En Altzai (Ip) le llamaban balapupa.
En Garagarza Arrasate (G) se conocía como flotta y consistía igualmente en una rama de saúco de unos 10 cm. El pistón se denominaba ziri. Se disparaban bolitas de estopa, basto. En San Martín de Améscoa (N) se llamaba chulubitera. A la rama de saúco, de unos 15 cm, se le extraía la médula con una baqueta de hierro rusiente. También disparaba proyectiles de estopa. En Zerain (G) se denominaba boloka, se hacía de saúco y se disparaban pequeñas bolas de lino cardado humedecido con saliva. En Abadiano (B), saukoa. El canuto de saúco era de unos 20 cm y las balas de papel mojado. Los mismos materiales se empleaban en el Valle del Roncal (N), donde recibía el nombre de alkanduz[2]. En Gorozika (B) se le conocía como tako. En Sangüesa (N), sabuco. Aquí las balas ensalivadas eran también de papel o bien de estopa.
En Galdames (B) fabricaban uno de estos artilugios con el tubo de plástico de un bolígrafo «bic». Se tomaba un trozo de pellejo de naranja y se le clavaba el extremo más estrecho del tubo de modo que quedase introducido en el mismo. A continuación se repetía la misma operación con el extremo más ancho. Acto seguido se empujaba este último trozo con la mina del bolígrafo hasta que la presión en el interior del tubo hiciese salir disparado el pedazo más pequeño con un «ploc» característico. Antes de empujar con la mina se debía tapar el orificio lateral que presentan estos bolígrafos.
En Portugalete (B) se recortaba la piel de naranja con el extremo ancho y el trocito obtenido se empujaba con la mina hasta el fondo del tubo. Después se volvía a realizar la operación otra vez pero en esta ocasión dejando el trocito a unos dos centímetros del extremo. A continuación se introducía la mina por la parte estrecha empujando el primer trozo para que saliese disparado el otro.
Un juguete particular es el llamado zirripizta o zirrizta, que fue utilizado en Aldude, Donibane Garazi y Ezterentzubi (Ip).
Consistía en una especie de jeringa mediante la cual se podía disparar agua a los compañeros como si de una pistola de agua se tratase. Al igual que el juguete descrito con anterioridad se fabricaba a partir de una rama de saúco, que debía tener un diámetro de unos 3 cm. Una vez localizada se cortaba un segmento bien recto de unos 40 cm que estuviese limitado por un nudo y se le extraía la médula. De este modo se conseguía un tubo abierto únicamente por uno de sus extremos. Después se perforaba con un pequeño agujero el nudo situado en el extremo opuesto. Así quedaba confeccionado el cuerpo de la jeringa. Como es evidente, cuando era posible conseguir una caña resultaba más fácil confeccionar el tubo.
El émbolo se fabricaba a partir de una rama de madera dura y por el mismo procedimiento ya descrito con anterioridad. Una vez encajado en el tubo debía ir encabezado por un tapón de tejido o de cuero que asegurase la succión tras ser expulsado el líquido.
Con el tiempo y el progreso a los niños les comenzó a resultar más fácil fabricar este instrumento a partir de una vieja bomba de inflar neumáticos de bicicleta y ya no se preocuparon de hacerse con una rama de saúco o caña.
En Viana (N) fabricaban un artilugio similar con un trozo de caña y un palo. Con él jugaban a mojar a los compañeros y a esta acción de mojar con agua se le llamaba tifar. Desapareció antes de los años cuarenta.
Hondas. Habailak
La honda recibe este nombre castellano en la mayoría de las poblaciones encuestadas. En Salinas de Añana (A), además, tirapiedras. En euskera se conoce como ufreilla (Arraioz-N), abilla (Abadiano-B), aballie (Aramaio-A), aballa (Garagarza-Arrasate, Zerain-G), habaila (Altzai, Donibane Garazi-Ip) y ebillia (Elosua-G). En francés le llaman fronde (Oragarre-Ip).
Los elementos más frecuentemente utilizados para fabricar una honda han sido un par de cuerdas y un trozo de cuero recortado de forma similar a como se prepara para los tiragomas, pero de dimensiones mayores.
Su construcción era sencilla: simplemente se ataban dos cabos al trozo de cuero que servía de asiento al proyectil y casi estaba lista. En Romanzado y Urraul Alto (N) se hacía además un pequeño anillo anudando el extremo de una de las cuerdas; servía para introducir el dedo corazón y así evitar que la honda se escapase al liberar el otro cabo. Para que este último no se deslizase entre los dedos antes del momento preciso de lanzar el proyectil, se le daba un nudo en el extremo, que permitía sujetarlo bien entre el índice y el pulgar. También en Zerain (G) se hacía una anilla, pero el dedo que se introducía era el pulgar. En Donibane Garazi (Ip) uno de los cordones permanecía fijo a la muñeca con la ayuda de un nudo corredizo, mientras que el otro podía ser soltado bruscamente abriendo la mano en el momento de lanzar. En Vitoria (A) una de las cuerdas era más larga que la otra a fin de poder atarla a la muñeca.
El cuero ha sido el material más recurrido para sujetar la piedra, pero también se han utilizado otros alternativos. En Durango (B), por ejemplo, tela fuerte y en Carranza (B) lona de zapato. En Lezaun (N) toda la honda se hacía con una tira de tela que presentaba un ensanchamiento en el lugar donde se depositaba la piedra. En Lekunberri (N) empleaban cinturones viejos que sujetaban por los extremos mientras los hacían girar con la piedra en el centro.
En Romanzado y Urraul Alto (N), además de con una badana, sabían preparar hondas utilizando para ello una simple cuerda. Para sostener la piedra era necesario realizar entonces una serie de nudos en su centro. Los movimientos que se efectuaban para obtenerlos son éstos: Se dobla la cuerda por el centro y se le da un nudo a unos diez centímetros de la curva (fig. 275a). Se vuelve la rama R hacia el lado opuesto y se traza el anillo A (fig. 275b). Se hace coincidir el anillo A con la curva C. Si la rama R está situada por delante de la lazada, se coloca A sobre C y se pasa el cabo E por A y C de atrás hacia delante; si R queda por detrás se dispone C delante de A y E se pasa de delante hacia atrás (fig. 275c). A continuación se tira con fuerza del cabo E para apretar el nudo y la honda queda lista (fig. 275d).
Para efectuar el lanzamiento con la honda se coloca la piedra sobre la badana y se sujetan las dos cuerdas por los cabos. Se hace girar en el aire, cada vez con más rapidez, y en un momento determinado se suelta uno de los cabos para que la piedra salga proyectada.
Los chavales jugaban a ver quién lanzaba más lejos el proyectil y los más habilidosos la empleaban para cazar pajarillos. Actualmente ya no se fabrica.
En Zerain (G) cuando se competía a lanzar piedras lo más lejos posible se utilizaban las de pizarra. En esta localidad otro juego muy peculiar consistía en producir el mayor «zumbido» en el lanzamiento para lo que se utilizaban los cantos rodados del río.
En Zerain (G) empleaban además un juguete de características similares al anterior que llamaban malotea. Bien en el maizal o en la ganbara de casa, se cogía una caña de maíz y con un cuchillo se le abría por el medio un tramo de 20-30 cm. Se introducía en él una piedra o un trozo de nabo, se sujetaba la caña por el extremo y se hacía girar rápidamente. Cuando se estimaba que había alcanzado la velocidad suficiente se soltaba la piedra.
En Abadiano (B) se hacía una pequeña bolsa con un pedazo de tela, se llenaba de arena y se cerraba con una cuerda. Con otra cuerda se ataba el saco y cogiéndola por el cabo libre se le hacía girar en el aire rápidamente para, en un momento dado, soltarla a fin de que llegase lo más lejos posible.