Saltar sobre el burro desde una raya
Los saltadores deben ir probando su destreza y fuerza para saltar desde una raya alejada del burro una distancia que se incrementa progresivamente. Esta modalidad apenas muestra diferencias en las distintas localidades donde se ha descrito.
En Carranza (B) se conocía como «Al cero». El niño que se quedaba se colocaba inclinado a cierta distancia de la raya trazada en el suelo y con el cuerpo paralelo a ella. Los demás se ordenaban en fila preparados para saltar. El primero que fallaba se ponía de burro mientras que el que lo era hasta ese momento pasaba al final de la cola. Cuando una tanda completa de niños había saltado, el niño agachado se alejaba un paso de la raya y nuevamente volvían a intentarlo todos.
A medida que la distancia entre el burro y la raya aumentaba, el juego se hacía más y más peligroso pues el impulso al brincar debía ser tan fuerte que algunos niños pasaban por encima sin conseguir frenar, cayendo de bruces.
A causa del golpe que recibían del saltador cuando apoyaba las manos sobre su espalda, o por picardías, había niños que se agachaban cuando saltaba alguno de los participantes pasando éste por encima sin conseguir apoyar las manos y propinándose un buen morrazo. A estos niños se les llamaba «burros falsos» y generalmente se los excluía del juego.
También en Durango (B) conocen esta modalidad de juego, designándola asimismo: «Al cero». Se traza una raya en el suelo y el azpi se dispone agachado, con la cabeza baja, el pie izquierdo sobre dicha raya y el derecho paralelo a ella. Los demás pasan por encima de él y una vez lo han hecho todos, el azpi se aleja un espacio colocando el pie izquierdo donde antes tenía el derecho. Nuevamente saltan, pero sin tocar o petar la marca. Y así se repiten desplazamientos y saltos hasta que alguno la pisa o no llega a saltar. En tal caso, éste queda de azpi y se inicia el juego de nuevo. Cuando la distancia es muy grande, el primero de los saltadores tiene derecho a exigir que el agachado se desplace solamente medio paso y asimismo a efectuar el salto con un brinco intermedio, con los dos pies juntos o con un solo pie.
En esta misma población y en Bilbao (B)[1], también se entretienen con una variante, denominada «A tirarse», que es prácticamente igual a la descrita antes.
En Vitoria (A) el burro se situaba agachado con los pies pegados a una raya trazada en el suelo. Una vez habían saltado todos se alejaba un paso. Para ello empleaba el siguiente procedimiento: Apoyaba perpendicularmente sobre el pie que rozaba la línea el talón del otro; después situaba el que había mantenido inmóvil junto a la puntera del desplazado en primer lugar de modo que fórmase un ángulo de 90 grados con éste, o lo que es lo mismo, que quedase paralelo a la marca del suelo. Terminaba colocando ambos pies juntos. En este juego, el primero en saltar era quien decidía si se podía dar uno o más pasos desde la raya hasta el agachado. Si otro de los participantes lo hacía en menos, pasaba a ocupar el puesto del primero.
El niño que no conseguía saltar en el número de pasos estipulado, que tocaba al burro con cualquier parte del cuerpo que no fueran las manos, o que sobrepasaba la raya o simplemente la pisaba, perdía y tenía que ocupar el sitio del burro.
Si por alguna razón el burro tenía que desplazarse del sitio que ocupaba, para recordar el punto exacto donde tenía que volver a colocarse, escupía en el suelo y restregando la saliva con el pie trazaba una raya.
En Apodaca (A), a un juego similar se le llama «Salto de la mula». Quien por sorteo tiene que hacer de burro se dispone agachado. Los saltadores o mulas, tras coger carrerilla, brincan desde la parra o raya. Si el que salta toca al niño agachado con otra parte del cuerpo que no sean las manos, o le derriba, pierde y pasa a ocupar el puesto del mismo. Si todos superan la prueba, el burro se aleja un pie más y el juego continúa de igual modo hasta que alguien pierde, momento que se aprovecha para volver a la primera marca. También se jugaba así en Salinas de Añana (A).
En Hondarribia (G) se practicaba una modalidad denominada «Juego del deseo» que combinaba la adopción de diversas posturas y el salto desde una marca. Se trazaba una raya en el suelo o en la arena y a escasa distancia de ella, como a un paso, se disponía agachado un niño. Los demás saltaban por encima de él sin apoyarse ni tocarlo. Una vez habían superado el ejercicio todos, se alejaba un paso y nuevamente volvían a saltar, esta vez apoyándose con las dos manos. Seguidamente el agachado se distanciaba un paso más y brincaban con una sola mano empleando la otra para golpearle en la cabeza. Por último, un paso más lejos, saltaban con ambas manos pero debiendo golpear con el pie las nalgas del de abajo a la vez que se gritaba «¡jo!». Si alguien fallaba durante la ejecución de los saltos, pasaba a inclinarse junto al agachado constituyendo así un obstáculo aún mayor para los saltadores.
Alejandro Urigoitia cita un entretenimiento de este estilo denominado «Iru pausuetara». Este juego de tiempos pasados se inicia con un peculiar procedimiento de determinar quién hace de burro y establecer el orden de participación. Los jugadores van arrojando sus respectivas boinas con la mano derecha por debajo de la pierna, también derecha, colocada de modo que el pie esté apoyado en la pared, a cincuenta o sesenta centímetros de altura. El que menos la aleja es el vencido. Los restantes puestos se ocupan de acuerdo a la distancia a la que la hayan arrojado.
Luego se traza en el suelo una raya en la que se coloca el jugador derrotado formando un puente con su cuerpo. Una vez dispuesto de este modo, los demás van saltando uno por uno y en orden por encima de él. Cuando han brincado todos, el agachado da un salto para alejarse de la raya y vuelve a colocarse en su primitiva postura. Otra vez pasa sobre él la tanda de jugadores y nuevamente da otro «salto legal» para alejarse. Salto legal es el que se da con los pies juntos. Nuevamente vuelven a pasar sus compañeros y otra vez se aleja un salto. La dificultad entonces es mayor. Deben salvar en tres saltos la distancia que separa la raya horizontal del puente. Por esta razón a partir de aquí el niño agachado no se aleja por saltos sino por pies. Llega un momento en que alguno de los participantes es incapaz de salvar en tres «pasos» esta distancia, entonces pierde el juego. Se entiende por «paso» un salto libre con impulso[2].
En todas las versiones recogidas hasta aquí, los saltadores pasan sobre el burro, pero también puede darse el caso de que tengan que quedarse encaramados sobre él.
En Carranza (B), un niño, que era el que hacía de burro, se inclinaba apoyándose en una pared. Por detrás y a cierta distancia se trazaba una raya desde la cual saltaban sobre él, uno tras otro, los demás. Todos permanecían encima debiendo éste soportar el peso. Si no lo conseguía y se caía tenía que quedarse de nuevo. Si al saltar, cualquiera de los chiquillos no llegaba hasta el agachado o se caía una vez estaba encaramado, debía hacer también de burro y colocarse detrás del otro. Era un juego difícil ya que la raya se trazaba a una distancia considerable del niño inclinado.