Lanzamiento de monedas a una figura geométrica
Al igual que ocurre con los juegos de canicas también en relación con los de monedas se ha constatado la práctica de algunas versiones en las que el hoyo es sustituido por un círculo.
En el juego explicado en el anterior apartado, en los que se describen aquí y en los incluidos en los próximos apartados, además de la suerte interviene de manera decisiva la habilidad de los jugadores, a diferencia de los vistos en primer lugar consistentes en lanzar monedas a cara o cruz.
En Bernedo (A) se conocía como «La garza» un entretenimiento que se practicaba en el pórtico de la iglesia aprovechando la existencia de losas en el suelo y de una pared contigua. Se marcaba un círculo, que recibía precisamente el nombre de la garza, en una losa distante unos tres metros de la pared. Dentro del mismo colocaba cada jugador una moneda. Después debían lanzar otra contra la pared procurando que al rebotar cayera lo más cerca posible de la garza. Si alguno lograba introducirla en el círculo se adueñaba de todas las que había en él, pero si no lo conseguía ninguno se procedía del siguiente modo: El que había dejado su moneda más cerca la recogía y apoyando el tacón de un pie en el lugar que ocupaba, la lanzaba contra la garza intentando sacar el mayor número posible de las allí depositadas. Estas pasaban a su poder si era capaz de coger al aire, cuando rebotaba, la moneda que había lanzado. Mientras quedara alguna repetía la misma operación. Si no lograba atrapar su moneda al aire pasaban a tirar los demás. Lo mismo ocurría si no conseguía extraer ninguna. Cuando la garza se quedaba sin dinero, los participantes volvían a poner otra moneda y comenzaban de nuevo.
En Salvatierra (A) se conocía uno de estos juegos por el nombre de «Perra». Para su ejecución se marcaba un círculo de unos 40 cm. de diámetro dentro del cual los jugadores echaban las monedas estipuladas. A una distancia convenida, de unos cuatro o cinco metros, se trazaba también una raya o bica. Desde las proximidades del círculo cada jugador arrojaba una perra gorda hacia la línea para determinar el orden de participación. Después la lanzaban desde la bica en dirección al corro y aquél que conseguía que su moneda se quedara en el interior ganaba todas las demás. Cuando las golpeaba y las sacaba del círculo también se las quedaba. El juego concluía al acabarse las monedas.
En Apellániz (A), donde se llamaba «A la raya», se marcaba en la tierra una línea recta y en su centro se trazaba un arco en el que los jugadores depositaban el dinero que se hubiese estipulado. El lanzamiento solía hacerse desde una distancia de cinco metros aproximadamente. Para establecer el orden que debían seguir los jugadores, se tiraba con una perra gorda para ver quién la aproximaba más a la línea marcada. El que situase su moneda más cercana a la raya tiraba primero, siguiéndole por turno todos los demás, según su mayor o menor aproximación.
Quien lograba colocar la perra dentro del arco recogía todo el dinero que se jugaba; si dicha moneda chocaba con las demás y hacía saltar algunas fuera, aunque ella no quedase dentro, se adueñaba de las que había sacado. Si ninguno de los participantes situaba su moneda dentro del arco, el juego proseguía en el mismo orden que al principio.
En Galdames (B) jugaban «Al champlón». Se hacía en el suelo una garza o rectángulo bien solo o en el centro de una raya que llamaban piano. Los participantes lanzaban monedas de cobre o champlones. Quien hacía mejor uco, es decir, quien metía el champlón en la garza o lo dejaba más cerca de la raya, ganaba los de los demás. Este juego lo siguen practicando hoy las personas mayores, empleando monedas de curso legal.
Otro juego practicado en Allo (N) era el conocido como «La parrilla». Se dibujaba en el suelo un cuadrado con doce cuadrículas en su interior. En éstas ponía cada jugador una moneda. El juego consistía en lanzar otra desde una distancia ya establecida intentando dejarla sobre alguna de las de la parrilla.