Otros juegos con chapas
Además de para realizar carreras, las chapas se han empleado en otros juegos que por sus reglas recuerdan a los de lanzar monedas. Para adecuarlas a los mismos en algunas localidades se les aplastaban los rebordes hasta que adquiriesen la forma de un disco plano. Como veremos, al menos en una de las poblaciones encuestadas hay constancia de que sustituyen a las monedas.
En Valdegovía (A) practican una modalidad similar a las canicas. Se hace un bocho y se realizan varios lanzamientos, en primer lugar de aproximación y después tratando de meter las chapas en el agujero. Se permite desplazar las de los contrarios y el primero en introducir la suya gana.
En Allo (N) la práctica de los juegos de lanzamiento de platillos data de hace unos cuarenta años pero desde hace doce o quince ya no se juega. Como resulta que las chapas tienen poco peso, para darles mayor estabilidad los chicos las rellenaban con jabón rascándolo de una pastilla, o también con brea que recogían en las cunetas de la carretera. De este modo, al tirar los platillos desde cierta distancia, quedaban fijos en el suelo.
Para proveerse de chapas, con las cuales se pagaba en las distintas modalidades del juego, los chicos rebuscaban en los lugares donde habitualmente solía tirarse la basura de los bares. Pero no todas las chapas tenían el mismo valor, éste dependía de la frecuencia con que se consumía determinada marca o producto y por ende de la abundancia con que se encontraban: cuanto más raras fuesen más se valoraban.
En esta localidad se conocían varias modalidades del juego de los platillos:
«A la raya». Se trazaba en el suelo una línea y desde una distancia de seis u ocho metros tiraban los jugadores su platillo procurando dejarlo lo más próximo a ella. Luego, el que más se aproximaba tenía opción a tirar contra los demás hasta hacerles tocar la raya. Cada vez que lo conseguía con uno, su propietario le pagaba un platillo. Si fallaba pasaba a tirar el siguiente.
«Al triángulo». Jugaban generalmente dos chicos. Dibujaban con tiza un triángulo equilátero en el suelo y colocaban un platillo en cada uno de sus vértices. Los jugadores, por orden, iban lanzando los suyos intentando dar a los del triángulo y dirigirlos hacia el centro de la figura. Cada vez que un niño conseguía meter una chapa, su adversario estaba obligado a reponerla ya que la otra quedaba como premio para el primero.
«Al monto». Jugaban también dos chicos y consistía en tirar un platillo contra el otro tratando de montarlo sobre él.
En Monreal (N), para jugar «A chapas», utilizaron hasta los años sesenta ochenas. Cuando no disponían de dinero empleaban chapones, que resultaban de encajar cuatro cartetas. Más tarde se sustituyeron por las chapas de cerveza que se rellenaban con jabón de trozo fabricado en casa o comprado. Se lanzaban éstas y había que tratar de que quedasen sobre las que ya había en el suelo. El que conseguía montar la suya sobre otra se adueñaba de ella.
También en Moreda (A) se juega lanzándolas hacia lo alto y dejando que caigan al suelo. El jugador que consigue montar un platillo encima del de otro compañero se lo gana.
En Elosua (G) el juego consistía en tirar las chapas de las botellas de limonada contra una pared desde una raya trazada en el suelo. El que más se aproximaba a la misma ganaba. La distancia de las chapas a la pared se medía por palmos. Al igual que en San Martín de Unx (N), se llevaban colgadas de la ropa sujetándolas con el corcho.
En Moreda (A), como en Elosua, las chapas previamente aplastadas se tiran contra una pared al objeto de ver quién consigue acercarlas más. El que logra dejar la suya más próxima gana las restantes.
En San Martín de Unx (N) los niños nacidos entre mediados de los cincuenta y 1965-70 utilizaron tanto las chapas como las cartetas para practicar lo que en realidad era el mismo juego y que por sus características era además igual al ya descrito bajo la denominación de «Al palmo», sólo que en vez de emplear un palo normalizado efectuaban las mediciones con la mano. Aplanaban cuidadosamente las chapas, una vez desprovistas de su lámina de corcho, para que volaran mejor hacia el suelo. La estimación del valor de las mismas era subjetiva, si bien las más apreciadas solían coincidir con las raras o de marcas poco frecuentes. Las chapas se buscaban en los basureros, a donde iban a parar los desperdicios de los bares envueltos en aserrín. Por eso no era raro encontrar además monedas.