A colores. Al cielo o al infierno. Zeruka
En Durango (B) se ha recogido un juego mixto denominado «A colores». Participa un grupo de niños de los que uno hace de ángel y otro de demonio. La que hace de ama, sentada, designa al oído un color a cada niño. El ángel y el ama entablan el siguiente diálogo:
- — Tan Tan.
- — ¿Quién es?
- — El ángel con su cruz.
- — ¿Qué quiere usted?
- — Vengo a buscar un color.
- — ¿Qué color?
- — Color, color... «azul».
El ángel lleva a su lado al niño que está designado con ese color.
Interviene después el demonio y se repite el diálogo algo cambiado. Cuando el «ama» pregunta: «¿Quién es?», el demonio responde: «El demonio con el tenedor». Igual que en el caso anterior se lleva a su lado al niño cuyo color haya elegido. Así se continúa hasta que todos los participantes quedan distribuidos en ambos bandos. A continuación se colocan agarrados por la cintura unos detrás de otros, según les haya correspondido. El ángel y el demonio se toman de las manos y tiran cada uno hacia su parte y el grupo que consigue arrastrar al otro se proclama vencedor.
En Carranza (B) se ha recogido un juego similar, con pequeñas variantes en el diálogo:
- — Tam-tam.
- — ¿Quién es?
- — El demonio con el tenedor.
- — ¿Qué quiere?
- — Tres cintitas.
- — ¿De qué color?
Entonces enuncia tres colores. Los que coincidan con los que los tengan asignados deben serle entregados por el ama. Igual ocurre con el ángel que a la pregunta del ama «¿Quién es?», responde «El ángel con la cruz a cuestas». El resto del juego es igual que en Durango.
Rosa Hierro[1] en la década de los veinte recogió un juego muy similar con el nombre de «A colorines». Las niñas, a hurtadillas de sus compañeras, pues estaba prohibido hacer trampas, se esforzaban mediante prodigios de mímica en hacer que la niña de su predilección (de las dos que encarnaban el ángel y el demonio) les acertase el nombre del color.
En Aoiz (N) se le conoce como «Al cielo o al infierno». Presenta el mismo desarrollo que en Durango y Carranza, incluso se remata con una soka-tira. Varía algo el diálogo entre la madre y el ángel que responde «el ángel con la cruz a cuestas» y el demonio que contesta «el demonio con la cachiporra al hombro». En Pipaón (A) también se ha recogido este juego al que llaman «Angel o demonio».
En Artajona (N) el juego presenta algunas variantes y es denominado «A nombres». Elegían un fuelle que hacía de director y juez del juego y ponía un nombre a cada jugador, diciéndoselo al oído para que los demás no se enteraran. Los, nombres elegidos solían ser muy rebuscados. Designaban también a dos compañeros, a quienes llamaban «Niño Jesús» y «Demonio», los cuales se colocaban a los lados del juez.
Puestos los tres personajes delante del grupo, salía el «Niño Jesús», se colocaba delante del juez y, simulando llamar a la puerta con los nudillos, iniciaba con el fuelle este diálogo:
- — Tran, tran.
- — ¿Quién es?
- — El niñico Jesús con la cruz al hombro.
- — ¿Qué quiere el Niño Jesús con la cruz al hombro?
- — Una cinta.
- — ¿De qué color?
- — De la buena, la mejor.
A continuación añadía un nombre de los que solían ser habituales en este juego. Si acertaba, tomaba por la oreja a aquél cuyo nombre hubiera averiguado y lo colocaba a su lado, continuando el juego tratando de llevar consigo el mayor número de niños. Al fallar, le sustituía el «Demonio», repitiéndose el diálogo:
- — Tran, tran.
- — ¿Quién es?
- — El demonio con la sardera al hombro.
- — ¿Qué quiere el demonio con la sardera al hombro?
- — Una cinta.
- — ¿De qué color?
- — De la buena, la mejor.
En este momento decía un nombre. Si acertaba, el portador pasaba a engrosar el bando del demonio, quien solía llevárselo diciendo: «Al infierno».
Una vez descubiertos todos los nombres, tenía lugar una prueba de fuerza entre los bandos, para lo cual niño y diablo se colocaban frente a frente, doblaban los dedos de ambas manos en forma de corchete, y se enganchaban entre sí. Detrás de ellos formaban una fila por bando, asiendo cada niño al anterior por la cintura. A una señal del fuelle, comenzaba la prueba de tiro, que ganaba el grupo que lograra arrastrar al otro. Perdían también el niño o el demonio si abrían la mano, soltando el gancho.
En la década de los veinte, A. Urigoitia[2] recogió un juego de nombre «Zeruke»[3], perteneciente probablemente a Zeanuri (B). Se jugaba cuando llovía, siendo el pórtico de la iglesia el lugar preferido. El número de jugadores era indeterminado, pero dos eran los personajes principales: el ángel, aingerue, y el demonio, deabrue.
Es manifiesta la influencia religiosa y contiene una evocación del Juicio Final. Los dos protagonistas se apartaban de los demás participantes y acordaban una enseña para cada uno de ellos. Así por ejemplo, el ángel tomaba por distintivo la campana; el demonio, la piedra.
Seguidamente preguntaban a cada participante: «Zer gura dozu, kanpaya ala arrie?», ¿Qué pides, campana o piedra?. Dependiendo de la opción elegida pasaba a formar grupo con el diablo o el ángel. A continuación éste invitaba a los suyos a la posesión del cielo y los llevaba a una de las paredes del pórtico. El diablo, por el contrario, arremetía furioso contra. sus seguidores y empujándolos bruscamente los arrojaba al infierno, que era el lado del pórtico contrario al cielo.
- ↑ Rosa HIERRO. “Del mundo infantil. Los juegos de los niños” in Euskalerriaren Alde, XIV (1924) pp. 72-73.
- ↑ Alejandro URIGOITIA. “Folklore. Juegos infantiles” in Euskalerriaren Alde, XIX (1929) pp. 246-247.
- ↑ Este juego guarda similitud con otro denominado “Arri gordetzea” descrito en el capítulo Juegos de adivinar.