Versiones de Gamboa, Galdames y Muskiz
En las siguientes versiones se suprime la tercera fase en la que el lanzador vuelve a alejar la pieza corta del punto de lanzamiento.
En Gamboa (A) posaban la chata en el suelo y la golpeaban en uno de sus extremos con la manilla. Una vez en el aire la atizaban con fuerza alejándola lo más posible. Los del bando contrario, distribuidos estratégicamente a lo largo del área de juego donde se suponía que podía caer, intentaban cogerla en el aire. Esta operación se podía realizar a mano con el consiguiente peligro de recibir un golpe en la cabeza. Las chicas la paraban con el delantal y las más atrevidas con la falda. Allá por los años 30-40 los chicos empleaban la blusa con la misma finalidad.
Si los del equipo receptor conseguían atrapar la chata en el aire, ganaban y eliminaban al que la había arrojado en primer lugar, debiendo éste dejar paso a otro niño de su mismo equipo. Si no se hacían con ella al vuelo, el mejor lanzador de este bando tenía opción de devolverla desde el lugar donde había caído hasta un punto determinado de antemano. En algunos casos podía tratarse de un círculo en el lugar principal de lanzamiento y en otros de la puerta de una casa cercana. Mientras, el equipo contrario intentaba interceptar la trayectoria de la chata devuelta.
Si el bando que devolvía la chata conseguía su difícil objetivo, resultaba ganador, pero si quedaba corta o se pasaba, se medía la distancia a la que había quedado y se penalizaba. La medición se realizaba, en algunos casos, con la manilla con la que se había golpeado al principio.
Los participantes en el juego se turnaban en el lanzamiento y cada vez tiraba uno de los componentes «a renque». Sólo se practicaba en Cuaresma y lo jugaban tanto chicos como chicas y, a veces, mezclados.
En Galdames (B) es un juego fundamentalmente de chicos y lo conoce la práctica totalidad de los informantes, aunque en los últimos años se ha dejado de practicar. Se inicia posando el palillo sobre una piedra con uno de los extremos sacado. El jugador que tira tiene que hacerlo saltar al aire, para lo cual le golpea en el extremo saliente con el palo. Una vez asciende le golpea nuevamente a fin de alejarlo.
Otro jugador, situado a cierta distancia, trata de coger el palillo antes de que toque el suelo. Si lo consigue es él quien pasa a lanzarlo, no contabilizando el anterior participante ningún palillo o punto. Si no lo atrapa y cae a tierra, lo recoge y allí donde ha quedado traza una raya. Desde esta marca lo arroja hacia el lugar del lanzamiento inicial, donde el primer tirador ha atravesado su palo posándolo en el suelo. Si atina a dicho palo pasa a lanzar, no consiguiendo ningún punto su contrincante. Si no llega a darle, el que ha disparado primeramente cuenta con el palillo la distancia que separa del punto de partida el lugar donde hubiera quedado al golpearle con la billarda.
El juego se hacía a un número determinado de palillos: doscientos, trescientos o los que fuese, y el que antes los obtuviese resultaba ganador.
En Muskiz (B) compiten dos cuadrillas de cuatro a seis chicos. Se decide el número de tantos al que se va a jugar y se echa a suertes quienes son los primeros en jugar.
Se marca una raya o tire donde se posa el palillo. Un jugador da un golpe con la maza en la punta del mismo y al elevarse le vuelve a golpear. Entonces calcula a ojo la distancia medida en mazas a la que ha caído y pide esa cantidad. El contrario la acepta o no. Si la acepta recoge el palillo del suelo y tira a pegar a la maza, que ahora está en el suelo sobre el tire. Si atina a darle, el lanzador queda eliminado y pasa a tirar otro. Si falla, continúa el mismo. Si el contrincante no acepta los tantos que le han pedido mide con la maza la distancia que separa el palillo del tire y si la cantidad resultante es inferior a la pedida, el tirador pierde esos tantos.
Si el lanzador hace «tirin tin tin», o sea, que golpea el palillo una vez más de la requerida antes de que caiga al suelo, entonces el recuento se efectúa con el palillo; si lo golpea otra vez más, con medio palillo y así progresivamente.
Los ganadores disfrutaban de la carricuchada, que consistía en que uno de éstos pegase al palillo con la maza lo más fuerte que pudiese de tal modo que los perdedores tenían que acarrear sobre sus espaldas, a carricuchis, a sus vencedores desde donde cayese hasta el tire.