II. LA NATURALEZA COMO ESPACIO LÚDICO
Una gran parte de la actividad lúdica infantil en la sociedad tradicional se realizaba en lo que hoy, con cierta resonancia enciclopédica, llamamos naturaleza. Pero para el niño de tiempos pasados la cosa era más sencilla. La naturaleza era el río poblado de peces o al menos de ranas y sapaburus, los campos donde cantaban los grillos en verano y crecían las flores en primavera, los muros de piedra donde se escondían las lagartijas, los pórticos donde se refugiaban los murciélagos, los caminos a cuya vera había zarzamoras, las cuevas llenas de silencio, los soportales para refugiarse de la lluvia, el monte para los largos recorridos, las rocas del litoral con sus viveros de lapas o magurios y los árboles donde construían sus nidos los pájaros.
Este ambiente no era privativo de los niños que vivían en comunidades rurales. Cualquier villa o ciudad tenía en su interior o en sus proximidades elementos de naturaleza que invitaban a los niños, con menor régimen escolar que ahora, a ejercer actividades de recolección, de caza o al menos de exploración.
Durante estas actividades, los niños establecían relaciones de muy diferente naturaleza con los animales. Con algunos de ellos, como la mariquita y las golondrinas, eran respetuosos, pero en la mayoría de las ocasiones tenían como final la muerte, mutilación o lesión del animal.
A la conclusión del capítulo también se recogen varias cancioncillas que los niños han tenido por costumbre entonar durante la manifestación de ciertos fenómenos atmosféricos, como los chaparrones veraniegos que tanta algazara levantan entre los pequeños.