Cazar grillos. Txirtxiletara

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El ir a por grillos, kilkerretara (Zerain-G), txirtxilletara (Elosua-G), txirritxirrietara (Zeanuri-B), grilloka (Bermeo-B), es una actividad propia de la primavera y el verano en la que participan predominantemente los niños, aunque no se excluye a las niñas.

Para localizar el escondrijo del grillo se debe averiguar en primer lugar de dónde procede su canto. Una vez se ha encontrado la cueva en la que se oculta se procede a sacarlo. Se emplea una pajita, un tallo de hierba o un palito delgado, que tras introducirlo por el orificio de entrada se hace girar hasta que el animal sale. En Elgoibar (G) decían entonces que «se xiricaba (del euskera zirikatu = hostigar) en el agujero» y en Lekunberri (N) que «le zirikeaban»[1]; en Trapagaran (B), que «se le hace cosquillas». De resistirse se recurre a otro método más expeditivo: orinar hasta anegar la cavidad y así el animal, para evitar ahogarse, abandona su refugio. Los hay que utilizan agua con tal fin, pero no ha sido lo habitual. Los niños de Galdames y Portugalete (B) emplean un tercer procedimiento consistente en introducir hormigas en la oquedad. A veces, acercándose con cuidado cuando se le oye cantar, se le pilla fuera de la madriguera. Entonces se aprovecha para taparle la entrada con lo que se captura con relativa facilidad.

Cogiendo grillos. 1911. Fuente: Novedades, San Sebastián, 1911.

En Carranza (B), cuando tras repetidos intentos no conseguían apresarlo, bloqueaban la salida del agujero pisando la tierra de la entrada con el tacón; decían entonces que le «cerraban la puerta».

Algunos informantes matizan que la aproximación al escondrijo debe realizarse sigilosamente ya que de lo contrario el animal se oculta y deja de emitir su canto, resultando entonces imposible localizarlo; o que el encargado de hacerle cosquillas con la hierba debe situarse en el lado opuesto adonde se orienta la salida de la cavidad.

Los niños de Apellániz (A) llaman matacandelas a los grillos hembra y los devuelven al campo. No hacen lo mismo con los machos cantores, a éstos les revisan las alas para comprobar qué letra muestran impresa sobre las mismas. Cuando se trata de una P reciben el nombre de panaderos y si es una R, redoblantes. Son precisamente estos últimos los más apreciados. También en Vitoria (A) liberan a las hembras e igualmente llaman panaderos a los que tienen una P, si presentan una R, reyes, y si una C, carboneros. Los reyes son los más apreciados pues se asegura que cantan más que los demás. En Barakaldo y Muskiz (B) les llaman reyes o príncipes, según tengan la R o la P, y carboneros si son muy negros.

Cuando la aprehensión de grillos se realiza por simple diversión, se vuelven a soltar en el mismo prado; sin embargo, lo habitual es guardarlos en pequeñas jaulas para así poder disfrutar de su canto. Estos pequeños habitáculos suelen ser fruto de la improvisación: sirve un bote o tanque metálicos, una caja de cerillas o cualquier cajita de cartón o metal. En Abadiano (B) reciben el nombre de txolopote. Sea cual sea el recipiente que se utilice, se le practican varios agujeros de pequeño diámetro con el fin de que el animal pueda respirar.

Más recientemente se han adquirido en el comercio jaulas especialmente preparadas para retenerlos. A veces reciben el nombre de grilleras (Artziniega-A, Viana-N). En Trapagaran (B) se han empleado grilleras de barro, como las huchas tradicionales, pero agujereadas.

Jaulas de grillos. Lekeitio (B). Fuente: Archivo particular Maite Jiménez Ochoa de Alda.

En otros tiempos, para llevar el grillo a casa, los niños lo alojaban bajo la boina o en el pañuelo.

Mientras el animal permanece encerrado se le alimenta con distintos productos vegetales. El más habitual ha sido la lechuga, pero no el único, también se han empleado hojas de rosa (Mendiola-A), hierba (Galdames-B, Eugi-N) y la flor de una planta que en Carranza (B) y Vitoria (A) recibe precisamente el nombre de comida de grillos y en Orozko (B) flor de grillo (se trata de unos ranúnculos).

En algunas localidades tenían la costumbre de suministrarles unas gotas de vino o migas de pan o lechuga humedecidas con este líquido en la creencia de que así cantarían más.

Además de para deleitarse con su canto, algunos niños los han capturado con fines más prosaicos, tal es el caso de Valdegovía (A), donde los utilizaban como cebo para pescar. En Obanos (N) se empleaban como alimento para las perdices.

En Mendiola (A) realizan carreras con ellos, dando a cada uno un nombre. Los dueños de los grillos se encargan de guardarlos cuidadosamente en botes de lata con pequeños orificios.

Comentan los informantes de Portugalete (B) que de críos soltaban los grillos en el aula, con el consiguiente regocijo de los alumnos. En Lekunberri (N) los introducían en cajas de cartón y luego, para gastar una broma, los dejaban debajo de las camas. En Carranza (B), algunos niños mayores más avispados acudían a la iglesia llevándolos en cajitas y luego los liberaban para que cantasen mientras el cura celebraba misa.


 
  1. Los de habla euskaldun dicen zuluan xirikatu. Los de habla castellana dicen xirikaba; en gran parte de Navarra, incluido Pamplona usan como palabra castellana el verbo zirikear, sinónimo de fastidiar, molestar, tentar, que es la misma significación que tiene en euskera.