Otras actividades
En Carranza (B) las niñas observaban la siguiente práctica creencial con los peines de mayo (Dipsacum fullonum), que son unos cardos de buen porte con hojas abrazadoras en las que queda retenida el agua de lluvia y cabezas florales espinosas. Le cortaban la zona más alta, que es la que contiene los pinchos, la empapaban en esa agua y como si de un peine se tratase la pasaban por el pelo mientras recitaban:
- Agua de mayo
- créceme el pelo,
- siete cuartitas
- menos un dedo.
Según les aconsejaban los adultos, así se fortalecía el cabello y crecía más.
En Viana (N) evocan el siguiente juego para el que empleaban una hierba silvestre parecida a la cebada. Un chiquillo separaba la espiga en dos trozos y a continuación volvía a introducir uno en el otro. La sujetaba entre el índice y el pulgar de una mano y le preguntaba al compañero: «¿gallo o gallina?». Una vez había efectuado la elección, el primer niño la golpeaba con la otra mano. Si saltaba la parte de arriba era gallo, si no saltaba, gallina.
En Elosua y Zerain (G) recogían las flores de la digital o kukupraka y aprovechando su forma de dedal las aplastaban sobre la palma de la mano para que estallasen provocando ruido, aunque más divertido era reventarlas contra la frente de algún amigo o amiga.
En Apellániz (A) con pétalos de amapola, o flores de tiratacos (Silene inflata), se forma una pequeña bolsa que oprimida en un extremo con los dedos y golpeándola sobre el dorso de la otra mano, produce, al explotar, un pequeño estampido.
Cuando los niños estaban tranquilos, caso muy raro, cogían abuelos o vilanos y se entretenían soplándolos para lanzar sus filamentos al aire. En algunos pueblos alaveses como Apellániz (A) les cantaban entonces:
- Abuelo, sube;
- abuelo, baja.
O también:
- Abuelito, tus, tus,
- enciende la vela
- y apaga la luz.
En Durango (B) decían:
- Sube María, sube María.
- Baja María, baja María.
Las plantas que tenían vilanos recibían en Gamboa (A) el nombre de gardoberas. Se reunían varios de estos abuelos en la palma de la mano y se soplaban. Según la dirección que tomaran y a quiénes se dirigieran se hacía una distinción entre los que eran amigos y los que no lo eran. Las chicas solían discutir sobre quién les gustaba más dependiendo del rumbo que siguiesen.
En Zeberio (B) celebraban carreras de avellanas, urritxa-karrerak, aprovechando la corriente del río. Marcaban un canal bordeándolo con piedras, ubidea, de recorrido más o menos dificultoso y con bastantes curvas y empleaban avellanas vanas, aryoak, para que flotasen sin dificultad. El juego consistía en depositar cada uno su avellana en la salida y correr curso abajo hasta la meta para ver cuál era la primera en llegar. Su dueño se apoderaba de las demás.
A continuación se expone un conjunto de juegos muy similares entre sí y que carecen de una denominación específica.
En Salvatierra (A) los participantes se sientan en el suelo, con las piernas cruzadas y dispuestos en círculo. A la vez que cantan la canción que se describe seguidamente van arrancando hierba con las manos. Al terminar, las abren y soplan sobre ellas con fuerza. Pierde aquél al que le queda más cantidad adherida. Como castigo debe encontrar un objeto que esconden los demás, para ello le orientan diciendo «frío» o «calor», según se aleje o acerque al lugar donde se ha ocultado.
- Sapi, sapi, yerba
- que canta la culebra,
- sapi, sapirón
- que canta el culebrón.
El juego que describen los informantes de Gamboa (A). es similar.
En Portugalete (B), los participantes, sentados en corro, arrancan hierba y la van arrojando al jugador que tienen al lado. Cuando concluye la canción abren la mano sin sacudirla y el que más briznas tiene es eliminado. La letra dice así:
- Arranca, arranca hierba
- que viene la culebra,
- arranca, arranca ron
- que viene el culebrón.
En Carranza (B) jugaban a lo mismo mientras cuidaban las vacas, para no aburrirse. Los niños se sentaban en el prado formando un corro y con una mano arrancaban hierbas mientras recitaban:
- Pelo pelo hierba
- arranca la culebra,
- pelo pelollón
- arranca el culebrón.
Procuraban que no quedasen adheridas a la misma, pues al acabar, todos debían mostrar la mano sin limpiarla ni agitarla y aquél que tuviese alguna brizna en la palma o en los dedos, perdía. Cuando eran varios, perdía el que más tuviera. Para que no les quedasen restos, algunos tan solo simulaban arrancar el césped, pero esto era motivo de protestas ya que se consideraba obligatorio hacerlo.
Los chicos de Lagrán (A) juegan en verano a lo que llaman «paciyerba». Arrancan un puñado de césped y se lo ponen encima de la mano. Luego soplan y al que le queda alguna brizna le castigan a extraer del suelo con los dientes un palo clavado en la tierra. Mientras, cantan:
- Paci, paciyerba,
- que canta la culebra;
- paci, paciyerbón
- que canta el culebrón.
Más completa es la siguiente versión recogida en Santa Cruz de Campezo (A):
- A la paciyerba,
- que viene la culebra;
- al paciyerbón,
- que viene el culebrón.
- Ha dicho la culebra
- que pongas buena cena
- para hoy y mañana
- y toda la semana.
- Que vienen las monjas
- cargadas de rosas,
- que no pueden pasar
- por el río de Aguilar.
- Que pase una,
- que pasen dos,
- que pase la Madre
- y el Hijo de Dios.
- Que pase el burro blanco,
- que relumbra todo el campo;
- que pase el burro negro,
- que relumbra todo el cielo.
Este juego consiste en que las niñas que van a tomar parte en el mismo se sientan sobre un yerbín y con la mano derecha arrancan hierba que depositan en la izquierda mientras cantan lo anterior. Una vez terminan el cantar dan un soplido a la hierba de la mano izquierda y a la que le queda alguna brizna, deposita prenda o es sometida a un castigo[1].
En Mendoza (A), mientras cantan lo que a continuación transcribimos, todos los jugadores van arrancando hierba y depositándola sobre la palma de la mano. Al llegar a la pregunta: «¿A dónde van estos pelitos?», se levantan, y manteniendo las manos bien abiertas, soplan sobre las hierbas. Aquél a quien le quedan más briznas adheridas es castigado a buscar un papelito que esconden los demás. Le acompañan con el consabido «frío» o «caliente».
- Chipi, chipi, yerba
- que canta la culebra;
- chipi, chipión,
- que canta el culebrón.
- Los chicos de la escuela
- van arrancando yerba,
- y ha dicho don Tomás
- que arranquen cuatro más:
- una, dos, tres, cuatro.
- — ¿A dónde van estos pelitos?
- — A la mar.
- — Si queda alguno,
- Dios lo pagará[2].
En Narvaja (A) tanto el juego como la canción son idénticos a lo descrito.
En Contrasta (A) se sientan los participantes en un campo de hierba y empiezan a arrancarla con ambas manos al tiempo que cantan:
- Al pi, pi, pi, hierba
- cantaba la culebra;
- pi, pi, pi, pión
- cantaba el culebrón.
- Los chicos de la escuela
- andan a pedir
- tinta, papel;
- ha dicho don Tomás
- que cojamos ocho más.
- Uno, dos,..., ocho.
Dicho esto ponen todos en el dorso de la mano derecha las hierbas que han cogido y de un soplo tienen que dispersarlas sin que les quede ninguna. El que no lo consigue es castigado a encontrar con los ojos tapados un objeto situado bastante lejos. Cuando se acerca al mismo los demás gritan «calor», y cuando se aleja «frío». Si se dirige a un sitio peligroso, se lo indican diciendo «sangre». Este juego recibe en Contrasta el nombre de «Pi, pi, pi».