Actividades guerreras. Gerraka
En muchos pueblos ha sido frecuente organizar luchas entre barrios, jugando a lo que se llamaba «A guerras». Para ello se utilizaban arcos, flechas, tiragomas, piedras, e incluso los puños, lo que hacía que a menudo la contienda terminara «a puñetazos». Hoy en día los niños se sirven de pistolas de plástico como armas, imitando con la voz el sonido de los disparos.
En Elgoibar (G) habitualmente eran los más pequeños quienes se enzarzaban en una riña que luego derivaba en pelea en la que intervenían las cuadrillas. Normalmente eran únicamente los chicos los que participaban en las guerras. Para ello se daban cita en un lugar y hora convenidos, y la lucha daba comienzo mediante el mutuo lanzamiento de objetos. Cuando a alguno de los contendientes se le ocasionaba un daño considerado importante, se congregaban todos y en ese momento se daba por finalizada la contienda. Se proclamaba bando ganador quien hubiese sufrido menos bajas.
En Sangüesa (N) el desafio para la guerra se llamaba «el zamborreo» y generalmente se enfrentaban niños de diferentes parroquias o de distintas calles. Habitualmente el campo donde dirimían sus diferencias eran los fuertes que alrededor de la ciudad hicieron los liberales durante las Guerras Carlistas. Los primeros en llegar ocupaban el lugar y el grupo contrario debía desalojarlos a pedradas o lanzando chinas con el tirabique. A los apresados se les ataba a unas alambradas de espinos.
En Lezaun (N) la lucha entre barrios se hacía con espadas realizadas a partir de los listones que se utilizaban para la construcción del «cielo raso» de las casas. En Aramaio (A) se jugaba a «Fusiletan», a fusiles, echando mano de los tallos de maíz que mediante cuerdas, convenientemente atadas asemejaban fusiles y de esta guisa se entablaba la guerra entre barrios.
Este juego también se practicaba en Arrasate (G) y en algunas localidades navarras como Aoiz y Eugi. En Viana le llamaban «Chismes».
Un juego también muy extendido ha sido «A indios y vaqueros». Los niños que hacían de indios fabricaban arcos con ramas de plátanos, que son flexibles, dándoles la largura apropiada y atándoles una cuerda en los extremos. Las flechas las obtenían afilando las puntas de cualquier palo. Los revólveres de los vaqueros eran también palos. Gran parte del juego consistía en esconderse en las zonas que cada grupo delimitaba como suyas de mutuo acuerdo, huir del enemigo y herirlo figuradamente.
Se ha recogido en Amézaga de Zuya, Gamboa, Moreda, Vitoria (A), Elgoibar, Hondarribia (G), Izurdiaga, Lezaun, Sangüesa y San Martín de Unx (N).
En Hondarribia (G) se imitaba a los batallones de voluntarios que en el día de la festividad de la Virgen de Guadalupe (ocho de Setiembre), desfilan marcialmente al son de los txilibitus. En este «alarde» infantil al no contar con flautas y escopetas como los mayores, los chavalitos silbaban y se ponían un palo sobre el hombro simulando la parada militar.