Las canicas

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Las canicas propiamente dichas sustituyeron con el tiempo a los anteriores elementos vegetales. La exclusión no fue total sino que hubo un periodo de tiempo durante el cual coexistieron. Pero desde hace unas décadas los niños sólo emplean canicas y, por ejemplo, ni siquiera conocen la existencia de las agallas de roble. Incluso les hace gracia que se jugase a juegos similares a los que ellos practican utilizando nueces, alubias, huesos de fruta o bellotas.

Además de canicas, que es la designación que reciben habitualmente, se les dan otros nombres como canas (Mendiola, Moreda, Narvaja-A, Obanos-N), bolas (Salvatierra-A, Garde-N), bolos (San Martín de Unx, Artajona-N), colpones (Allo-N), pitones (Murchante-N) o chivas (Monreal-N). En Aoiz (N) se llamaron chivas durante muchos años, hasta 1970 aproximadamente. Entonces, a consecuencia de su mayor comercialización, pasaron a denominarse canicas.

El juego de las canicas es estacional. Generalmente se inicia en primavera y prosigue hasta el otoño, siempre que el clima lo permita. Es decir, se practica con buen tiempo.

Lo más habitual es que participen en él sólo niños, si bien en los últimos años parece ser que también las niñas han comenzado a tomar parte. Por ejemplo, los chicos de Laguardia (A) han jugado a las canicas más que sus compañeras a lo largo del siglo, pero ahora lo hacen indistintamente. En Aoiz desde finales de la década de los diez hasta 1970 aproximadamente hay constancia de que fue un entretenimiento exclusivamente masculino. A partir de entonces comenzaron a practicarlo también las niñas y ahora lo juegan ambos, incluso mezclados. Se difundió entre éstas durante los recreos en el patio del colegio. En Arraioz (N) antes sólo jugaban los chicos, ahora también las niñas, aunque menos. En Zerain (G), en cambio, era practicado por ambos sexos si bien mayoritariamente por los chicos. En otras localidades sigue siendo propio de los últimos (Portugalete-B, Mendiola A).

Como ha quedado reflejado en el anterior párrafo, el juego de las canicas viene de antiguo en algunas localidades: En Murchante (N) los informantes dicen recordarlo de siempre; en Laguardia (A) se conoce desde los años veinte aproximadamente siguiendo vigente en la actualidad. En otras poblaciones la incorporación ha sido más tardía.

Lanzamiento de canica. Carranza (B), 1993. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

La forma más sencilla de transportar las canicas era en los bolsillos del pantalón; sin embargo, algunos niños disponían de pequeños morralitos de tela para tal fin. En Portugalete (B) los confeccionaban las madres de los chavales y la boca de los mismos se podía cerrar por medio de unas cintas que a su vez permitían atar la bolsita al cinturón y así llevarla colgada en la cintura.

El material de fabricación de las canicas ha variado con el tiempo mejorando progresivamente su calidad. Eso no implica que los distintos tipos de canicas se hayan sucedido a la par en todas las localidades ni que la aparición de uno nuevo desplazase inmediatamente a los anteriores. De siempre han coexistido, si bien hoy en día predominan las de cristal con atractivas incrustaciones coloreadas.

En Murchante (N) comentan que su evolución ha ido pareja a la del nivel de vida. En un principio se fabricaban artesanalmente con buro o arcilla, después se comenzaron a comprar, aunque seguían siendo de arcilla. Más tarde este material se recubrió de una capa coloreada. Posteriormente pasaron a adquirirse las de cristal, también de variados colores, y actualmente los más pequeños dicen que emplean las de metal.

En Arraioz (N) los informantes más ancianos comentan que en sus tiempos no conocieron las canicas. Jugaban con cascabeles o agallas del roble cuyo valor oscilaba en función del tamaño, de modo que se podía cambiar uno grande por dos pequeños. Luego se empezaron a usar unas canicas de barro cocido que resultaban bastante frágiles. Las de cristal se introdujeron mucho más tarde y son las que se emplean en la actualidad.

En Artajona (N) se utilizaban bolos de acero y de piedrafina, ambos tipos comprados en las tiendas; de cristal, obtenidos de las botellas de gaseosa o también adquiridos en tiendas; de barro, e incluso cocollas, que son agallas del roble. Actualmente son de cristal y acero y llaman a los grandes tronca y ñarra a los pequeños. Estas canicas tenían distinto valor dependiendo del material y de la voluntad de los jugadores. Los bolos de acero valían por quince de barro y los de piedrafina por diez. Los de cristal podían ser de colores, de diferentes tamaños y corrientes (de gaseosa); su valor era estipulado sobre la marcha. Los niños también los fabricaban con trozos de ladrillo churrustiéndolos o desgastándolos contra una piedra hasta darles forma esférica.

En Hondarribia (G) los mayores recuerdan que había canicas de varias clases: de barro bastas, hechas de barro cocido con una capa superficial de esmalte de color, y de barro finas, igual que las anteriores pero mejor acabadas. Se cambiaban cinco de aquéllas por una de éstas. También de cristal, en principio las que venían en las primeras gaseosas que aparecieron en el mercado y después las que incluían dibujos en su interior, que se compraban en las tiendas. Las de cristal se cambiaban por otras de idéntico material pero no por las de barro.

Lanzamiento de canica. Getxo (B), 1993. Fuente: Jon Elorriaga, Grupos Etniker Euskalerria.

En Zerain (G) se utilizaban tres tipos de canicas: de barro, de piedra y de cristal. Las primeras eran ligeramente mayores que las otras, teniendo unos 15 ó 16 mm de diámetro. El orden de preferencia solía ser el inverso al indicado, ya que las de barro se rompían con facilidad y las de cristal estaban adornadas con motivos incrustados de vistosos colores. Constituían moneda de cambio y tenían establecida su paridad: tantas de barro por una de piedra y tantas de éstas por una de cristal.

En Goizueta (N) para jugar a las canicas, «Bolatan», también las utilizaban de tierra, lurrezkoak, de piedra, harrizkoak, y de cristal, beirazkoak. Según el grosor se llamaban txaparrita o maxkarita.

En Moreda (A) se compran hoy en día de cristal; los chavales también las consiguen de acero procedentes de rodamientos de vehículos. Antes se hacían con arcilla: Se les daba forma esférica con las palmas de las manos y no se cocían, simplemente se dejaban secar al sol. Cuando la arcilla aún estaba fresca se impregnaban con mocos de caracol a fin de unir las grietas.

En Galdames (B) la generación que ahora tiene treinta años utilizaba canicas de barro de las vendidas en los comercios. Algunos también las fabricaban con arcilla pero a diferencia de Moreda, aquí se cocían en el horno una vez conseguida la forma esférica. Se conocieron además unas canicas llamadas de porcelana en colores blanco y azul. Las esferas que venían en los tapones de las botellas de gaseosa fueron frecuentemente utilizadas, pero por las niñas y para jugar a las tabas. Actualmente sé emplean exclusivamente las de cristal.

Los informantes de Sangüesa (N) recuerdan que había canicas de piedra que costaban una peseta, de cristal a 0,50 ptas. la unidad, de baquelita a 25 céntimos y de barro a 10 cts. En algunas ocasiones utilizaban los tapones esféricos de las botellas de gaseosa.

También en Monreal (N), a principios de siglo, recurrieron a estas bolitas de los envases de gaseosa. En Aoiz (N) hicieron lo propio desde finales de la década de los años diez hasta 1930 aproximadamente y por fechas similares en Elosua (G).

En cuanto a la forma de lanzar las canicas se conocen varias técnicas.

En Moreda (A), por ejemplo, practican dos: La más popular y utilizada y que posee además una amplia distribución geográfica consiste en sostener la cana con el dedo índice manteniéndolo arqueado, mientras que los tres siguientes dedos se hallan totalmente doblados, y dispararla con el impulso transmitido por el pulgar. Para la segunda posición es necesario unir ambas manos por las palmas. Como si se tratase de una catapulta la canica se lanza ayudándose de los dedos pulgares e índices de las dos manos. De esta forma se dispara con mayor fuerza.

En Galdames (B) llaman «pitar la canica» a golpearla con el dedo pulgar tras haber hecho presión contra el índice, o con el índice utilizando como muelle el pulgar.

José Luis Rodríguez cita para Murguía (A) la siguiente forma de lanzar la canica: Se apoya el dedo meñique de una mano en el lugar donde estuviese la cana y el índice de la misma mano en la palma de la otra; se pone la cana en ésta sobre la uña del dedo cordial, que está bajo la yema del pulgar y entonces se aprieta el dedo corazón para arrojarla en la dirección deseada[1].

Entre las descripciones de los juegos se detalla alguna forma más de efectuar el lanzamiento.

En cuanto a la clasificación de los juegos con canicas seguimos la propuesta para el apartado anterior, si bien estos últimos juegos no se ajustan a ella tan claramente. Así, entre las modalidades en las que se emplea un hoyo, las más abundantes son aquéllas en las que primero se debe meter la canica en el agujero para después golpear las de los contrincantes y arrebatárselas. Se han constatado contadas versiones relativas a meter canicas a un hoyo sin más o a sacarlas de un agujero golpeándolas con otras.

También son abundantes los juegos en los que se deben sacar las canicas de una figura geométrica trazada en el suelo, pero en esta ocasión suele tratarse de un triángulo en vez de un círculo. Además, al igual que los que necesitan el hoyo, éstos son más completos en su ejecución que los descritos en el apartado precedente ya que no consisten simplemente en tirar la canica desde una raya tratando de sacar del triángulo el mayor número posible de ellas, sino en ir golpeándola en veces y siguiendo estrategias para vencer a los contrarios. Además de con triángulos también se juega con cuadrados, con rectángulos e incluso con círculos. Las dos modalidades constatadas con círculos son precisamente las más sencillas, aparentemente simples transposiciones de las descritas con semillas en las que sólo se han sustituido los elementos de juego.

Tampoco aparecen juegos en los que las canicas se ponen en fila y son desplazadas lanzándoles otras; sí, en cambio, una nueva modalidad consistente en tratar de golpear sin más la canica de un contrario, alternando lanzamientos con él. Entre los juegos con nueces ya se recogió una versión denominada «Erre-erreka» que recuerda a esta última modalidad.

Juegos de lanzamiento de canicas a un hoyo

Una modalidad practicada en Zerain (G) consistía en depositar en un hoyo, denominado goá, una canica cada uno. Después, por turno, los niños arrojaban sobre éstas otra, intentando sacar del hoyo las más posibles. Este juego se practicaba con canicas de piedra ya que las de barro se partían y las de cristal corrían el riesgo de romperse o dañarse.

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En Durango (B) uno de estos juegos recibe el nombre de «Al botxo» o «Al guach». Antiguamente se practicaba con nueces, posteriormente con güitos de albérchigo y más tarde con canicas. Se hacía un agujero en la tierra al pie de una pared y a una cierta distancia se trazaba una raya desde la que se efectuaban los lanzamientos. Se establecía de antemano quién salía primero, segundo, etc. Al que le tocaba salir el primero cogía las canicas de todos los jugadores y comenzaba a lanzar al botxo. Todas las piezas que introducía en el agujero pasaban a ser de su propiedad y las que quedaban fuera las recogía el segundo, y así continuaba el juego hasta que no quedase ninguna. En los últimos años en lugar de «meter al botxo» se decía «meter al guach». Al hecho de introducir todas en el botxo se le llamaba txonta.

En Muskiz (B) se hace un bocho y desde una raya situada a unos cinco metros, cada niño tira una canica hacia el agujero procurando introducirla o al menos aproximarla cuanto le sea posible, ya que este primer lanzamiento sirve para establecer el orden de juego. Después, el primer niño trata de meter las que pueda a base de pititacos. Mientras vaya introduciéndolas tiene derecho a seguir intentándolo con otras, hasta que falla, entonces pasa a probar suerte el siguiente en el turno. Cada jugador guarda para él las que consigue que caigan en el bocho. Se trata de un juego de chicos practicado en el verano.

En Galdames (B) otra variante de este juego consistía en hacer un gotxo o agujero en el suelo y que cada jugador tirara canicas tratando de introducirlas en el mismo. Los informantes de más edad recuerdan que para jugar «Al botxo» hacían tiradas de clasificación por el sistema de los ucos, es decir, trazaban una raya en el suelo y arrojaban hacia ella un trozo de teja, una perra, etc. de tal modo que el que más se acercara era el primero en tirar las canicas al agujero. Las que entraban eran para quien las había metido y las restantes se trataban de introducir pitándolas con el dedo.

Para dificultar la ejecución de este juego en algunas versiones se permite desplazar las canicas de los contrincantes para alejarlas del hoyo.

En Zerain (G) hacían un hoyo o goá de unos diez o quince centímetros de diámetro y de cinco u ocho de profundidad y a varios metros de él una raya desde la que cada jugador lanzaba su canica. Era válido atinar a la de un contrario a fin de alejarla pues el que primero introdujese la suya ganaba la partida y se llevaba las canicas de los demás.

La modalidad que se juega en Valdegovía (A) es similar a la anterior de Zerain. Se hace un bocho y desde un determinado punto se tiran las canicas. Está estipulado que el lanzamiento se debe realizar con los dedos índice y pulgar colocando el índice de modo que quede trabado con el pulgar. Si se quiere efectuar el lanzamiento con más fuerza aún, se puede sustituir el índice por el corazón. El primero que introduce la canica en el bocho gana, pero rara vez se consigue de un tiro por lo que los jugadores se deben alternar. Se permite desplazar a los contrarios de modo que si un jugador se halla próximo al bocho otro puede tirar a darle para alejarle. El que alcanza el hoyo gana además las otras canicas.

En Artziniega (A) también se jugaba partiendo de un punto pero tratando de introducir la canica en tres agujeros o guas según un orden preestablecido. Estaba permitido golpear la canica de un contrario y alejarla lo más posible para dificultarle la consecución del juego, ya que ganaba quien antes llegaba al último gua. De todos los juegos de canicas que conocían en la localidad, éste era el más popular.

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Entre los juegos de canicas en que se utiliza un hoyo, el más conocido en Navarra ha sido el «Gua» (Alío, Garde, Murchante, San Martín de Unx, Sangüesa, Viana, ...) o «Guach» (Monreal). En Artajona (N) se referían a él como «Chiva, pie, tute y gua» si bien ahora también le llaman «A la gua». En la localidad alavesa de Moreda le designan igualmente como «Al gua».

Esta denominación del juego aparece en otros pueblos; sin embargo la forma de practicarlo es coincidente en las localidades antes citadas.

Consiste en que cada participante lance su canica desde un punto determinado hacia un hoyo excavado en ei suelo y al que precisamente se le llama gua. Aquél que atina a introducirla o el que más próxima la deja, comienza a jugar. Trata de golpear con su canica a la de un contrario repetidas veces. La sucesión de impactos suele ser de seis y a menudo inferior y cada uno recibe un nombre específico: «Chiva, chivica, pie o buen pie, tute, matute o retute». Normalmente tras concluir los golpes debe volver al gua. Si consigue realizar todas estas fases sin fallar, gana.

A continuación se recogen varias formas de practicar esta modalidad.

En Murchante (N), tras hacer un hoyo, dos chicos, uno por uno y desde un punto convenido, lanzaban un pitón o canica hasta conseguir que cayese dentro del agujero. Esa jugada se llamaba gua y el muchacho que primero la conseguía llevaba la iniciativa del juego.

La segunda jugada consistía en que éste golpease con su pitón el del contrario y recibía el nombre de chivica.

En la tercera le daba un nuevo golpe pero de forma que al detenerse las canicas hubiese entre ambas un espacio suficiente para colocar la suela de la alpargata. El jugador introducía el pie entre los pitones y se comprobaba con toda clase de precauciones que la separación fuese la correcta. A este lance se le denominaba un pie o simplemente pie.

La cuarta fase consistía sencillamente en acertar con un nuevo golpe al pitón del contrario. Se conocía con el nombre de matute o abreviadamente tute.

En la quinta y última debía volver el pitón al hoyo de un solo lanzamiento y como la vez primera se llamaba gua.

Cuando el que jugaba en primer término fallaba en alguna de las etapas indicadas, quedaba desposeído de la iniciativa y pasaba a ser ejercida por el otro muchacho.

En Moreda (A) es actualmente uno de los juegos más populares entre los niños, sobre todo en época escolar. A unos metros del gua se traza una línea desde la que los jugadores lanzan las canas tratando de introducirlas en él. Inicia la partida el que consigue meter su bolita en el agujero o acercarla más al borde. El orden de participación del resto de los niños depende de la mayor o menor distancia que separe sus canicas del mencionado hoyo.

A canicas. Portugalete (B), 1979. Fuente: Unai Martínez, Grupos Etniker Euskalerria.

El primero en jugar dispara su cana para tratar de golpear las de sus compañeros. Para ganar ha de conseguir modificar su posición según una serie de combinaciones que se denominan: chiva, buen pie, tute, matute, retute, tres pies y gua de nuevo al final. Gua consiste en introducir la canica en el hoyo; chiva en pegar con ella un golpe a otra; buen pie en que después del choque quede entre ambas una distancia equivalente por lo menos a la longitud del pie del lanzador, tute y retute son dos golpes simplemente; tres pies que la distancia sea igual o mayor a tres veces el pie del jugador y gua volver a introducir la cana en el hoyo.

Cuando se ha conseguido esta sucesión de golpes con una canica, ésta queda eliminada y pasa a poder del ganador, que tratará de repetir su éxito con las restantes. Quien llega a esta última suerte, que consiste en introducir todas las canas en el hoyo, resulta vencedor y se apropia de cuantas se hallan en juego. Esto si juegan «a verdad»; mas si lo hacen «a mentira» los perdedores no deben pagar con sus canicas. Cuando un niño falla prosigue jugando el siguiente en el turno. Al disponerse a golpear la canica de un contrario es válido desplazar el punto de tiro una cuarta, medida con la mano, con la finalidad de acortar la distancia que las separa y mejorar la posición de lanzamiento.

En San Martín de Unx (N) el hoyico o gua servía para iniciar y finalizar la partida. El primero que daba al bolo contrario los golpes de chiva, chivica, pie (porque entre bolo y bolo debía quedar la longitud de un pie), tute, retute y buenpie (porque este espacio debía ampliarse a dos pies), y hacía gua, era el ganador. Si la partida era «a ganar» se quedaba con el bolo del contrario.

Esta versión es la que jugaron los niños nacidos en esta localidad navarra en torno a 1930-35. Los nacidos entre 1955 y 1965-70 practicaron esta otra: Primeramente se establecía el orden de participación con una tirada previa de aproximación al gua. El más cercano iniciaba el juego. Atacaba al bolo más próximo y luego a los demás para ir eliminándolos. El primer golpe se llamaba chiva, el segundo pie, el tercero tute y a continuación debía hacer gua, es decir, volver al hoyo.

Tras el golpe llamado pie se procedía a introducir el pie entre ambos bolos, demostrando así que cabía y tomando por bueno el golpe. Si la separación era menor se decía: «¡no cabe!», y proseguía el juego otro compañero. Si entraba muy justo, el interesado pedía presuroso: «¡como quiero p'a descalzar!», adelantándose al contrario, que tenía potestad para prohibirle quitarse el zapato y así demostrar que el pie entraba más holgado.

Si en el golpe pie se lanzaba muy lejos la canica del contrario, el jugador se podía plantar, dejando el bolo donde quisiera, pero generalmente en las proximidades del gua por si un golpe casual de otro bolo le llevaba al hoyo. Si un jugador metía por error el bolo de un contrincante en el gua, tenía tres oportunidades para sacarlo a disparos y si no lo conseguía quedaba eliminado.

Si tras el tute la canica quedaba muy alejada del gua se podía golpear la de un contrario para aproximarse, recibiendo esta fase el nombre de retute, pero ello obligaba a recomenzar los pasos anteriores, es decir, a repetir chiva, pie, tute de nuevo y gua. El mismo proceso debía seguirse en el caso de pegar tras el tute a otro bolo por error o casualidad.

Se empleaban otras expresiones como «¡limpio!» y «¡sucio!». Si la canica quedaba detrás de una piedra había que adelantarse al compañero gritando «¡limpio!» para poderla quitar ya que si el otro se daba más prisa en chillar «¡sucio!», el terreno de juego quedaba tal cual. «Encalar» era meter el bolo en el gua de pura chiripa, desde lejos y sin tocar tierra. Por último, jugar «a la remangutia» o «a la remanguera» era hacerlo adelantándose al lugar desde donde debía sacarse. No estaba permitido.

En Aoiz (N) se establecía el turno de participación en este juego por medio de dos procedimientos. Uno consistía en arrojar cada niño su canica hacia el gua desde la raya de lanzamiento situada a unos tres metros de distancia. El que la introducía o el que más se aproximaba era el primero en iniciar la partida. Los restantes tiraban según el grado de acercamiento.

Otra forma de determinar el turno era posar una canica en el suelo y que los niños lanzasen las suyas de modo que el que la golpease, o en su defecto, el que más se acercase, era el primero en jugar. El orden de los siguientes dependía de la distancia a la que dejasen sus respectivas canicas.

Ya establecido el turno se iniciaba el juego. Los participantes lanzaban su canica hacia el gua. Una vez lo habían hecho todos, el primero medía un palmo a partir de la suya y en dirección a la más próxima diciendo chiva. Si le pegaba, medía otro palmo para tratar de dar de nuevo a la misma canica, esta vez diciendo chivica. Otro palmo y le correspondía buen pie, para lo cual tenía que comprobar que le cupiese su pie entre ambas canicas. Un palmo más y tute, a continuación y de igual forma matute, y por fin otro palmo y la lanzaba hacia el gua.

Si fallaba, entraban a jugar el segundo y tercer niños. Iniciaba el ataque el segundo y podía golpear la chiva del primero o la del tercero, según lo que juzgase más conveniente. Si «hacía mala» pasaba a jugar el tercero y así sucesivamente. El que lograba efectuar la totalidad de los pasos sin fallar y además introducía su canica en el gua era el ganador. El beneficio que obtenía dependía de lo apostado, normalmente las mismas chivas.

En Allo (N) consideraban como número ideal para participar en este juego el de cuatro o cinco niños. Todos tiraban desde el mismo punto intentando meter su colpón en el hoyo o gua. El primero en conseguirlo era también el primero en jugar.

La fase siguiente consistía en golpear con el propio colpón uno de los pertenecientes a los contrarios, propinándole los siguientes golpes y sin fallar: chivica, las reglas del juego permitían tomarse una ventaja de un palmó de aproximación entre ambos colpones; buen pie, después del golpe los dos colpones tenían que quedar a una distancia superior a un pie y cuatro dedos; tute, retute y gua. Tras los cuatro golpes anteriores, el jugador metía su colpón en el gua, completando la partida y cobrándose la canica del contrario como trofeo. Después atacaba a la de un tercero, pero si fallaba dejaba su turno al jugador siguiente de acuerdo con el orden de aproximación en la tirada inicial al gua.

En Eugi (N) los jugadores se colocaban a cierta distancia del gua y lanzando su canica trataban de meterla en el mismo. El que lo conseguía tenía derecho a palmo, lo cual significaba que podía adelantar la canica un palmo. Se colocaba en el borde del agujero y apuntaba con su canica a la más cercana, a la cual golpeaba varias veces mientras decía: «chiva, chivica, buen pie, tute, retute y matute». Al llegar a buen pie era obligatorio que la distancia entre las dos canas fuera de un pie.

Al concluir esta serie de golpes debía conseguir meter de nuevo su canica al gua. Si lo lograba se declaraba ganador y recibía como premio las canicas de sus contrincantes. Si perdía en cualquiera de estas fases tomaba la iniciativa el segundo jugador. En la siguiente ronda, cada participante comenzaba donde hubiera fallado la última vez. No se permitían las carambolas, esto es, que una canica golpeara a otra de rebote; si un jugador efectuaba tres carambolas «iba a la calle».

En Monreal (N), tras establecer el turno para tirar, lanzaban la chiva hacia el agujero o guach tratando de meterla o de acercarla lo más posible. El niño que lo consiguiese tomaba ventaja sobre el resto. Si nadie lograba introducir la canica, el que más cerca estaba del guach tiraba a meterla. Una vez metida la chiva el jugador con un «palmo» tiraba a dar; si acertaba decía «chiva». Si entre las dos canicas cabía un pie, tiraba de nuevo y si le daba decía «pie». Si en el siguiente lanzamiento volvía a acertarle decía «tute» y entonces tenía que volver a tirar al guach. Si introducía la chiva ganaba la del contrario y continuaba jugando. En caso de no convenirle el tiro a una misma chiva varias veces seguidas podía tirar a otras, pero para continuar todos los pasos tenía que volver cada vez al guach. Si fallaba perdía el turno y las ventajas y continuaba el juego otro participante.

En Artajona (N) se considera un juego moderno. Al igual que en las demás localidades, el hoyo recibe el nombre de gua e introducir la canica en él es «hacer gua».

Cada jugador participa con un bolo. Comienza quien logra dejarlo más cerca de un punto convenido, generalmente una pared. Arroja su canica a lo largo, y desde el punto donde queda intenta golpear las de sus compañeros. Si logra pegar a una hace chiva; la siguiente tirada la dirige hacia el agujero para intentar hacer gua; si al golpearla la hubiera dejado a una distancia mayor de un pie, es pie; debe intentar pegarle nuevamente, tute, para después introducirla otra vez en el agujero, gua.

Ahora llaman a esta modalidad «A la gua» y ofrece algunas variantes. Comenzado el juego, cuando el que dispara da el primer golpe al bolo de un contrario es tute; si se queda a menos de un palmo, es matute; si se acerca aún más, se le suele pegar suavemente para no alejarlo: retute; después se le golpea fuerte con el fin de hacer pie; si consigue una distancia de más de un pie entre ambos bolos, vuelve a meterlo otra vez en el agujero o gua. Puede ocurrir que cuando uno ha llegado hasta la fase pie y está a punto de hacer gua, otro golpee su canica, quitándole todo lo hasta entonces conseguido.

En Sangüesa (N) se traza una raya a una distancia de tres metros del gua y desde ella tiran los jugadores su canica tratando de acercarla al hoyo. El que más próxima la deja comienza el juego, intentando meterla en el gua. Tras ello golpea las de los compañeros en la sucesión siguiente: chivica, pie, tute, a veces retute, y de nuevo regresar al gua. El dueño de la canica perdedora debe entregarla al ganador. Este juego se continúa practicando en la actualidad.

En Garde (N) la sucesión de golpes es: chiva, chivica, pie, tute y retute; siendo la chivica más suave que la chiva y el retute más fuerte que el tute. Es necesario que en el tercer golpe quede entre las bolas una distancia de al menos un pie. Tras los golpes hay que introducir la chiva o canica en el agujero o gua, con lo que se gana la partida. Actualmente los niños juegan muy poco a esta modalidad.

En Obanos (N) el primero que lograba introducir su cana en el gua la colocaba donde quería con lo cual disfrutaba de una ventaja adicional. A continuación, apoyando el dedo índice en el punto donde tenía su canica, intentaba golpear la de un contrario con toques sucesivos que recibían los nombres de chiva, chivica (debía quedar un palmo de distancia entre su cana y la del contrario), pie o buen pie (tenía que caber el pie), tute, matute y gua (debía conseguir meter la canica del contrario en el gua de un solo golpe).

En Lezaun (N) jugaban dos chicos. Cada uno debía tratar de golpear la canica del contrario en el siguiente orden: chiva, chivica, buen pie o mal pie, tute, retute y gua. El gua era un círculo marcado en el suelo y en cada partida el ganador salía desde él. Se jugaban una canica.

Además del juego de «El gua» se han practicado otros de similar estilo, como los que se describen seguidamente.

En Artajona (N) jugaban por los años 1935-50 «A la cachimba». Se hacía en el suelo un pequeño hoyo o cachimba o se aprovechaban los existentes. En primer lugar se seleccionaba el orden de los tiradores. Para ello, tras alinearse, arrojaban sus bolos hacia una pared. El que lograba aproximarse más era el primero. A continuación se colocaban sobre una raya o línea marcada en el suelo e iban lanzándolos hacia la cachimba intentando meterlos, o como se decía, «hacer zulo». Quien lo conseguía podía seguir tirando contra los otros. De no ocurrir esto, el juego proseguía disparando cada niño su canica hacia el hoyo.

El que «hacía zulo» colocaba una mano con el meñique tocando el borde del agujero y el resto de los dedos cerrados, a excepción del pulgar, que mantenía extendido. Con la otra mano junto a éste, impulsaba la canica para pegar o «hacer cuche» a los bolos de los otros jugadores. Golpear a dos o más contrarios de un solo disparo era «hacer carambola». El jugador se apropiaba de las canicas que pegaba o cuchaba o, en otros casos, del dinero apostado.

En Mendiola (A) juegan al hoyo, bocho o goqui de forma parecida. Desde una línea cada jugador tira rodando por el suelo una canica hacia el hoyo o goqui. Si ninguno acierta a introducirla, el que más cerca la deja intenta meterla de un cate. Si no lo logra, prueba suerte el segundo más cercano al agujero. Así hasta que alguno lo consigue. Este, entonces, ataca desde el hoyo a las otras canicas. Si acierta a dar a una, vuelve a jugar desde el sitio donde se para su cana. Si lo desea puede regresar al hoyo y atacar desde el mismo. Cuando falla un golpe debe ceder la vez abandonando su canica en el punto donde pare de rodar. El siguiente niño comienza a jugar. Si tiene la fortuna de atinar a la canica del anterior le arrebata las que ése hubiera ganado.

En Plentzia (B) esta modalidad se llamaba «Al botxo». Se lanzaban las canicas desde una raya y el que más cerca del agujero las dejaba era el primero en jugar. Podía tirar al botxo o a pegar a otra canica. Cada vez que golpeaba una tenía derecho a otra tirada. El que metía la suya en el hoyo podía lanzarla contra las de los demás a fin de eliminarlos. Se jugaba de acuerdo a reglas que se establecían antes de comenzar, como por ejemplo tener que pegar tres veces a una misma canica para poder eliminarla.

En Hondarribia (G) para jugar al «uno contra uno» se hacía en la tierra un agujero central y el primero contaba desde allí tres arras (se llamaba arra, palmo, a la distancia entre los dedos pulgar y meñique extendidos); desde ese punto, accionando la canica con el pulgar, se intentaba golpear la del compañero por tres veces. Si lo conseguía, la canica pasaba a propiedad del ganador. La dificultad estribaba en que cuanto más se acercase uno al contrario más fácil era, en caso de fallo, la jugada de aquél.

En Elosua (G) tira cada uno su canica y luego la intentan introducir en el txulo cogiéndola entre los dedos índice y pulgar. Desde el agujero se hacen «palmas» para golpear las canicas de los demás. A veces juegan apostando y otras sólo por jugar.

En Mendiola (A) se conoce otra modalidad denominada «A los tres hoyos». Se abren en el suelo tres agujeros dispuestos en forma de triángulo de modo que los vértices estén separados un metro aproximadamente. Según un orden ya establecido, los jugadores envían su canica de un cate al primer hoyo. Los que no logran introducirla ceden su vez y vuelven a probar suerte en el turno siguiente, pero nuevamente desde la línea inicial. El que introduce la canica en el primer hoyo tira al segundo y si acierta, al tercero. Entonces puede ir atacando a cada jugador y cobrar una canica por golpe. Si no atina a introducirla en el hoyo o a dar a otra, cede la vez, dejando la cana allí donde se para y esperando a que le toque jugar en el turno siguiente.

Al triángulo. Hirukira

Otra modalidad de juego es «Al triángulo». Recibe este nombre en la mayoría de las localidades en que se conoce; en Goizueta (N) se le llama «Hirukira» o «Triangulora». Se denomina así debido a que es necesario marcar un triángulo en el suelo para jugar. Dentro de él, en los vértices o en los lados, los participantes depositan canicas y en algunas localidades dinero. Después, cada jugador, provisto de otra canica, trata de sacar las del triángulo para quedárselas.

En Elgoibar (G) participan en este juego sólo chicos, en concreto tres. Trazan el triángulo en el suelo y cada niño coloca una canica en un vértice. Desde un punto señalado arrojan otra tratando de acercarse al triángulo. El que queda más próximo comienza a jugar. Lanza su canica intentando sacar una de las del triángulo. Si acierta y la echa fuera tiene opción a un segundo tiro y así hasta que falla. Entonces pasa a probar suerte el siguiente niño, según el orden establecido en el primer lanzamiento. El juego concluye al sacar las tres canicas del triángulo. Cada uno se queda con las que extrae.

En Lezaun (N) y en Eugi (N) el juego era similar. En Lezaun lo practicaban solamente chicos, que para empezar depositaban dentro del triángulo un número estipulado de canicas. Seguidamente, desde un punto alejado, lanzaban otras intentando acercarlas al triángulo y en ese orden de aproximación tiraban a las del interior apoderándose de las que sacaban fuera. En Eugi lo practicaban a lo largo de todo el año jugadores de ambos sexos. A cierta distancia del triángulo, en el cual cada participante había colocado el mismo número de canicas, se trazaba una raya. A lo largo de ella se disponían los jugadores para lanzar cada uno la suya. El resto del juego discurría igual que en Lezaun.

En Sangüesa (N) colocaban en el interior del triángulo las canicas convenidas. Cada vez que un jugador sacaba una de ellas podía volver a tirar, hasta que fallaba. Si la bola con la que tiraba quedaba dentro, perdía, y en caso de haber ganado ya alguna canica debía dejarla también en el interior del triángulo. Si la bola que quedaba prisionera era sacada por otro jugador, su dueño podía seguir jugando y el que la había golpeado perdía. Este juego desapareció hacia los años sesenta.

En Plentzia (B) se colocaba una canica en cada ángulo y en el centro de la figura tantas como jugadores, normalmente cuatro. El que tras el primer lanzamiento quedaba más cerca del triángulo comenzaba a jugar tratando de sacar el mayor número posible de canicas, las cuales pasaban a ser de su propiedad. Si a uno se le quedaba la suya en el área del triángulo, cuando alguien se la sacaba de un golpe debía pagarle una canica, pero si no había sacado ninguna previamente, pagaba y quedaba eliminado.

Haurrak karrikan mendearen hasieran. Sokoa (Ip). Fuente: Coulange, Alain. Vivre dans les Basses-Pyrénées 1900-1930. Poitiers, 1980.

La versión de Monreal (N), donde al juego se le llama «A los chinos», presenta la peculiaridad de que dentro del triángulo se colocaban unas veces chivas y otras dinero. Después, desde cierta distancia, los jugadores lanzaban sus canicas tratando de aproximarlas al mismo, pero sin que se les introdujesen en él, ya que al que le ocurría esto perdía. El que más cerca quedaba comenzaba a jugar. Podía optar por sacar las canicas o el dinero o tratar de golpear las chivas de los demás. Se quedaba con lo que consiguiese extraer y si atinaba a las canicas de los otros también se las adueñaba. Esta modalidad se jugó en los años cincuenta. En Viana (N) a veces se jugaba también con ochenas, que eran monedas de diez céntimos.

En Sangüesa (N) practicaron una variante que se diferenciaba de las anteriores en que las canicas se debían introducir en el triángulo y no sacarlas. Ponían las canicas en los vértices o tocando los lados del triángulo. Los jugadores, golpeándolas con otra canica, trataban de meterlas dentro del mismo. Cuando las sacaban, las volvían a colocar sobre las rayas. Se dejó de jugar hacia los años sesenta.

Además de «Al triángulo» se ha jugado a modalidades similares que prácticamente sólo difieren de la anterior en la geometría de la figura trazada en el suelo para encerrar las canicas.

En Elgoibar (G), por ejemplo, conocen un juego cuyas reglas son idénticas a las descritas anteriormente para el triángulo, pero que consiste en un cuadrado y como tal se denomina.

En Artajona (N) llaman «Al zulo» a un juego de éstos y consideran que es una variante moderna. Dibujan en el suelo un cuadrado de unos 20 cm. de lado y un punto en el centro, a lo que denominan zulo. Cada jugador pone un bolo en un ángulo y otro en el centro. Antes de comenzar a jugar arrojan sus canicas desde una línea marcada en el suelo hacia un objeto convenido de modo que inicia la partida quien logra dejarla más cerca. Después cada niño lanza su canica hacia el zulo. Desde el lugar donde ha quedado parada, el jugador extiende la palma con el fin de acercarse más y pegando a ella la otra mano dispara su canica contra las del recuadro, tratando de sacar fuera el mayor número posible. Las que extrae pasan a ser de su propiedad. Las que quedan dentro son para el cuadro.

En Salvatierra (A) también practicaban uno de estos juegos con un cuadrado de 30 a 40 cm. de lado. Este juego, principalmente de invierno, se desarrollaba en las olbeas de San Juan y Santa María y en los pórticos. A unos dos metros de distancia del cuadrado se trazaba una línea del ancho de la olbea llamada bica. Cada jugador ponía dentro del recuadro una o más canicas, según se hubiese acordado. Seguidamente tiraban una bola desde él y en dirección a la bica. Quien más se acercase a la raya era el primero en jugar. El orden de los demás también se establecía según su proximidad.

El primer clasificado lanzaba su bola desde la bica apuntando a las del cuadrado. Si sacaba alguna se la guardaba. Entonces volvía a tirar desde donde había quedado su canica y así hasta que fallaba. Cuando ocurría esto último, debía dejarla en el punto donde se hubiese parado y si el siguiente jugador, al lanzar la suya, acertaba a darle, lo que se llamaba «dar caldo», su propietario quedaba fuera del juego y debía recoger la canica.

En Mendiola (A) practican un juego que llaman «Al montón» para el que dibujan un rectángulo. Los jugadores, no importa su número, tratan de sacar las canicas que se encuentran en el interior del mismo golpeándolas con otras canas que lanzan desde una línea situada a cierta distancia. Las que salen del recuadro pasan a ser propiedad del niño que las ha sacado.

En Portugalete (B) juegan del mismo modo a una variante que denominan «A la garza». Es practicada sólo por chicos y en número variable. El rectángulo que trazan mide 1 x 0,5 m aproximadamente y en él coloca cada jugador dos canicas. Desde una distancia acordada, cada participante lanza la suya tratando de sacar las del recinto. Los que tienen la fortuna de conseguirlo se las quedan. Si la canica lanzada queda dentro del rectángulo el jugador pierde, teniendo que dejarla allí.

En Narvaja (A) juegan trazando un círculo en el suelo en cuyo centro coloca una cana cada jugador. Desde una distancia convenida de antemano los niños, uno a uno, van lanzando sus canicas tratando de sacar las que se hallan dentro del círculo. Las que salen al exterior son para el jugador de turno. Los informantes de mayor edad usaron para este juego las agallas del roble o cuscurros. Más tarde pasaron a utilizarse canicas de metal y últimamente de cristal.

En Zerain (G) dibujaban un círculo en el que colocaban unas cuantas canicas y a unos dos metros trazaban una raya en la que posaban las otras. Con éstas tenían que golpear las del círculo procurando sacarlas, en cuyo caso pasaban a ser propiedad de los afortunados que lo consiguiesen. Los que acertaban tenían derecho además a otra tirada. Cuando no quedaba ninguna canica en el círculo, se volvían a colocar otras para comenzar de nuevo. Este juego lo practicaban chicas, con buen tiempo en la plaza y con malo en el pórtico. Se perdió hacia los años cuarenta-cincuenta.

En Portugalete (B) también juegan colocando cada participante varias canicas en el círculo. Los jugadores, uno a uno, deben intentar sacar el mayor número de ellas mediante el lanzamiento de otra. Este se puede realizar de dos formas diferentes: golpeando la canica con los dedos desde el suelo o lanzándola al aire en dirección al círculo. Todas las que logra sacar el jugador pasan a su poder, pero en el caso de que la arrojada por él quede dentro del círculo, debe devolver las desplazadas a su antigua posición y además pierde su canica.

Al choque. A taco y palmo. Kaniketa

Otra modalidad de juego consiste simplemente en que los participantes tiren por turno sus canicas tratando de golpear las de los adversarios, sin que medie hoyo o figura geométrica alguna. Normalmente juegan dos niños solos.

Este juego se conocía en Allo (N) como «El choque» y en él tomaban parte dos muchachos. Uno de ellos lanzaba su colpón al suelo y el otro lo tiraba después intentando darle. Si le golpeaba ganaba una canica y si fallaba cedía el turno a su contrincante. En Viana (N) un juego similar se denominaba «Al casque» o «A darse» y en Sara (Ip) «Kaniketa». En esta última localidad los jugadores iban provistos de canicas o de bolitas de piedra o de otra materia.

En Murchante (N) consistía igualmente en ir disparando a lo largo de la calle sobre el pitón del contrario hasta acertarle. Cada vez que lanzaban la canica lo hacían desde el mismo sitio donde había quedado detenida en la última tirada. Recibía el nombre de «Juego de los pitones».

En Artziniega (A) también se juega entre dos niños y al igual que en la localidad anterior recorriendo calles o plazas. Para empezar, uno de ellos deposita en el suelo su bola y el otro, a una distancia de unos dos metros, tira a «darle caldo», también llamado kilin. Si acierta le gana la canica, pero si falla, el primero recoge la suya y situando los pies donde estaba, la arroja tratando de acertar a la de su contrincante. Y así se sigue jugando. Si el que tira primero dice a tiempo «¡Alto!», el otro ha de lanzar la bola desde una altura de un metro poco más o menos. Pero si el tirador se le anticipa diciendo «¡Bajo!» puede aproximarse, desde su lugar, agachándose con la bola en la mano.

En Galdames (B) se llama «A taco y palmo». Consiste en pitar o lanzar la canica con los dedos índice y pulgar al objeto de dar taco o golpear la del rival. Si tras producirse el taco las canicas quedan a una distancia menor o igual a un palmo (la longitud entre el pulgar y meñique con la mano lo más extendida posible, es decir, lo que se suele llamar también una cuarta) se dice «taco y palmo», en cuyo caso, de haberse acordado de antemano, el perdedor paga el doble de lo que se juega (canicas, santos, petacones, etc.). También se jugaba, hoy día no, a dar taco pero tirando la canica con la mano.

En Bilbao (B) empleaban en este juego los mismos términos de taco y palmo que en Galdames. Estaba estipulado que por lograr taco se ganaba una canica y por abarcarlas con el palmo media canica más.

Carreras de canicas

Otra forma de jugar a las canicas es realizar carreras. Para ello se excava un circuito en la tierra, normalmente con numerosas curvas a fin de hacerlo más complicado y trampas en forma de hoyo donde el que cae es penalizado. Este juego recibe en Mendiola (A) el nombre específico de «A la culebra» y en Sangüesa (N) «Al circuito».

En Hondarribia (G) parten todos del mismo punto y el primero que llega al final es el ganador. Cada uno puede tirar tantas veces como quiera mientras no se salga del circuito, en cuyo caso regresa al último punto donde se encontraba. En esta localidad no era normal jugarse las canicas, pero también se hacía.

En Mendiola cada jugador, por turno, da un solo cate a su canica, haciéndola avanzar por la culebra o recorrido. El que golpea a otra cana repite la tirada y el que alcanza antes la meta recibe una canica de parte de los otros participantes.

En Sangüesa excavaban de trecho en trecho guas a modo de trampas donde el que caía tenía que esperar a que pasaran todos. Al ganador debían pagarle las canicas apostadas. Se podía eliminar a un contrincante golpeando su canica y sacándola fuera del circuito.

En Muskiz (B) el que se sale del recorrido trazado tiene que comenzar de nuevo. Los informantes comentan que estas carreras son similares a las que se realizan con chapas en el sentido de que las canicas se mueven a pititacos por la pista; la diferencia radica en que el ganador se queda con las canicas.

También se ha recogido este juego en Artziniega (A) y Galdames (B). En esta última localidad el circuito incluía hoyos al igual que en Sangüesa, y el primero en recorrerlo ganaba canicas o santos.


 
  1. José Luis RODRÍGUEZ. “Juegos infantiles” in Euskalerriaren Alde, XIV (1924) p. 268.