Otros juegos de lanzamiento de piedras

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Por último recogemos unos cuantos juegos más de lanzamiento en los que también se han utilizado principalmente piedras. En apartados posteriores se describirán otros que si bien se han jugado con materiales distintos, en sus versiones más antiguas se ejecutaban con piedras, por constituir éstas los objetos más asequibles.

En Zerain (G) aprovechando las rayas determinadas por las losas del suelo de la iglesia jugaban a un entretenimiento que denominaban «Toka». Elegían una serie de ellas y le asignaban un valor a cada una que iba decreciendo a medida que se hallaban más próximas al punto de lanzamiento. Durante esta fase inicial también se decidía a qué número de puntos se jugaría; si por ejemplo se disponía de poco tiempo solía ser a cuarenta y si no a cien. Los participantes se situaban a unos tres metros de la primera línea puntuable y cada uno lanzaba ordenadamente un trozo de pizarra o de teja hacia las rayas. Para puntuar debía quedar sobre ellas. Cada jugador tenía que recordar los puntos que obtenía y el primero que alcanzaba la cantidad fijada de antemano se proclamaba ganador.

En Portugalete (B) se practicaba de forma individual una variante mixta denominada «Piedra al aire y palmadas» que consistía en ver quién daba más palmadas en el espacio de tiempo que una piedra, lanzada por el propio participante, permanecía en el aire. Este juego se ejecutaba también con canicas u otros pequeños objetos.

En Lezaun (N) recuerdan que chicos y chicas jugaban a tirar piedras a una sima llamada Marizulete, situada a quinientos metros del pueblo. Se deleitaban escuchando el ruido que provocaban los choques de las piedras contra las paredes de la sima. Otra actividad consistía en arrojar cantos cuesta abajo para ver hasta dónde llegaban y el estrépito que producían.

Ambos entretenimientos han sido muy comunes entre los niños. En Zerain (G), al último le llamaban «Arramillek». Los chicos subían a lugares desde donde se dominasen cuestas muy pronunciadas y arrojaban piedras tan redondas como les fuera posible conseguir y tan grandes como sus fuerzas les permitiesen manejar, para lo cual se ayudaban a veces de palos a modo de palancas.