Composición de la comida
Las comidas organizadas con motivo de entierros y funerales varían poco de unas poblaciones a otras. Las diferencias en su composición obedecen, en todo caso, a la situación económica de la familia del finado y a las diversas costumbres alimentarias que se dan en los distintos territorios de Vasconia[1].
En las localidades encuestadas se hace constar que se trataba de una comida doméstica similar a aquéllas que se preparaban para los días festivos.
En Mendiola, Salvatierra (A); Muskiz, Orozko (B); Gatzaga (G) y Arberatze-Zilhekoa (BN) advierten que esta comida de entierro era sencilla, aunque por las circunstancias se consideraba especial. En Moreda (A) y Hondarribia (G) señalan que la familia procuraba ofrecer lo mejor si bien eran tiempos de escasez y no había mucho para elegir.
En Obanos (N), la palabra banquete referida a la comida de entierro sonaba mal en el pueblo. Esta comida, por otra parte, estaba destinada a los parientes y amigos venidos de fuera y era obligado corresponder a la atención que habían tenido con la familia. En Sangüesa (N), los informantes dicen que lo que se ofrecía a los parientes venidos de lejos era una comida ordinaria semejante a la de cualquier otro día.
En Euskalerria peninsular, la comida estaba básicamente formada por caldo o sopa, cocido, casi siempre de garbanzos y berza, un plato de carne preparado con animales sacrificados en la propia casa tales como gallinas, ovejas, a veces hasta un ternero, y postre que en muchos lugares consistía en pasas y queso. Los convidados solían llevar un puñado de pasas a casa para repartirlas entre los familiares y que cada uno rezase por lo menos un Pater Noster por el alma del difunto. El ofrecer café, vino o licores difiere de unas familias a otras.
La costumbre de comer garbanzos en los banquetes funerarios ha sido muy común. Un dicho sarcástico de Aria (N) lo recoge: «Fite ian biar'tu garbantzuek hire kontura» (Pronto comeremos garbanzos a tu costa).
Testimonios recogidos en Valdegovía (A), Carranza (B), Berastegi (G), Artajona y Goizueta (N) dicen que no existía la prohibición de comer carne en los banquetes funerarios aunque fuera vigilia y en Salcedo (A) lo atribuyen a que se pagaba la Bula de Difuntos.
Sin embargo, en las poblaciones de Euskalerria continental enfatizan el hecho de que si el banquete coincidía en viernes no se comía carne y preparaban menús alternativos para esos días. (En el Estado francés la obligatoriedad de la abstinencia de carne se extendía a todos los viernes del año a diferencia de lo que ocurría en el Estado español donde se practicaba sólo los viernes de cuaresma y unos pocos días más).
- ↑ Vide La Alimentación doméstica en Vasconia. Bilbao, 1990, capítulo dedicado a “Alimentos y comidas rituales”, pp. 391-480.