El cortejo fúnebre en Álava
En Amézaga de Zuya (A), antes de que la comitiva fúnebre emprendiera la marcha, en la casa se rezaba un responso, el paternóster y se bendecía la caja. El sacerdote leía unas oraciones del libro del ritual y a continuación se salía a la calle para trasladar el cadáver a la iglesia.
La comitiva se disponía en el siguiente orden: 1. La cruz y los dos ciriales llevados por los monaguillos. 2. El sacerdote. 3. La caja con cuatro cofrades con hachas a los lados. 4. Los hombres del pueblo en doble fila a ambos lados. 5. Los familiares. 6. Los amigos y los vecinos. Los vecinos y los familiares llevaban velas que, al igual que las hachas de los cofrades, se dejaban junto al féretro durante el funeral. La caja que llevaba al difunto, el número de curas que asistían a los actos fúnebres y los cantos eran los indicativos de la categoría del funeral.
En Apellániz (A), en la conducción del cadáver hasta el templo parroquial, el orden de la comitiva fúnebre era: 1. La cruz parroquial, entre dos ciriales. 2. El ataúd llevado en andas, rodeado de todos los vecinos mayores. 3. Los sacerdotes. 4. Las mujeres y los niños. En el funeral la familia llevaba diez o quince velas y los vecinos también dejaban cera para el difunto[1].
En Apodaca (A), cuando llegaba el cortejo de la parroquia, en la casa aguardaban los familiares y amigos. Unos mozos esperaban en la casa y otros bajaban en el cortejo. Una vez llegaba la comitiva, el clero entraba en el portal y cantaba un responso. Se incensaba el cadáver circundando el féretro y rociándolo con el hisopo. Una vuelta si es niño, dos si mujer y tres si hombre. A la vez que se entonaba el Libera me de morse aeterna, los mozos ponían la tapa y cerraban la caja. A continuación la sacaban del portal y la cargaban sobre los hombros.
El orden del cortejo hacia la iglesia era el siguiente: 1. La cruz alzada y los ciriales. 2. Los niños y un sacerdote con el incensario oficiando de maestro de ceremonias. 3. El pendón de la Cofradía. 4. Los hombres con las hachas en dos filas. 5. El féretro portado por los mozos y a los lados los familiares varones. 6. Los curas que oficiarán en la ceremonia. 7. Los cantores. 8. Las mujeres de la familia. 9. Las restantes mujeres sin orden, cerrando la comitiva.
En Aramaio (A) se guardaba esta disposición: 1. La gran cruz, llevada por el sacristán. 2. El sacerdote con dos monaguillos, a una distancia de unos tres metros de la cruz. 3. El féretro con los anderos, a otros tres metros. 4. Los varones de la casa. 5. Otros familiares varones. 6. Los vecinos varones comenzando por el más próximo, auzo urrena. 7. Los restantes hombres. 8. Las mujeres de la casa encabezadas por la vecina más próxima, auzo urrena. 9. Las demás mujeres. Los niños ocupaban su sitio bien al final del grupo de los hombres o de las mujeres.
En Artziniega (A) la comitiva se organizaba de la siguiente manera: 1. La cruz llevada por un monaguillo. 2. Los monaguillos con los ciriales. 3. El sacerdote acompañado de un monaguillo con el hisopo. 4. El féretro portado por cuatro personas, a cuyos lados en otros tiempos se colocaban las plañideras. 5. Los hombres flanqueando la comitiva central a ambos lados, en fila india. 6. Los familiares. 7. Las mujeres.
En Berganzo (A) la composición era muy similar: 1. La cruz parroquial portada por un monaguillo y a ambos lados dos monaguillos con los ciriales. 2. El sacerdote, a un lado un monaguillo con el libro del ritual y al otro el monaguillo con el hisopo y el acetre. 3. El féretro portado por cuatro personas. 4. Los familiares del difunto. 5. Los hombres, con hachas. 6. Las mujeres.
En Bernedo (A) el orden del cortejo era el siguiente: 1. La cruz parroquial con los monaguillos. 2. El cura o los curas asistentes. 3. El féretro portado por los familiares, que a veces se turnan si son muchos los que lo quieren llevar. 4. Los familiares con coronas y ramos de flores. 5. Los hombres y las mujeres del pueblo.
En Galarreta (A), antiguamente, el cadáver era sacado por la puerta principal de la casa. En la conducción, si el difunto era casado y vivía el consorte, éste iba el primero detrás del féretro, después los hijos, hermanos y demás parientes. Si era soltero, encabezaban el duelo los padres, seguidos de los hermanos, tíos, primos y demás asistentes[2].
En Gamboa (A) la disposición de la comitiva era: 1. La cruz parroquial y los ciriales portados por los monaguillos. 2. El sacerdote. 3. El féretro llevado en andas o a hombros por los familiares vecinos o mozos. 4. Los familiares más allegados, seguidos de los restantes familiares. 5. Otros asistentes: amigos y vecinos, sin preferencia de colocación de los hombres respecto a las mujeres.
En Laguardia (A) el cortejo lleva el siguiente orden: 1. El féretro portado por los familiares a hombros. 2. La cruz parroquial llevada por el sacerdote flanqueado por dos monaguillos con faroles. 3. Los familiares más allegados. 4. Otros familiares más lejanos. 5. Los amigos. 6. Los vecinos. 7. El pueblo en general. Si el fallecido era cofrade el cuerpo iba flanqueado por cuatro miembros de la Cofradía, además de otros veinte cofrades con hachas encendidas, diez a cada lado, en dos filas.
En Llodio (A) el cortejo presentaba la siguiente configuración: 1. La cruz parroquial en medio llevada por un monaguillo y otros dos a los lados con sendas velas. 2. Los cinco sacerdotes de la parroquia. 3. La caja transportada por cuatro anderos. Varios hacheros flanqueando el féretro. 4. Los familiares del difunto. 5. Los vecinos y la gente del pueblo, primero los hombres y a continuación las mujeres. El número de hacheros era variable y podía ser cualquiera de los que acudía a la casa a la hora de partir el cortejo. Las hachas antiguamente eran de cera y después se sustituyeron por unas de madera a las que se introducía una vela y simulaban a las anteriores. La funeraria era la encargada de llevar las hachas que eran guardadas en unas cajas especiales en el cementerio.
En Mendiola (A) la disposición era como sigue: 1. La cruz parroquial portada por el sacristán o en su defecto por el «crucero». Flanqueando la cruz dos monaguillos con ciriales. 2. El clero parroquial. 3. El féretro portado a hombros por cuatro anderos, mozos del pueblo. 4. Dos mozas del pueblo llevando las velas que rodeaban el ataúd en la casa mortuoria. 5. Varios mozos del pueblo portando las hachas para el hachero de la sepultura familiar del difunto. 6. Los familiares. 7. Los vecinos y forasteros. Según algunos testimonios recogidos, los asistentes de «honra» iban en primer lugar y después los de «caridad»; otros informantes indican que no se diferenciaban ambos grupos y que todos los hombres iban delante del féretro y las mujeres detrás de él.
En Moreda (A) la composición y el orden de la comitiva era: 1. La cruz parroquial y los ciriales llevados por los monaguillos. 2. Los chicos y los jóvenes del pueblo. 3. Los hombres adultos. 4. El féretro. 5. Los familiares. 6. Los sacerdotes. 7. Las jóvenes y las mujeres adultas.
Según los informantes, antaño, a los entierros acudía menor número de gente que hoy, sólo los familiares más próximos y las amistades. El viudo, la viuda o la madre no asistían al entierro de la mujer, el marido o el hijo respectivamente. Acudían a la novena con la vela. Las viudas acostumbraban a no salir de casa durante todo un mes.
En Narvaja (A): 1. La cruz parroquial portada antes por el sacristán y luego por un monaguillo. A los lados sendos monaguillos con los ciriales. 2. El sacerdote. 3. El féretro. 4. Los familiares del difunto. 5. Los amigos y los vecinos.
En Otazu (A), a primeros de siglo, el orden del cortejo era el siguiente: 1. La cruz parroquial llevada por el sacristán y a su lado los ceroferarios con sus ciriales. 2. Dos sacerdotes con cetros dirigiendo el canto y otros sacerdotes hasta doce a continuación en dos filas y detrás el preste. 3. El féretro. 4. Dos muchachas llevando las velas que rodeaban el ataúd en la casa mortuoria y la bandeja de los cirios. 5. Ocho hombres con sendas hachas para el hachero de la sepultura que la casa mortuoria tiene en la iglesia. 6. Los parientes empezando por los más próximos, es decir, el grupo «de honra». 7. El resto de asistentes, los «de caridad».
En Pipaón (A): 1. La cruz parroquial y los ciriales portados por los monaguillos. 2. El abad de la cofradía, con la cruz correspondiente. 3. Los niños acompañados del maestro. 4. Los hombres. 5. Los sacerdotes. 6. El féretro. 7. Los familiares. 8. El pueblo.
En Ribera Alta (A): 1. La cruz portada por el sacerdote y los monaguillos con los ciriales. 2. El ataúd, a hombros de mozos de la familia o del pueblo. 3. Los familiares del difunto. 4. Vecinos, amigos y conocidos.
En Salcedo (A), en los años veinte, la comitiva que inicialmente había partido de la iglesia hacia la casa mortuoria para proceder al levantamiento del cadáver, con la incorporación ya de los familiares, quedaba constituida de la siguiente forma: 1. La cruz parroquial llevada por el sacristán y junto a él dos monaguillos con los ciriales. 2. Los hombres en dos filas, a los lados, con sendas velas encendidas. Si el difunto había pertenecido a la Cofradía de la Vera-Cruz, otros cofrades llevaban el crucifijo llamado el «Árbol», cirios y hachas. Esta cruz iba mirando hacia atrás, al cadáver. Los dos mayordomos a los lados con sendas hachas encendidas. 3. El párroco y los sacerdotes. 4. El féretro. 5. Los familiares más cercanos. 6. Los restantes parientes y la gente que acudía como acompañamiento. 7. El grupo de las mujeres con velas como los hombres[3].
En Salvatierra (A), hasta los años 30 aproximadamente desfilaban dos cortejos diferentes. El primero iba de la casa al cementerio. Tenía carácter previo al funeral o a las honras fúnebres y su peculiaridad consistía en ser exclusivamente masculino. Su composición era: 1. La cruz parroquial llevada por un monaguillo algo mayor que los dos de los lados que portaban los ciriales. 2. El sacristán, al menos en los entierros de primera, revestido como los monaguillos, llevando el acetre con agua bendita y el hisopo. 3. Los sacerdotes en número variable, según la categoría del funeral que podía ser de primera, segunda, tercera, de pobre y de párvulo. 4. El féretro. 5. Los familiares ordenados según la edad y el parentesco. Así, encabezaba el duelo el padre o el esposo, a continuación iban los abuelos y los hijos de mayor a menor, los yernos en el orden de sucesión de las hijas y por fin los primos según grado y edad. Lo que marcaba la diferencia era la consanguinidad con la persona fallecida.
El segundo cortejo, y después de los años 30 el único, se formaba para acudir al entierro o funeral. Su composición era: 1. La cruz portada por el monaguillo. 2. El sacristán con el calderin y el hisopo. 3. Las ofrendas de pan y velas llevadas por mujeres. 4. El sacerdote revestido con arreglo al canon. 5. El féretro. 6. Los familiares varones. 7. Las mujeres de la familia. 8. Los vecinos y los amigos. Las mujeres tras el funeral regresaban a casa. Los hombres guardaban el mismo orden al ir al camposanto.
En San Román de San Millán (A), el orden de la comitiva fúnebre quedaba establecido así: 1. La cruz parroquial, acompañada de los monaguillos con los ciriales y el hisopo. 2. El sacerdote o los sacerdotes oficiantes. 3. El féretro. 4. Los niños o niñas de la casa, de la familia o allegados con ramos de flores o coronas. 5. Los hombres de la familia. 6. El resto de los varones. 7. Las mujeres de la familia. 8. Resto de la concurrencia compuesta por todos los vecinos[4].
En Valdegovía (A) el orden del cortejo era el siguiente: 1. La cruz parroquial portada por el vecino que tenía el cargo de «portacruz» o por un monaguillo. 2. El sacerdote. 3. El féretro. 4. Los familiares directos. 5. El resto de familiares y allegados. 6. Los demás asistentes.
- ↑ Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. “Muerte, entierro y funerales en algunos lugares de Alava” in BISS, XXII (1978) p. 197. Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. “Apellániz. Pasado y presente de un pueblo alavés” in Ohitura, 0 (1981) p. 214.
- ↑ AEF, III (1923) p. 56.
- ↑ AEF, III (1923) pp. 48-49.
- ↑ En esta localidad alavesa el que la asistencia a los funerales sea numerosa viene de antiguo. Ya en el siglo XVIII las “Ordenanzas del lugar de San Román, año 1734” exhortaban a los vecinos para que acudieran a los entierros de los lugareños, previéndose incluso sanciones en caso de incumplimento.