El trato con los animales
No se dispensa el mismo trato a los animales domésticos estabulados cuando el ganadero o el pastor realizan labores de ordeño o similares, que en aquellas otras situaciones en las que se exige de ellos un alto rendimiento en su tarea o se acomete una actividad intensa; en estos casos hay que azuzarles y presionarles para obtener determinado resultado.
En Triano (B) señalan que en el ambiente doméstico el dueño trata de que el animal responda a su mandato dirigiéndose a él mediante palabras cariñosas, de acercamiento, llamándole por su nombre y expresándole lo que se quiere que haga. Sin embargo, cuando se está trabajando en el campo o en el monte se produce un cierto distanciamiento entre el dueño y el animal; entonces se transmiten las órdenes mediante silbidos o gritos y también con palabras malsonantes y blasfemias.
En Zeanuri (B) anotan que el animal es consciente de la manera como se le trata y que el ganado se doblega y domestica tratándolo con cariño, ganadua ondo esanean domau egiten da. En Urduliz (B) anotan que si los animales están bien enseñados, generalmente hacen caso cuando se les ordena algo y de no hacerlo se echa mano del palo; en Zamudio (B) se les grita al realizar trabajos duros y que requieren empleo de mucha fuerza, en cuyo caso admiten la utilización de un palo para golpearlos; en Fruiz (B) hacen hincapié en que en el trato con los animales son decisivos el estado de ánimo de la persona que imparte las órdenes y la labor que estén haciendo los animales. En Astigarraga (G) advierten que se les trata según se porten pero en todo caso se les castiga y se les pega pocas veces y en Elgoibar (G) previenen de que hay que extremar el cuidado en este aspecto pues el ganado maltratado se atemoriza y puede volverse rencoroso.
En Getaria (G) para realizar labores de ordeño o de limpieza se dirigen a los animales hablándoles y acariciándolos y en Telleriarte (G) señalan que para que el ganado haga lo que se le pide, si se ha criado en casa, basta con tratarlo suavemente y transmitirles las órdenes mediante silbidos, gritos y gestos con los brazos.
En Aoiz (N) los pastores encuestados son contrarios a que se recurra a pegar al ganado y está mal visto el hacerlo. Los jóvenes pastores y ganaderos comparten este criterio y prefieren, por ejemplo, no marcar el ganado vacuno con hierro para evitarle sufrimiento; creen que bastante padecimiento tiene con la colocación de los crotales y el quemado de los cuernos, operación que realizan mediante la aplicación de una pasta, lo cual es un procedimiento menos doloroso que el utilizado en tiempos pasados. Para los pastores lo más acertado es tratar al ganado por medio de palabras, gritos y silbidos.
En Ultzama (N) recuerdan que la forma de comportarse los animales guarda relación con la de sus dueños: quienes son pacientes tienen animales mansos, dóciles, y quienes gastan mal humor crían animales de igual carácter.
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Caricias
Con los animales mayores la caricia es un gesto de agradecimiento por su comportamiento; con los animales menores es más un juego o un pasatiempo. También se acostumbra a darles algo de comer cuando han realizado el cometido a satisfacción de quien los maneja.
Se acaricia al ganado en la cabeza o en el lomo dirigiéndole algunas palabras, sobre todo para premiar su conducta o buena actitud y cuando han realizado un gran esfuerzo (Agurain, Apodaca, Berganzo, Valdegovía-A; Sangüesa-N); también se le palmeaba la carrillera (Ribera Alta-A) o se le dan palmadas en el cuello o lomo para tranquilizarle (Tierra de Ayala-A). Tanto al ganado vacuno como al caballar, una vez que ha realizado un esfuerzo importante, le acarician y le dan sal (Urkabustaiz-A). El ganado agradece que se le acaricie el lomo después de haber realizado un trabajo y se le premie con un mendrugo de pan o una remolacha (Telleriarte-G).
Los dueños de las vacas muestran complacencia con éstas cuando realizan bien su labor y expresan cariño hacia ellas pasándoles la mano por la columna y acariciándoles la papada y el pecho, donde se aloja el corazón (Elgoibar-G; Zamudio-B); también se les roza la zona intercostal, saiets ganea, y la testuz (Zeanuri-B), y los bueyes agradecen que se les pase la mano justo por encima de la cola ya que es una zona que ellos no alcanzan (Hondarribia-G). A las vacas se les soba la ubre antes de ordeñarlas, al tiempo que, para tranquilizarlas, se les dicen palabras amables tales como «bonita», «salada»… (Urkabustaiz-A).
Los informantes de algunas localidades subrayan que los animales reconocen a su dueño por la voz y hay que hablarles y rascarles con la almaza (almohaza) para demostrarles aprecio (Lezaun-N); a los caballos y mulos se les habla al oído mientras se les pasa la mano por el cuello, el lomo o los cuartos traseros (Izurdiaga-N, Elgoibar-G); y también se acostumbra a acariciar a las yeguas por debajo del cuello, lepopean ttattarrak egin, a la vez que se les dice mua, mua... (Larraun-N).
Se constata asimismo que las ovejas estiman mucho que se les pase la mano por el lomo, lepo-bizkerra (Zeanuri-B; Elgoibar-G).
En muchos lugares se ha registrado que los perros y los gatos son los destinatarios de las carantoñas de sus propietarios o de los habitantes de la casa. Estos dos animales domésticos son los más acariciados, los gatos siempre y cuando a ellos les apetezca. Cuando es así, se suben al halda y disfrutan cuando se les pasa la mano repetidamente desde la cabeza hasta la cola. Los gatos al ser acariciados suelen levantar la cola y estirarse (Moreda-A; Sangüesa-N). Los perros se dejan fácilmente hacer cosquillas para lo que rápidamente se ponen panza arriba (Urduliz-B).