Inhumación previa al funeral
En las poblaciones indicadas arriba el cadáver permanecía en el pórtico mientras el funeral se celebraba en el interior de la iglesia. En otras, en cambio, se optó por una solución distinta. Consistía ésta en dar tierra al muerto primeramente y celebrar el funeral después. Esta práctica estuvo implantada durante la primera mitad del siglo en las localidades encuestadas siguientes: Abadiano, Amorebieta-Etxano, Bedia, Berriz, Carranza, Durango, Kortezubi, Zeanuri, Zeberio, Ziortza (B); Llodio-A, Beasain, Deba y Zegama (G).
En estos pueblos, cuando la comitiva fúnebre llegaba a la iglesia, los porteadores depositaban el féretro sobre una mesa revestida de un paño negro que había sido colocada en el pórtico. Los sacerdotes cantaban y rezaban las oraciones del ritual y acto seguido el cadáver era conducido al cementerio para proceder a su inhumación. Los asistentes al sepelio volvían de inmediato a la iglesia para la misa de funeral. Cuando el entierro era por la tarde la misa funeral tenía lugar al día siguiente.
En Beasain (G) señalan que esta solución era la más común, si bien en los funerales de primerísima clase el féretro permanecía en el pórtico durante la misa de exequias.
En varias localidades se anota que en este traslado al cementerio previo a la misa, participaba un único sacerdote y una pequeña comitiva. La mayoría de los asistentes y los sacerdotes oficiantes entraban en la iglesia para dar comienzo al canto del Oficio de difuntos (Zegama, Beasain-G, Zeanuri-B).
En las localidades alavesas de Salvatierra y Moreda se recuerda que en la década de los años cincuenta el cadáver permanecía en casa mientras en la iglesia tenía lugar el funeral. En Salvatierra, finalizado éste, los asistentes iban a la casa mortuoria en cuyo portal se encontraba el cadáver sobre una mesa cubierta de paño negro y rodeada de cuatro velas encendidas. Los porteadores conducían el féretro desde casa al cementerio formando una comitiva que la abría el clero.
En Bermeo (B), hasta los años sesenta se ha llevado el cadáver de la casa mortuoria al cementerio, sin pasar por la iglesia; la función religiosa se celebraba sin su presencia. También en Lemoiz, Lezama (B), Goizueta, Izurdiaga (N), Arrasate, Getaria (G) y, en ciertos casos, en la localidad arriba mencionada de Salvatierra (A) el cadáver permanecía depositado en el cementerio durante las exequias. En Lemoiz, después del funeral los familiares y vecinos, sin el sacerdote, volvían al cementerio para darle tierra. En Goizueta (N) anotan que ese modo de proceder obedecía a que antaño la misa funeral tenía lugar uno o varios días después del sepelio, cuando pudieran reunirse todos los parientes.