La estancia mortuoria
Una vez amortajado el cadáver el lugar de la casa en el que era colocado se convertía en una estancia de marcado carácter religioso. Se preparaba en ella, a modo de altar, una mesa cubierta con un mantel, conteniendo elementos relacionados con las creencias cristianas: una cruz, un recipiente de agua bendita con una rama de laurel para que las visitas pudiesen asperjar al fallecido y una lámpara de aceite o una vela siempre encendida mientras el cadáver permanecía en la casa.