Orientación de la tumba
Ha sido costumbre generalizada desde antiguo que los enterramientos no fueran realizados al azar sino siguiendo unas determinadas orientaciones. Esta costumbre que ya se manifiesta en los dólmenes ha permanecido vigente hasta épocas cercanas, pero en la mayoría de las localidades se ha visto alterada con la construcción de los nuevos cementerios a partir de la segunda mitad del siglo pasado y aún más en las poblaciones populosas, donde los enterramientos han estado condicionados por problemas de espacio.
Previamente al enterramiento del cadáver se manifiestan ciertas precauciones en lo que respecta a su orientación durante el traslado desde el domicilio mortuorio a la iglesia y desde ésta al cementerio; también mientras permanece en la casa, al salir de ella y al ser introducido y sacado de la iglesia. Estos aspectos han sido tratados con más detalle en otros capítulos.
La disposición del cadáver en la tumba ha sido de forma que la cabeza quede junto a la cruz. Cuando se introduce en un nicho se abre una nueva posibilidad: colocarlo con los pies hacia el fondo y la cabeza junto a la tapa o a la inversa. En el cementerio actual de Beasain (G) el cadáver se mete con los pies hacia dentro y la cabeza hacia la tapa y en Murchante (N) a la inversa.