A montar alfileres. Orrazka

En Moreda (A) consistía en intentar montar unos alfileres de colores encima de otros, para lo cual se golpeaba la punta de los mismos para que saltaran haciéndolos caer sobre los de otra participante y de esta forma ganarlos. En Aramaio (A) se le llamaba «Afielka» y se jugaba de similar forma que en Moreda. Lo practicaban las chicas, de dos en dos, generalmente en invierno.

En Amézaga de Zuya (A) el juego de «Los alfileres» era mixto y consistía en intentar situar un alfiler encima de otro. Se arrojaba golpeándolo con los dedos índice y pulgar. Se utilizaban tanto alfileres de costura como los cocotones. Este entretenimiento era muy apropiado para el invierno ya que al no necesitarse un espacio amplio se podía practicar en las cuadras, cocinas, etc.

En Viana (N) se jugaba desparramando los cabezotes, alfileres, sobre una superficie lisa, en el suelo o sobre una mesa. Cada jugador por turno, empujando un cabezote con el dedo gordo, debía hacer que montase sobre otro, cuando lo conseguía lo ganaba.

En Obanos (N) para jugar «A la uña» se solían doblar un poco los alfileres porque montaban mejor. Cada jugadora ponía un alfiler en una superficie lisa: un escaño, los muretes de la iglesia... La que decía «primera» empezaba a empujar su alfiler con la uña del pulgar quedándose con los que conseguía montar en un solo empujón. Seguía la ronda hasta que desaparecían todos. Exigía cierta habilidad al tener que procurar por un lado acercarse a otro para montarlo y a la vez tratar de alejarse de los alfileres de las compañeras que venían detrás. Cuando se calculaba mal la distancia y no se conseguía montar se arriesgaba a perderlo.

Alejandro Urigoitia[1] recogió una variante de este juego que se denominaba « Orrazka». Cada uno de los dos participantes colocaba una aguja sobre la mesa a tres centímetros de distancia una de otra. Luego las empujaban alternativamente tratando de acercarlas. El primero que lograba colocar su aguja sobre la de su compañero, se quedaba con la aguja de éste.

En Arrasate (G) había que empujar un alfiler con la uña del dedo pulgar hasta formar cruz con otro, que pasaba a ser propiedad del jugador que lograba formarla.

En Murchante (N) se dejaban algunas agujas en el corro y con los dedos se empujaba una de ellas al centro. Si caía encima de otra se cogían todas las del corro. La caída podía ser de punta (cuando sólo tocaba una punta) o de cruz (cuando formaba una cruz).


 
  1. Alejando URIGOITIA. “Folklore. Juegos infantiles” in Euskalerriaren Alde, XIX (1929) p. 243.