Casas de acogida. Gorpuetxeak

En las localidades de población dispersa, antiguamente el sacerdote acudía a todas las casas al levantamiento del cadáver. Tiempo más tarde, en las alejadas del núcleo, este acto se llevaba a cabo en una casa o lugar más próximo a la parroquia. Hasta ese punto llegaban el clero y su séquito para encontrarse con la pequeña comitiva que, acompañando al cadáver, venía desde la casa mortuoria. Aquí se procedía al levantamiento del cadáver y se organizaba el cortejo propiamente dicho hacia la iglesia. Generalmente estas casas de acogida o lugares de encuentro eran fijos para cada localidad y podían ser distintos según el barrio de procedencia.

En Sara (L), cuando el muerto era de algún caserío lejano era costumbre que el clero levantara el cadáver en una casa más próxima a la iglesia, adonde era conducido para la hora precisamente señalada. Tal casa se denominaba altxatokia, sitio de levantamiento. De la casa mortuoria al altxatokia es el leenatea o primer vecino quien conduce la cruz parroquial, después la lleva el monaguillo que acompaña al cura. En función de dónde estuviera localizada la borda, se llevaba el cadáver a las casas Espiltegia, Ibarsoa o Iriartea[1].

En esta misma localidad según Arcuby, el traslado del cadáver hasta la casa de acogida se hacía en carro o en trineo[2].

En Garagarza-Arrasate (G), en una esquina de la plaza del barrio, llamada Altzatoki, el féretro era recibido por todo el cabildo eclesiástico. Se colocaba una mesa recubierta por un manto negro sobre la que se ponían la benditera y el crucifijo. La obligación de instalar esta mesa recaía en las tres casas más cercanas al lugar, Jeronimona, Antena y Kartzelakua. Después de rezar un responso en este punto, reemprendía la marcha hasta la parroquia. Antes de que el cortejo llegara a la iglesia, el cadáver era depositado en el camposanto.

En Zerain (G), hasta los años sesenta, todos los barrios contaban con casas de acogida, seizioko etxeak, alrededor de la Plaza, donde comenzaban y finalizaban las ceremonias del cortejo de duelo. Para los barrios Aispebeko e Irukate la casa de acogida era Aristibarrena; para los de Errekalde, Ganbaratxo; para los de Barbarimendi y Elbarrena, Jauregi; para los de Urrusti, Arrolazarra y Arrolaberri, Lasurtegi y Aispegoiko, Serorategi; para los de Elbarrena, Bikarione. Los que vivían en la Plaza empezaban y finalizaban el cortejo en la propia casa mortuoria. Al llegar a la casa correspondiente, la comitiva se detenía y el párroco y su ayudante continuaban hasta la iglesia. En dicha casa los componentes del duelo se cambiaban de indumentaria y, una vez colocados nuevamente en el lugar correspondiente del cortejo, aguardaban a que vinieran el sacerdote revestido, los otros sacerdotes, el monaguillo con la cruz y los portadores de los estandartes de la congregación a la que perteneciera el difunto. En el kanton de la casa, la comitiva reemprendía el camino de la iglesia.

Terminadas las ceremonias de la parroquia y el pórtico y trasladado el cadáver camino del cementerio, el cortejo con todos los asistentes y por el mismo orden regresaba al cantón de la casa de acogida donde el primer vecino rezaba un padrenuestro que era respondido por todos los presentes.

En Bidarte (L), cuando las casas estaban muy alejadas de la iglesia, se acercaba la caja hasta una encrucijada determinada. Por ejemplo, hasta un lugar que se conocía con el nombre de Bidegurutzia o simplemente Gurutzia en el cruce de la carretera nacional con la que va a Ahetze. El nombre viene dado no porque exista ninguna cruz sino por tratarse de una encrucijada. En este punto esperaba el cura, anticipándose a la llegada del féretro.

En Ziburu (L), si el difunto pertenecía a las casas situadas junto a Marinda o hacia la carretera de Azkaine, la caja era llevada a la casa Kraxkabilenia. Aquí era donde el sacerdote aguardaba la llegada del féretro para proceder al levantamiento del cadáver. Si el difunto provenía del barrio Kexiloa, en el camino de Urruña, se llevaba el féretro hasta la Cruz blanca. A este punto salía al encuentro de la caja el sacerdote, acompañado de tres monaguillos. Esta costumbre estuvo vigente al menos hasta el año 1930. En caso de que al fallecido lo trajeran de Sokoa, el sacerdote esperaba donde está el monumento a los muertos de esta localidad.

En Baja Navarra y Zuberoa, con carácter general, si la casa donde se había producido el óbito era de acceso muy complicado, había una casa de acogida, maison relais, que se ponía a disposición de la casa de difunto para que el muerto fuera trasladado a ella. Los lugares diferían en función del barrio de procedencia. Hasta ese punto los hombres trasladaban el cadáver en la caja con angarillas, konportekin. Allí aguardaba el sacerdote y se procedía al levantamiento del cadáver.

En Baigorri (BN), algunos barrios tenían un largo recorrido desde la casa a la iglesia. Así, la gente del barrio de Belexi, por senderos, cubría una distancia de seis a ocho kilómetros. Hacían la parada, pausaleku, en la casa de acogida o maison relais, Kurutxeta. Aquí esperaban el cura y los monaguillos. Estos portaban una cruz de plata o de oro. El primer vecino entregaba entonces a otro vecino la cruz de madera que había traído abriendo el cortejo y que él había llevado previamente de la iglesia. Tomaba ahora en sus manos la bella cruz permaneciendo en cabeza del cortejo y detrás de él se ponía el vecino a quien le había entregado la cruz de madera. La caja se colocaba en una seila[3], que es una plataforma con rebordes, seis asas, brazos articulados y ruedas. En este artilugio se le llevaba hasta la iglesia.

En Lekunberri (BN), según testimonio de los informantes, algunos barrios tenían casa de acogida o maison relais, para recibir el cadáver de los fallecidos en casas de la montaña. En estos supuestos era en la casa de acogida donde se hacía el levantamiento del cadáver.

En Zugarramurdi (N) existía una costumbre que se observaba también en los demás pueblos del alto valle de la Nivelle. Los que vivían en casas alejadas del núcleo, el día del enterramiento, bajaban el cadáver sin formar cortejo, acompañados únicamente de los vecinos. Hacían una parada en una casa a la entrada del pueblo, momentos antes de la hora fijada para el levantamiento del cadáver. Esta casa de acogida era la misma para todo el barrio y antes de que llegara el cura a levantar el cuerpo, la gente aprovechaba para cambiarse de ropa y de calzado. La casa no estaba reservada únicamente para los entierros ya que la gente la utilizaba los domingos cuando acudían a misa para el mismo servicio. Esta costumbre, que en los años setenta ya había desaparecido en el territorio continental de la misma cuenca, como consecuencia primordialmente de la mejora de los caminos y la realización de nuevas carreteras, subsistía todavía por esa época en Urdax (N)[4].

En Zugarramurdi es considerada como primera vecina, auko aintzinekoa, (literalmente la que precede al cortejo fúnebre) la mujer de la casa que acoge al muerto en el pueblo. Ella preside el cortejo y dirige las diferentes plegarias en la iglesia y durante la comida. Ocupa el puesto que en otros lugares corresponde a la etxekoanderea de la casa vecina a la del difunto. Paralelamente y en correspondencia, cuando se produzca un fallecimiento en su familia, será la mujer de la casa de la montaña la que actuará como aukoaintzinekoa.

En Elizondo (N) en los años veinte, la comitiva que salía de la iglesia a hacer el levantamiento del cadáver, en razón de la distancia, etc. no acudía a todas las casas. Los caseríos alejados llevaban el cadáver por caminos privados hasta la casa correspondiente según la zona y a partir de aquel punto se formaba la comitiva hasta la iglesia.

En Goizueta (N) si el fallecido vivía en una casa muy alejada del núcleo urbano, a veces hasta a dos horas a pie de camino, transportaban el cuerpo al pórtico del ayuntamiento, udaleko gorapera, donde era colocado el féretro sobre una mesa. Aquí procedía el sacerdote a levantar el cadáver.

En Bermeo (B), si el difunto provenía de los barrios rurales de Arene y Matxitxako era trasladado hasta el Arco de San Juan y depositado en una mesa que se colocaba junto al portal de la casa colindante a la muralla, llamada Gorpuetxe o casa de acogida del cadáver. El traslado desde el caserío a esta casa se hacía en cortejo presidido por la cruz parroquial, acompañada del sacerdote y algunos vecinos. A la hora del funeral, generalmente a las nueve o diez de la mañana, se procuraba que coincidieran en dicho punto, Gorpuetxe, la comitiva fixnebre y el clero parroquial. Esta casa hacía las veces de la del difunto, aquí tenía lugar el levantamiento del cadáver y arrancaba la comitiva una vez completada. Según los informantes, cuando fallecía alguien del barrio de Agarre y de los caseríos de San Miguel lo llevaban a la portalada de alguna casa del casco urbano. Algunos recuerdan también haber oído que hubo otro gorpruetxe en el Portal de San Miguel.

Gorpuetxea. San Juan Portale. Bermeo (B). Fuente: Anton Erkoreka, Grupos Etniker Euskalerria.

En Hondarribia (G) había un cortejo que se formaba en la casa del difunto e iba hasta un punto convenido. Este era distinto según el lugar de procedencia. La puerta de la muralla, la de Santa María, si la comitiva provenía de Santa Engracia, Amute o Jaizubia. A la altura de la casa llamada de «Juana la Loca», para los del casco urbano.

En Berastegi (G), a la casa cercana a la iglesia que acogía al cadáver transportado desde un caserío aislado se le llama aldetxea y a ella acudían a hacer el levantamiento del cadáver el cura y el jefe de los monaguillos, simoneroa.

En Elgoibar (G), si la persona fallecida era de un caserío perteneciente al barrio de San Pedro se depositaba la caja en el Humilladero de San Salvador.

En Busturia (B), con anterioridad a que se impusiera la costumbre de depositar el féretro en el pórtico, los vecinos de dos barrios, Goittarrek eta Aispetarrek, lo dejaban en la ermita de Kurtzijjo. A continuación lo llevaban al cementerio y después acudían a la iglesia al funeral.

En Salvatierra (A) no existían casas de acogida propiamente dichas. Antiguamente, en tiempos de mucho frío o de mucho calor, los que morían en caseríos alejados eran traídos a alguna de las casas de la villa a fin de facilitar los distintos traslados y las ceremonias fúnebres.

En Eugi (N), si la defunción se producía en el casco del pueblo, el sacerdote acudía siempre al levantamiento del cadáver. Si la muerte acontecía en un caserío, el cadáver era trasladado en angarillas a la casa de un familiar residente en el pueblo adonde acudía el sacerdote para proceder al levantamiento.

En Viana (N), si moría alguna persona del barrio de Recajo, hoy despoblado, que dista unos seis kilómetros del centro de la localidad, el cadáver era trasladado a la casa de algún pariente residente en la ciudad o directamente a la iglesia.

En Sangüesa (N), si algún corralero moría «fuera de puertas», se traía el cadáver a su casa familiar de la ciudad.

En Oiartzun (G), en los años veinte, el clero no iba a levantar el cadáver, gorputza jaso, hasta la casa si ésta se hallaba fuera de la población urbana.

En Ribera Alta (A), si el muerto pertenecía a un barrio alejado, el cura y los monaguillos esperaban a la entrada del pueblo la llegada del féretro que era transportado sobre las andas.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. “Bosquejo etnográfico de Sara (VI)” in AEF, XXIII (1969-1970) pp. 120-121.
  2. A. ARÇUBI. “Usages mortuaires a Sare” in Bulletin du Musée Basque, IV, 3-4 (1927) p. 21.
  3. Había dos seilas en la localidad. Una de ellas se utilizaba para levantar el cadáver directamente haciendo el servicio a los barrios de la parte baja (Germiette, Urdos, Otikoren) y se guardaba en el cuerpo de guardia. El cura solía esperar al cortejo a la altura de chez Oronos. La otra seila hacía el servicio de los barrios de la parte alta y se custodiaba en la antigua caballeriza de los vicarios.
  4. Maitena PERRAUDIN. “De quelques coutumes funéraires à Urdax et Zugarramurdi” in Bulletin du Musée Basque. Nº 84 (1979) pp. 90-91.