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El cadaver en el lecho mortuorio

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En la época en que el ataúd se fabricaba en la propia localidad, el cadáver permanecía sobre el mismo lecho mortuorio o era depositado sobre el suelo.
En Artajona (N) , en tanto llegaba a la casa el ataúd, el cadáver permanecía en el suelo. A veces se derramaba a su derredor una línea de cal en polvo, en forma de óvalo. Algunos creen que se hacía para evitar la hinchazón del difunto, aunque el rito pudiera ser pervivencia de costumbres anteriores<ref>José María JIMENO JURIO. “Estudio del grupo doméstico de Artajona” in CEEN, II (1970) p. 358.</ref>.
En Izarra (A) , en los años veinte, al poco tiempo de que expirara el enfermo, desarmaban el lecho y colocaban el cadáver sobre un paño negro en el suelo<ref>Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. “Muerte, entierro y funerales en algunos lugares de Alava” in BISS, XXII (1978) p. 195.</ref>. En Otxagabia (N), tras amortajarlo, lo colocaban también tendido en el suelo encima de una sobrecama, apoyando la cabeza sobre dos almohadas<ref>AEF, III (1923) p. 127.</ref>.
La costumbre de colocar al difunto en el suelo se ha registrado también en otras poblaciones. En Laguardia (A) lo posaban sobre una malita; en Pipaón (A) lo ponían en el suelo para que quedara derecho y en Artajona (N) «para que se estirase». En Izal (N) se creía que el colocarlo en el suelo tapado con una sábana, era más higiénico; a partir de la década de los cuarenta lo ponían encima de la cama. En San Martín de Unx (N) cuando se pasó a ponerlo en la cama se hacía sobre una tabla oculta por las sábanas.
En Orozko (B), amortajado el cadáver, se le colocaba sobre la cama donde hubiera fallecido, previamente cubierta con una sobrecama limpia. El cuerpo se tapaba con una sábana de hilo u otra sobrecama y no era introducido en el ataúd hasta el momento de sacarlo de casa dado que el carpintero del pueblo necesitaba al menos un día para fabricarlo. Si le quedaba el rostro al descubierto se le ponía sobre él un pañuelo blanco que se retiraba cuando alguien entraba en la habitación a velarlo. En Bidania (G) se recogió esta misma costumbre de tapar la cara al cadáver con un pañuelo, ''il-oiala''<ref>AEF, III (1923) p. 105.</ref>. En Ezkio (G), si bien antaño no se hacía, también se introdujo más tarde la costumbre de cubrir el cadáver con una sábana.
[[File:FIGURA7.66 Capilla ardiente. Artajona 1990.jpg|center|450px|Capilla ardiente. Artajona, 1990. Fuente: Miguel Bañales, Grupos Etniker Euskalerria.png|RTENOTITLE_FIGURAclass=grayscalefilter]]
En Berastegi (G) procedían de forma similar a Orozko cubriendo la cama con la mejor colcha blanca de que dispusieran y depositando sobre ella el cadáver. También en Zeanuri (B), Garagarza-Arrasate (G) y Liginaga (Z) , una vez amortajado el cuerpo, se colocaba encima del lecho.
En algunos lugares se habilitaba otra habitación de la casa para depositar el cadáver que se colocaba sobre la cama, o también sobre unas angarillas.
En Hazparne (L) sobre la cama se colocaba una sábana, a la que se le marcaban dos pliegues pequeños y uno grande, adornada de verde, ''pherdia, ''con hojas de laurel o de hiedra, ''berrea. ''En las paredes de la habitación se claveteaban unos lienzos decorados con hojas de laurel que imitaban lenguas. Este trabajo era realizado por los vecinos, entre los que se encontraba la primera vecina.
 
[[File:7.67 Velatorio.jpg|center|450px|Velatorio. Fuente: Bernoville, Gaëtan. Le Pays des Basques. Paris, J. De Gigord Ed., s/a. Fot. J. Roubier.]]
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