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El sepelio hoy

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Hoy en día es frecuente que asistan al sepelio las mismas personas que acuden a la celebración del funeral en la iglesia, esto es, familiares tanto próximos como alejados, bien geográficamente o en parentesco, amigos, vecinos, el cura y los monaguillos donde los hay. Así se ha constatado en Artziniega, Berganzo, Bernedo, Llodio, Pipaón, Ribera Alta, Salcedo, Valdegovía (A), Orozko, Plentzia '''(B), '''Amezketa, Ezkio (G), Aria, Eugi, Izal y Lekunberri (N).
En Moreda (A), actualmente y a diferencia de lo visto con anterioridad, los entierros se han convertido en un acontecimiento social más que religioso lo que se ha traducido en la asistencia de todo el pueblo, además de forasteros quizá también gracias a los mejores medios de locomoción. Los sepelios están por tanto muy concurridos y suele ocurrir que los asistentes se dejen ver para quedar bien ante la familia del fallecido. Tampoco son infrecuentes los comentarios sobre quiénes han asistido y quiénes no. En el sepelio toman parte los familiares y amigos más allegados portando el féretro a hombros y llevando las coronas y ramos de flores.
En Mendiola (A) acude a presenciar el entierro prácticamente todo el pueblo: familiares y vecinos, además de forasteros. En algunas ocasiones, las menos, los de ''honra, ''es decir, los familiares más directos, pueden ausentarse por falta de valor.
En Amézaga de Zuya (A) acuden al sepelio la mayoría de las personas que ha asistido al funeral; al salir de la iglesia siempre hay algunas que se quedan allí, pero los familiares y amigos se desplazan al cementerio para estar presentes. El cura porta el hisopo y los monaguillos, uno la calderilla y el otro la cruz. El sacerdote tras rezar un responso bendice el féretro.
En Salcedo (A) se sigue manteniendo la tradición de llevar el féretro a hombros. La disposición del cortejo es similar a la que se adopta desde la casa a la iglesia: la cruz, el féretro, el cura y los monaguillos, los familiares más allegados, los niños, los hombres y las mujeres que acompañan la comitiva.
En Llodio (A) actualmente se acude en coche hasta el cementerio y asiste todo el que quiere. El cura va por delante y en el pórtico de entrada, reza unas oraciones y deja el féretro en manos del enterrador.
 
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En Zeanuri (B), actualmente (1990), terminado el funeral el cortejo guarda el mismo orden en la conducción del cadáver de la iglesia al cementerio que para ir a la iglesia: la cruz, el sacerdote, el féretro, el duelo masculino, el femenino y los vecinos, otros parientes y demás asistentes.
En Lezama (B), hoy en día, al ser el funeral, ''illeta-meza, ''de cuerpo presente, terminado el oficio religioso se forma de nuevo el cortejo que acompaña al cadáver hasta la capilla del cementerio donde es depositado en espera de su inhumación. Las coronas se dejan sobre el ataúd.
 
[[File:7.185 Traslado del cadaver al cementerio. Bilbao (B) 1992.jpg|center|600px|Traslado del cadáver al cementerio. Bilbao (B), 1992. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa: José Ignacio García Muñoz.]]
En Garde (N) acuden todos al cementerio detrás de la caja. El sacerdote bendice el sepulcro y lo rocía con agua bendita y mientras se deposita el ataúd en el mismo reza una oración y los asistentes el padrenuestro.
En San Martín de Unx (N) la comitiva acude al cementerio con bastante desorden. Un grupo de hombres destaca en cabeza y a continuación va el cortejo: La cruz procesional, el sacerdote y el féretro juntos, seguidos de la familia más íntima y finalmente la mayor parte de los asistentes. El ataúd va sobre las andas y de nuevo a hombros hasta el cementerio que se encuentra próximo. Ante la tumba y antes de la inhumación el sacerdote reza un responso.
 
[[File:FIGURA.png|RTENOTITLE_FIGURA]]
En Allo (N) el féretro es acompañado al cementerio por muchos de los presentes. Ha existido desde tiempos pasados la costumbre de que casi todo el pueblo acompañe al difunto y aún perdura, aunque es menos practicada por los jóvenes. Cuando el ataúd es sacado de la iglesia a hombros de los familiares se hace una penúltima parada en el pórtico para rezar un padrenuestro y luego es conducido al cementerio acompañado por los hombres; sólo en los últimos años ha comenzado a ser habitual la presencia de algunas mujeres. Antes, llegado el cortejo al cementerio, se procedía sin más preámbulos a dar sepultura al cuerpo en la fosa que previamente había abierto el enterrador. Desde 1976 se instituyó la costumbre de que un sacerdote acudiese al cementerio y allí rezase un último responso tras el cual se inhumaba el cadáver.
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