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En San Martín de Unx (N) la comitiva acude al cementerio con bastante desorden. Un grupo de hombres destaca en cabeza y a continuación va el cortejo: La cruz procesional, el sacerdote y el féretro juntos, seguidos de la familia más íntima y finalmente la mayor parte de los asistentes. El ataúd va sobre las andas y de nuevo a hombros hasta el cementerio que se encuentra próximo. Ante la tumba y antes de la inhumación el sacerdote reza un responso.
En Allo (N) el féretro es acompañado al cementerio por muchos de los presentes. Ha existido desde tiempos pasados la costumbre de que casi todo el pueblo acompañe al difunto y aún perdura, aunque es menos practicada por los jóvenes. Cuando el ataúd es sacado de la iglesia a hombros de los familiares se hace una penúltima parada en el pórtico para rezar un padrenuestro y luego es conducido al cementerio acompañado por los hombres; sólo en los últimos años ha comenzado a ser habitual la presencia de algunas mujeres. Antes, llegado el cortejo al cementerio, se procedía sin más preámbulos a dar sepultura al cuerpo en la fosa que previamente había abierto el enterrador. Desde 1976 se instituyó la costumbre de que un sacerdote acudiese al cementerio y allí rezase un último responso tras el cual se inhumaba el cadáver.