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Toda esta elaboración era muy delicada, dependiendo su éxito de muchos factores, por lo que se decía para justificarlo:
«Al que viene y amasa de todo le pasa».
Después se metía el pan en el horno y se lo tenía allí durante una hora u hora y media las otanas; los bollos un cuarto de hora y se sacaban a enfriar y a la panera.