Cambios

La casa y el fuego del hogar

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Llaman más la atención, en cambio, los relatos en que toma un papel fundamental el fuego del hogar. Algunos testimonios explican que el ánima de un pariente muerto podía llegar del monte, y pasar al interior de la casa a través de la chimenea, tal y como ocurre en el caso de otros seres mitológicos (las ''laminak'', por ejemplo). De ahí que se observe la costumbre de tapar por la noche la lumbre con ceniza<ref>Stith THOMPSON. ''Motif-Index of Folk­Literature''. Bloomington & London, 1966, 2ª ed. E436.1.</ref>. Este cubrimiento puede ser diario o limitarse únicamente a celebraciones muy concretas, como la de Nochebuena.
Esta característica de la vuelta al fuego del hogar parece relacionada de alguna manera con el hecho de que algunas ánimas penitentes se refugien de noche en las llamas del fuego, de forma [[Narraciones_de_aparecidos_tradicionalizadas|parecida a la que estarían en el Purgatorio<ref>Ver el apartado ''Narraciones de aparecidos tradicionalizadas'' de esta misma obra.</ref>]].
En Apodaca (A), al parecer, las ánimas de los antepasados venían a su antiguo hogar a través de la chimenea. Por ello existía la costumbre de dejar la lumbre tapada con ceniza.
:''encuentre cruz.''
En Bermeo (B) indican que las ánimas pueden introducirse en los hogares incluso sin pasar a través de la chimenea.
En Larrabetzu (B), Barandiarán recogió que las ánimas de los antepasados, al regresar a su antigua casa el día de Nochebuena, dejaban las huellas de las plantas de sus pies en la ceniza del hogar. Por ello esa noche, antes de ir a dormir, se debe apilar la ceniza del fuego bajo y a la mañana siguiente hay que inspeccionarla para comprobar cómo han vuelto a visitar la casa los antepasados<ref>AEF, III (1923) pp. 42-43.</ref>.
 
[[File:7.255 Etxeko sua.jpg|center|450px|Etxeko sua. Fuente: AA. VV. Euskaldunak. Tomos III y IV. San Sebastián, Etor, [1988]. Foto X. Otero.]]
En Zeberio (B) se recopila un relato humorístico en que la dueña de la casa es llamada por un difunto a través de la chimenea. Un día le pregunta dónde está, y el ánima le contesta que en el interior de la chimenea, que mire por encima del llar. La mujer se asoma y ve por el agujero la «luna llena», y se lamenta de que antes el difunto tenía dos vivos ojos y ahora sólo uno y oscuro: «''gizontxua, leen begi zoli eta eder bi zeunkazan baia orain bat eta bera iluna baiño ez deutsut ikusten!''».
 
[[File:7.255 Etxeko sua.jpg|center|500px|Etxeko sua. Fuente: AA. VV. Euskaldunak. Tomos III y IV. San Sebastián, Etor, [1988]. Foto X. Otero.]]
En Elosua (G) narran el caso de una madre que observa desde el exterior de la casa a través de la ventana a su hijo aparecido, que está en el interior, «''ildako semia bentanan barrutik azaldu jakon''».
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