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MANO DE OBRA Y FUERZA EMPLEADA EN LA AGRICULTURA

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En Beasain (G) en relación con la energía humana, anotan que las personas para trabajar en las heredades y huertas han utilizado sus brazos y manos con la laya, ''laia''; la azada, ''aitzurra''; el bieldo, ''sardea''; la guadaña, ''sega''; el rastrillo, ''eskuarea''; la hoz, ''igitaia''; el hacha, ''aizkora''; la podadera, ''inauskaia'', etc., y sus hombros para transportar los diferentes cestos cargados de tierra o frutos, o pesados haces de leña para el fuego o varas para ponerlas de guía en las plantaciones de alubias o vainas.
 
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En las investigaciones de campo se señala con carácter general que en torno al último tercio del siglo XX se fue desvaneciendo el recurso a la fuerza animal y se fue imponiendo la maquinaria agrícola. Así se ha constatado en Obanos (N) donde indican que en esa época la ganadería mular fue sustituida por la maquinaria. En Valtierra (N) precisan que este hecho se produjo en los años sesenta, en Amorebieta-Etxano (B) que ocurrió hacia 1960-1970 y dicen que las nuevas máquinas ofrecen la ventaja de que se pueden utilizar en cualquier clase de terrenos, incluso en los que presentan grandes desniveles. También en Moreda y en Valderejo (A) indican que la energía animal se ha venido utilizando hasta los años 1970. En el Valle de Carranza y en Urduliz (B) señalan que la mecanización del campo se produjo a lo largo del decenio de 1970. En Pipaón (A) hasta finales del siglo XX se aplicó casi exclusivamente la fuerza humana ayudada por la animal, que fue sustituida por la mecánica.
Pero esta estrategia generaba mucho trabajo, lo que exigía la implicación de todos los miembros de la casa y que además su número fuese más bien numeroso. En una familia típica y extensa que por ejemplo se localizase en un pueblo alto, próximo a los montes comunales, se podía apreciar una cierta especialización en el trabajo y no solo la condicionada por el sexo que se ha señalado, sino que cada hombre atendía preferentemente a una o varias especies del ganado que mantenían. Estos trabajos obedecían a los gustos y habilidades de cada uno y eran intercambiables, lo que permitía suplir el trabajo del familiar en caso de que este no pudiese llevarlo a cabo. Sin embargo en labores que requiriesen abundante mano de obra, como las siembras o las cosechas, todos los miembros del grupo familiar se volcaban en los mismos.
 
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El mejor aprovechamiento de los recursos exigía un trabajo coordinado y organizado, a menudo bajo la dirección del cabeza de familia. Dada la precariedad de estas economías, nadie podía reclamar un salario a cambio de su trabajo, bien al contrario, el hijo o hija que trabajase fuera de casa, entregaba el dinero obtenido a cambio del mismo por lo general a la madre mientras permaneciese soltero y a la mujer una vez casado, ya que eran ellas las que gestionaban la economía familiar. Esta fragilidad era la razón por la que no se recurría al trabajo asalariado, que podía ser suplido por la colaboración vecinal. Igualmente los hermanos y tíos emancipados que trabajasen como asalariados en áreas urbanas colaboraban en los trabajos de la casa sobre todo en los períodos en los que se requería más mano de obra, como en la recolección de la hierba. A cambio obtenían alimentos producidos en la casa. Esta siempre representaba para todos una garantía de supervivencia en casos de crisis siguiendo el principio de que la tierra siempre permitía la obtención de la comida necesaria.
En Berganzo (A) en las labores de labranza se utilizaban el aladro, el brabán y la rastra. Para la siembra se servían del cultivador y el marcador. En la recolección de los cereales se valían de la gavilladora, la guadañadora y la atadora. El carro con la caja forrada con tableros, estacas o barreras se utilizaba para transportar la cosecha a casa, al almacén o a la era para la trilla.
 
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En Moreda (A) el agricultor aplica la fuerza de brazos y manos directamente sobre los siguientes aperos y herramientas: azada y zadones para cavar y edrar, tijeras para podar la vid, serruchos para podar olivos, tijeras y corquetes para cortar la uva, cestos para llevar la uva y olivas, las propias manos para sacar piedras o mover y transportar los sacos de abono.
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