Ofrenda de pan en el novenario
De forma similar a la descrita para el día de las exequias, en algunas localidades se continuaba con la ofrenda de pan durante el novenario que seguía a las mismas o en la misa que se celebraba en memoria del difunto al octavo o noveno día del funeral, en la misa de salida, olata-meza, o al cumplirse el vigésimo día, ogerrena, del entierro.
En Moreda (A), antiguamente, se hacían ofrendas de trigo o cebada que se colocaban sobre la sepultura familiar con el fin de pagar al cura, bien las misas novenarias que se decían por el alma del difunto o las gregorianas de un mes de duración.
En Ataun (G), en los siete días siguientes al del entierro se llevaban a la sepultura y de allí al lugar de la ofrenda dos libras de pan cada vez. En las dos honras, que completaban el novenario, se ofrendaban cinco panes y medio de a cuatro libras cada vez, si el funeral había sido de «cofradía entera», y cuatro si de «media cofradía»[1].
En Oiartzun (G), durante el novenario, las mujeres más afectadas del duelo, mindunak, ofrendaban a cada libra de pan y las demás del duelo, segizioa, a cada un cuarto de libra. En los oficios del lunes y martes siguientes al funeral se ofrendaban tantos panes como misas del novenario (nueve de ordinario) hubiesen mandado celebrar los parientes del finado[2]. En Elosua (G) también se ofrendaba durante el novenario y misas de honra, si bien la pieza de pan que se colocaba en la sepultura todos los días era la misma de la función de las exequias que se reaprovechaba. En Lekunberri (N) también se acostumbraba ofrendar pan durante el novenario y en Bidegoian (G), a partir de los setenta, la ofrenda de pan quedó reducida al novenario y al aniversario.
En Berganzo (A), durante el novenario, una mujer de la familia del difunto ofrendaba un zoquete de pan y el último día llevaba tortas de pan al cura.
En Mendiola (A), en las misas en sufragio del alma del difunto que se celebraban durante el novenario que seguía al entierro, los familiares ofrendaban pan en la iglesia. El primer domingo se celebraban las honras y los familiares más próximos al difunto llevaban para la ocasión media otana cada uno. También el primer domingo siguiente a las exequias en Apodaca (A) se ofrendaba media otana.
En Lezama (B), el día de la misa de salida, olata meza, se ofrendaba pan de tres puntas de una libra de peso.
En Bernedo y Lagrán[3] (A), a los ocho días del funeral, los familiares ofrendaban tres tortas o panecillos y en Pipaón (A), al cumplirse el noveno día, tres panes.
En Amezketa (G), al noveno día había una celebración solemne, funzioa o beatxiurrena, en la que se ofrendaba un pan de cuatro puntas.
En Durango (B), hasta los años treinta, al noveno día de la celebración del funeral se llevaba a la sepultura colectiva, manta, un pan de libra. Después se sustituyó por una moneda de 20 céntimos que se dejaba en el mismo lugar.
En Otxagabia (N), a los veinte días del funeral, siempre en domingo, ogerrena, ofrendaban también los parientes un panecillo por cada familia[4].
En los entierros de párvulo se ofrendaba pan en el novenario. Así, en Ataun (G), cuando se trataba de un niño, en la «honrilla» que se celebraba al día siguiente se llevaban seis libras de pan y el domingo siguiente un pan de cuatro libras[5]. En Santa Cruz de Campezo (A), la madre del niño fallecido, el primer domingo después de la defunción, ofrendaba pan[6]