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Quema del jergon. Lastaira erre

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En las primeras décadas de este siglo, en el territorio de Vasconia, estuvo muy extendida la costumbre de quemar el jergón de la cama donde hubiese muerto una persona.
Los jergones eran comúnmente de paja o perfolla de maíz; de ahí que sus nombres en euskera contengan el término ''lasto, ''paja. ''Lastaira / lastaida / lastaia / lastarria / bastaira ''(Aduna, Beasain, Zegama, Zerain-G, Ezkurra, Goizueta-N, Sara-L), ''lastuntzia ''(Liginaga-Z), ''lastamarra / lastamarraga ''(Zeanuri, Meñaka, Kortezubi, Zeberio-B) .
La quema del jergón era una labor que incumbía a los vecinos. Barandiarán sugiere que la combustión de objetos puede ser una ofrenda o rito fúnebre, símbolo de viejos sacrificios<ref>José Miguel de BARANDIARAN . ''Estelas funerarias del País Vasco''. San Sebastián, 1970, p. 25.</ref>.
En Armendaritze (BN) dicen que un familiar del difunto quemaba el colchón cerca de la casa por motivos sanitarios o para evitar peligro de contagio (Bidarrai, Gamarte-BN, Hendaia-L); si el muerto había padecido una larga enfermedad (Heleta-BN) o en caso de epidemia (Urruña-L).
En otras localidades señalan que generalmente se lavaba la lana del colchón, se cardaba, ''harrotzen, ''y se aprovechaba (Bidarrai, Heleta, Izpura-BN) . No les parecía que el colchón pudiera tener nada inconveniente, ''«ez zaiku iduritu deusik bazuela ere» ''(Lekunberri-BN) y, en todo caso, se daban los enseres del difunto a los necesitados (Hazparne-L).
En Urdiñarbe (Z), en una huerta de la casa se quemaba la almohada del difunto. Se deshacía antes de darle fuego y se examinaban atentamente las plumas que se hubieran hecho bolas, comprobándose de este modo si al muerto le habían aojado.
Por lo que respecta a Alava, en Amézaga de Zuya, Apodaca, Aramaio, Berganzo, Bernedo, Gamboa, Laguardia, Llodio, Mendiola, Moreda, Pipaón, Ribera Alta, Salcedo y San Román de San Millán, quemaban el colchón del difunto si tenía peligro de contagio, ''peco, ''(Bernedo) . Atribuyen a razones higiénicas tal práctica que no siempre se seguía ya que, cuando era de lana, procuraban lavarlo.
Se quemaba en la huerta (Amézaga de Zuya, Aramaio, Berganzo, Llodio, Mendiola, Moreda), en la ''rain, ''pieza o heredad inmediata a la casa, (Gamboa) o en la era (Pipaón) . Normalmente en el exterior; a veces sin que hubiera un lugar concreto (Laguardia), aunque en Moreda lo quemaran en la recocina.
Se ocupaban de ello los familiares del difunto a los pocos días del entierro. En Pipaón procuraban hacerlo al día siguiente de los funerales. En la localidad de Salcedo le atribuyen la significación de que, a la vez que mataban la enfermedad, ahuyentaban a los malos espíritus con el fuego.
En Busturia lo quemaban en un cruce de caminos porque en estos lugares esperan las almas en pena y tenía que hacerse antes de que regresaran del funeral los asistentes. En Lemoiz se quemaba al noveno día después de la muerte y en Bermeo, en el lugar denominado Tompón, uno o dos días después del entierro. En Amorebieta-Etxano, Gorozika y Orozko lo quemaban delante de la casa en una huerta.
Esta práctica de quemar el jergón de panochas de maíz, ''txuikiña ''o ''artazorroa ''(Amezketa), ''artamaluta ''(Arrasate, Elosua), ''lastaia ''(Beasain, Zerain, Goizueta), ''mutxikiña ''(Bidegoian), cuando se ha producido una muerte estuvo también muy arraigada en Gipuzkoa, donde por razones sanitarias la familia, ayudada a veces por vecinos (Getaria), lo quemaba en la playa o en un cruce de caminos (Hondarribia y Zerain) . Se hacía «por costumbre» (Elosua), por «higiene» (A mezketa, Berastegi, Ezkio) o «por destruir las enfermedades que, enviadas por algún espíritu maligno, pudiera haber entre las hojas de maíz» (Arrasate) . En Gatzaga quemaban las hojas de maíz, ''lastoa, ''en un rincón de la huerta.
En Beasain y Bidegoian lo quemaban al día siguiente del funeral y en Zerain, al atardecer del día del entierro.
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