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Ritos funerarios en Orozko (Bizkaia)

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'''II. 241 BIS-bis. ¿QUIEN ASUME LA DIRECCION DE LAS LABORES DOMESTICAS MIENTRAS EL CADAVER PERMANECE EN CASA? ¿LOS VECINOS? ¿QUIENES SE ENTIENDEN POR TALES? ¿LOS DE LA CASA MAS PROXIMA? ¿LOS DE LA VIVIENDA DEL OTRO LADO O PISO DE LA MISMA CASA? ¿QUIENES CONDUCEN LA CRUZ PARROQUIAL A LA CASA MORTUORIA?'''
Los vecinos ayudaban con las labores domésticas. Tenían la consideración de tales los de las casas más cercanas, los del mismo barrio. Los hombres atendían a los animales, proporcionándoles alimento, ordeñando las vacas y demás necesidades que precisaran atención. Las mujeres colaboraban en el arreglo y limpieza del hogar, preparación de la comida, etc. Era habitual que se ofrecieran para trabajar y descargar así a la familia de sus obligaciones cotidianas.
La familia costeaba y costea los funerales por sus difuntos. Aunque en la actualidad los servicios religiosos sean gratis, para afrontar los gastos derivados por traslados, funeraria, esquelas, coronas y demás, hay familias que tienen contratados seguros para cubrirlos.
El dinero que se echaba en las sepulturas de las iglesias lo recogía el cura quien ofrecía responsos por el alma de los difuntos de la familia. El encargar misas por los difuntos, ''arimenondrak, ''no era práctica muy habitual aunque existían algunas fechas tales como el novenario y los aniversarios en las que sí se hacía. Los inquilinos ofrecían una misa por sus difuntos a los seis meses del fallecimiento y los propietarios al año. ''Errentadoreak seigarren illebetean ateretan eutsin arimenondrea eta etxaunek urtegarrean. ''. Asimismo ha sido costumbre encargar misas gregorianas, ''San Gregorion mezak eukiten daurie inder andie. ''. Solían ser sesenta y se ofrecían en fechas próximas al fallecimiento.
También se confeccionaba anualmente una lista para que los difuntos cuyas familias hubieran pagado al sacerdote una cantidad de dinero, a modo de responso, figuraran en la misma y se leían los nombres de todos ellos en la Misa Mayor. Dejó de practicarse esta costumbre hacia 1958.
Las sepulturas simbólicas se han situado sobre lo que anteriormente fue sepultura real, cuando el enterramiento se efectuaba en la propia iglesia. Actualmente no se aprecian tales sepulturas ya que las parroquias han sido retarimadas pero en la de San Bartolomé de Olarte hay unas planchas de madera en uno de los costados de la nave que bien podrían ser una muestra de aquellos enterramientos.
La sepultura, ''sepulturia, '', (ver preguntas 260, 262) se preparaba con un mantel, el hachero con las hachas y los candelabros con las velas. La cruz parroquial, la del cortejo, se dejaba sobre la sepultura el día del entierro y durante el novenario celebrado por el difunto. También se depositaba sobre la sepultura el pan que había sido portado por la serora, ''aurrogie. ''Algunos relatan que este pan se colocaba con cesto y todo y otros dicen que se depositaba sobre el cesto vuelto boca abajo. Parece ser que en algunas sepulturas siempre había un cestillo dado vuelta, debajo del mantel blanco.
No recuerdan existiera un orden de colocación para que las mujeres de la familia presidieran la sepultura. Generalmente lo hacía una sola pero si asistían más de una se colocaban una al lado de la otra, o detrás si eran más, ya que el espacio correspondiente a cada sepultura no permitía situar más de dos sillas.
La serora encendía las velas de la sepultura familiar el día del funeral y recogía el dinero depositado en ella para entregárselo al sacerdote.
El cementerio recibe los nombres en euskera de ''ortu santue ''o ''kanpo santue. ''. La forma más común de enterramiento ha sido efectuar una fosa en la tierra donde se introducía el féretro que se cubría con más tierra, formándose así un pequeño túmulo. Se marcaba a veces su derredor con alguna señal que podía ser un caminito hecho con la azada, alguna piedra, flor u otra marca que delimitara la sepultura. Al frente se ponía una cruz. A principios de siglo, las más comunes fueron las de madera, hechas con dos tablas ensambladas, pintadas de negro, y blancas para los niños. No tenían inscripción alguna ni tallas, eran muy sencillas, ''olezko kurtziak egoten ziran, figura andi barik, uzen barik. ''. Posteriormente, en la época de la guerra del 36, empezaron a usarse las de hierro con brazos afiligranados que en el vértice de los mismos tenían una placa redonda u ovalada de porcelana en la que se inscribían nombres y fechas del fallecido, para pasar después a ser de granito o mármol. En la actualidad, como sólo se efectúan enterramientos en nichos, se inscriben la cruz, el nombre del difunto, edad, en algún caso el lauburu, u otras alegorías tales como «en recuerdo de... » sobre las tapas frontales de los mismos que también son de granito o mármol.
Al ser los cementerios de la zona pequeños, cuando se llenaba todo su espacio, se desenterraban los cadáveres y se acumulaban todos los huesos en la osera común.
En la parroquia de San Lorenzo de Urigoiti existió un cementerio techado, San Pablo, en cuyo interior se efectuaban los enterramientos. Se clausuró al comienzo de los años sesenta.
Quiero señalar que en el cementerio de Santa María de Zaloa, a pesar de haber dejado de ser parroquia hace años, se han seguido efectuando enterramientos hasta principios de los sesenta. Tenían derecho a ser inhumados en él solamente los propietarios, y los inquilinos habían de ser llevados al cementerio de San Bartolomé de Olarte. Debido al mal estado del ce- menterio cementerio y a los problemas derivados por la distinción que suponía el que los enterramientos se efectuaran en diferentes lugares según nivel social, fue clausurado.
El limbo, ''linboa'', era una zona del cementerio que no se había consagrado como tierra bendita y se reservaba para los niños no bautizados.
No se recuerda haya habido una zona especial para los suicidados, a quienes se enterraba en el cementerio de la misma manera que a los que morían de muerte natural. Añaden que los suicidados, la mayoría por ahorcamiento, tenían derecho a ser enterrados en tierra bendita siempre y cuando aparecieran con los pies rozando el suelo, pero no en el caso en que quedaran colgando en el vacío. Significaba que, al no tocar tierra, no deseaban volver a la tierra, ni consecuentemente tenían derecho a hacerlo. ''Urkituten dana, ankeagaz lurre ukututen ez badau lur sagraduen ezin lei enterratu baina ukutu ezkero bai. ''. He constatado también que en un suicidio acaecido en la segunda mitad del siglo la familia aseguraba que el cadáver había aparecido tocando el suelo con la punta de sus pies.
En este siglo no se recuerda haya habido más que un entierro civil. Se efectuaron unas honras similares a las religiosas y se comenta que al cortejo fúnebre las mujeres acudieron con sus mantillas y rezaron el rosario en el recorrido.
La sepultura en el cementerio la cuida la propia familia, no hay nadie especialmente encargado para tal menester. Hace unos anos lo hacía el sacristán y en la actualidad el consejo parroquial se ocupa de su cuidado.
Se visitan las tumbas el día de Todos los Santos.  Acuden ese día los familiares aunque vivan fuera y son muchos los que llevan flores, formando ramo, corona o cruz.
Antiguamente, el día de ánimas se iba en procesión desde la iglesia y en el cementerio de Urigoiti, en San Pablo, se celebraba misa ese día así como en el día de su fiesta, 30 de Junio. Actualmente en Olarte se celebra la misa de Animas cuando el tiempo lo permite en el cementerio en lugar de en la iglesia.
'''II. 266. ¿QUIENES ACUDEN AL SEPELIO? ¿TOMAN PARTE EN LA OPERACION TODOS LOS PRESENTES? ¿COMO?'''
A la salida del funeral acuden al cementerio el sacerdote y la familia seguida de muchos de los asis- tentesasistentes. Se reza un responso y el féretro es metido en el nicho y se coloca la tapa. Ese mismo día, cuando ya la gente sale del cementerio, o al siguiente, el albañil se encarga de recibir la loseta exterior mejor, haciendo que quede bien sellada.
Cuando los enterramientos se efectuaban en la tierra, después de introducirse el féretro en la fosa, los presentes cogían un puñado de tierra, la besaban y la echaban encima. Quiero resaltar que tal costumbre la practicaban los feligreses de San Lorenzo de Urigoiti, pero no los de la parroquia de San Bartolomé de Olarte.
'''II. 271. ¿TIENE LUGAR ALGUN BANQUETE EN LA CASA MORTUORIA? ¿COMO SE LLAMA? ¿QUE MENU SE SIRVE? ¿ESTA PROHIBIDO COMER CARNE EN TALES OCASIONES? ¿QUIENES SUELEN SER INVITADOS?'''
Efectivamente, ha sido costumbre celebrar un banquete en la casa mortuoria. Hay que tener en cuenta que a los asistentes venidos de fuera no les era posible regresar a sus hogares para la hora de la comida. Se ofrecía un menú sencillo que podía consistir en sopa, un cocido de garbanzos y berza, guisado o bacalao, para terminar con arroz con leche, pucha, o algo similar. Tomaban parte los de casa y los familiares, pre- sididos presididos por el cura a quien también se invitaba. A los entierros acudían solamente los parientes y una persona por casa de entre los vecinos. La mesa se bendecía de la forma habitual.
A los porteadores del féretro, ''andaris, '', al llegar a la casa se les ofrecía bacalao albardado y vino tinto, para que se sintieran fuertes durante el traslado.
En la época final se han celebrado banquetes en las tabernas, descargando a la familia del trabajo que su preparación conllevaba.
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