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San Gregorio Ostiense

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La Basílica de San Gregorio Ostiense de Sorlada en el Valle de Berruezo (N) fue un centro religioso muy importante de Navarra durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Su agua bendita abastecía a muchos pueblos no solo de Navarra sino también de otros territorios de Vasconia. Esta agua era mezclada luego con agua común, en una proporción adecuada (menos de la mitad), y se empleaba para asperjar los campos.
La bendición de esta agua se hallaba sometida a una serie de ritos especiales tal como señala Barragán Landa. La cabeza del santo está totalmente recubierta de plata con un orificio en la parte superior del cráneo y otros en el cuello; mediante un embudo de plata se vertía el agua por la parte superior y tras bañar toda la santa reliquia salía a una vasija de plata de donde era recogida cuidadosamente. El relicario actual hecho en 1728 sustituyó a otro que se hallaba en uso en 1511. Idénticas ceremonias se realizaban en Azuelo y Obanos con las cabezas de san Jorge y san Guillermo<ref>Juan José BARRAGÁN, . “Las plagas del campo español y la devoción a San Gregorio”, cit.Gregorio Ostiense” in CEEN, X (1978) p. 274.</ref>.
El rito de la bendición de los campos con esta agua de san Gregorio Ostiense de Sorlada fue de gran importancia en el siglo XVIII<ref>Podemos ver un indicio de la difusión que antaño tuvo esta práctica en el crecido número de ermitas de Bizkaia (Berriatua, Nabarniz, Larrabezua, Dima, Igorre, Zeanuri, Forua) dedicadas a este santo. De todas ellas actualmente solo está en pie la de Forua y ella bajo la advocación principal de La Trinidad.</ref> y el día de su festividad, 9 de mayo, tenía lugar en muchas localidades la bendición de los campos como se ha señalado anteriormente.
El agua bendecida de san Gregorio se aplicaba contra las plagas de la gardama (gusano que destroza la remolacha), el cuquillo (gusano pernicioso para las viñas), el pulgón, la mosquilla, el saltapericos (saltamontes), el gusano y sobre todo la langosta<ref>Juan José BARRAGÁN. “Las plagas del campo español...”, cit.y la devoción a San Gregorio Ostiense” in CEEN, X (1978) p. 297.</ref>.
Esta práctica y la consecuente devoción a san Gregorio se mantuvo muy viva durante los siglos XVI y XVII. Se recurría al agua pasada por su cabeza, cuando ya todos los remedios humanos, previstos por la experiencia y los manuales de defensa agrícola, habían fracasado en la lucha contra las plagas.
En Lekeitio (B), por acuerdo del concejo de la villa, el año 1589 se hizo voto y promesa de guardar para siempre la festividad de san Gregorio (el 9 de mayo), con misa y ofrendas, para que por su intercesión se librase a heredades y viñedos del grave daño que causaba la oruga<ref>Francisco OCAMICA. ''La Villa de Lequeitio''. Bilbao: 1965, p. 218.</ref>. Al agua de san Gregorio en Lekeitio, segun Azkue, le llamaban ''harren ur bedeinkatua ''(agua bendita de gusanos) y en el valle de Salazar (N), ''saguen ura ''(agua de ratones)<ref>Resurrección M.ª de AZKUE, . ''Euskalerriaren Yakintza'', . Tomo I, op. cit.Bilbao: 1989, pp. 292-293.</ref>.
En Obanos (N) hay documentación histórica que afirma que desde el siglo XVI la reliquia de la cabeza de san Gregorio Ostiense visitaba esta villa para proteger las cosechas de la plaga de langosta y otros males.
[[File:FIGURA8.png422 Agua de san Gregorio para la bendicion de los campos. Obanos (N).jpg|center|600px|RTENOTITLE_FIGURAAgua de san Gregorio para la bendición de los campos. Obanos (N). Fuente: M.ª Amor Beguiristain, Grupos Etniker Euskalerria.]]
Ayuntamientos y concejos de Bizkaia pagaban los gastos de la persona que se desplazaba hasta el santuario de Sorlada en busca de su agua bendita y, en ocasiones, era el mismo Fiel Síndico de la anteiglesia el encargado de realizar este menester. En la escritura de Concordia del año 1739 entre el Cabildo y la Anteiglesia de Izurtza (B) se alude expresamente a esta costumbre:
En el siglo XVIII fue decayendo esta práctica. Entre sus causas, señala Barragán, estaban la proliferación de otras devociones, las nuevas posturas religiosas y la transformación de la vida material, que supuso una superación de la tradicional dependencia de la agricultura y la casi total desaparición de las plagas a gran escala.
Ya el siglo XIX fue un periodo de constante decadencia y su devoción y culto fue limitándose hasta quedar reducido el de Sorlada a un santuario de categoría regional<ref>Juan José BARRAGÁN, . “Las plagas del campo español...” cit.y la devoción a San Gregorio Ostiense” in CEEN, X (1978) p. 296.</ref>.
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